El error de confundir natalidad y despoblación

Sergio Gutiérrez Prieto- secretario de Organización PSCM-PSOE y diputado nacional

Es la política del plagio y del copia y pega (mal endémico de la mediocridad) la que hoy inunda las propuestas del PP de Castilla-La Mancha. Faltos de un líder con ideas propias no hay semana que no lance una idea que otra persona ha pensado, una frase que otros han dicho o una iniciativa que otros han presentado. Nada nuevo, nada de cosecha propia. Es como si a Paco Núñez -el Presidente del PP- le hubieran creado “ad hoc” su particular “rincón del vago” (recuerden esa web donde los estudiantes perezosos tienen acceso a los apuntes que no han cogido durante el curso).

Pero al final, al perezoso, se le pilla porque, aunque se copie la materia, se nota que no ha entendido los conceptos básicos. Anda el líder del Partido Popular muy animoso instando a poner en marcha un “cheque bebé” (propuesta lanzada por Ayuso en Madrid para impulsar la natalidad entre menores de 30 años) como herramienta para luchar contra la despoblación. Y confunden velocidad y tocino con esta propuesta.

La natalidad es el número de personas que nacen en un lugar en un periodo de tiempo determinado. Mientras que el despoblamiento es la pérdida masiva de población debido a la búsqueda de otras oportunidades. En concreto, y desde hace décadas, se está produciendo un éxodo de población desde el mundo rural (fenómeno constante en toda Europa) hacia el mundo urbano. 

Es decir, que para luchar contra el despoblamiento tan importante es el número de nacimientos como, aún lo es más, el establecer unos recursos de empleo, servicios públicos, movilidad e internet que evite que las familias existentes tengan que emigrar a las ciudades. Para ello, aunque no les entre en la cabeza a los dirigentes populares, hay que destinar una cantidad de recursos públicos mayor que un cheque de quinientos euros para mantener abiertos los colegios, los consultorios médicos, llevar cobertura 5G o establecer redes de transporte que garanticen la conectividad de los habitantes de las zonas rurales. Es decir, hay que hacer justo lo contrario que la política por la que se les reconoce al Partido Popular de Castilla-La Mancha.

Esa confusión de conceptos es la que explica las lagunas y deficiencias de la propuesta del Partido Popular. Si el cheque bebé sería para toda Castilla-La Mancha, ¿qué incentivo tendría criar al niño en la sierra de San Vicente con respecto a Talavera de la Reina; o de la Serranía de Cuenca con respecto a la capital? ¿Se quedaría en un pueblo sin colegio una familia joven por un cheque único sin colegio, consultorio o internet?

Fabrican propuestas y las cambian como si fueran una masa de churros fáciles de desechar y de hacer nuevas. Da miedo pensar si algún día, en vez de la churrera de las ideas, cogen los presupuestos públicos de la Junta ya que, como churros, creen que deben sacarse los recursos públicos de Castilla-La Mancha.

Hagamos una cuenta rápida de las dos últimas propuestas del Partido Popular: un cheque bebé que, con 15.000 nacimientos anuales de mujeres menores de 30 años, supondría un gasto de 300 millones y una reforma fiscal que, según sus últimas propuestas, supondría una merma de recursos de 350 millones. Es decir, un agujero del 10% de los gastos no financieros de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha que harían saltar la alarma de lo insostenible de cualquier contable en cualquier empresa de nuestra región. 

Aun así, el debate sobre las políticas que favorezcan la natalidad es un debate actual e interesante al que se debe de acceder con un poco más de seriedad y profundidad. La política de cheques bebés se empezaron a instaurar en numerosos países europeos a finales del siglo pasado y numerosos estudios han concluido que no fueron medidas eficaces que estimularan la natalidad en el medio plazo. Un estudio de A.Gauthier y J.Hatzius en el que evaluaban el impacto de las ayudas financieras de 22 países sobre sus tasas de natalidad les llevó a la conclusión de que, un esfuerzo ingente de recursos públicos, produjo un aumento de un 4% de nacimientos en esos países en el medio plazo que, incluso, podían haberse producido sin esos recursos públicos. Otro economista, G.Hugo, en su estudio “Políticas europeas de intervención en la natalidad”  afirmó que estas ayudas sólo estaban influyendo en adelantar unos años la media de edad de la maternidad, pero no influía en el número final de hijos.

Las pruebas empíricas de los efectos reales de estos estímulos económicos sobre la natalidad llevadas a cabo en España y en otros países de nuestro entorno me hacen ser muy escéptico sobre los efectos positivos de los cheques bebés a pesar de la ingente cantidad de recursos públicos que consumen. Sin embargo, sí han tenido unos efectos positivos sobre la tasa de natalidad políticas públicas de regulación de los horarios de trabajo, de la conciliación familiar y laboral, la creación de una amplia red de guarderías a precios asequibles y, por supuesto, la política de permisos de maternidad y paternidad que favorecen el cuidado de los hijos y, sobre todo, tienden a evitar la estigmatización de la mujer a la hora de acceder al mercado laboral y el “sobrecoste” que puede suponer en el caso de quedarse embarazada.

Un estudio de Fabrizio Bernardi (formado en la Universidad de Trento y profesor de Estructura Social en la UNED) denominado “El déficit de la natalidad en España: análisis y propuestas para la intervención pública”, señala el impacto más que positivo que sobre el incremento de nacimientos tendría una política pública basada en horarios laborales que permitan la conciliación, en mayores plazas públicas de primer ciclo de infantil, y en las bajas y permisos por paternidad y maternidad para que la mujer que accede al mercado de trabajo no tenga miedos en ser despedida o no contratada por el hecho de ser madre.

En todo ello es necesario más esfuerzos públicos que el cheque-populista, más profundidad en el planteamiento que las ocurrencias del día que en forma de churro nos hace desayunar el Partido Popular de Castilla-La Mancha, y una verdadera política de consenso político y social. Esto sí que es cuestión de Estado.