300 años de la muerte del obispo de Guadix Juan de Montalbán (Los Hinojosos, 1661- Jaén, 1720).

Teológicamente hay que encuadrar a Fray Juan de Montalbán dentro de la más genuina escuela de Santo Tomás de Aquino y reconocerle como uno de sus más grandes intérpretes y comentaristas

Antonio Reyes Martínez. Historiador.

Antonio Reyes.

Fray Juan de Montalbán y Gámez nació el 15 de abril de 1661 en el municipio conquense de Los Hinojosos fruto del matrimonio entre Diego de Montalbán y María Carrizo.

Recibió la primera educación bajo la dirección de los Padres del Colegio de la Compañía de Jesús de Villarejo de Fuentes. A los 13 años recibe el hábito en el convento dominico de San Esteban de Salamanca. Su formación académica la completó con los estudios de Teología, realizados en el Colegio de Santo Tomás de Alcalá de Henares, ciudad en la que se ordenó finalmente sacerdote.

Los siguientes años de su vida transcurrieron entre Alcalá de Henares y Salamanca, ciudades en las que impartió clases de Teología y Filosofía, compaginando a su vez la docencia con los cargos dentro de la orden de Predicadores, de la que llegó a ser Provincial. 

En 1706 fue nombrado obispo de Guadix (Granada), sede que gobernaría durante un periodo de catorce años.  Durante los inviernos solía retirarse a un eremitorio próximo a Guadix llamado de Face Retama, enclave en el que según la tradición fue martirizado, de manos de los paganos, San Torcuato, primer obispo de la ciudad.

Mantuvo una relación epistolar con Felipe V, llegando a convertirse en una de las conciencias más preclaras del rey Borbón. Su misiva más famosa es en respuesta a una previa del rey en la que le pide dictamen para el remedio de los males que padece la Monarquía. En ella, Montalbán, focaliza los problemas en la elección de los altos cargos del estado, especialmente, de los ministros, la mayoría de ellos faltos de preparación y cualidades para el puesto que tenían que desempeñar y cuyo mayor empeño era el de colocar a familiares y amigos en cargos intermedios, prácticas que corrompían la estructura del Estado y su buen gobierno.  También hace una crítica, aunque velada, de la elección de obispos, señalando que deben ser elegidos por personas doctas y sabias, evitando que fueran designados por las llamadas “camarillas reales”.

También se vislumbran en sus escritos una especial preocupación por la usura, que generalmente, sufrían las clases bajas y provocaban el enriquecimiento de los prestamistas y la simonía, práctica muy combatida por los dominicos que consistía en obtener beneficios eclesiásticos de todo tipo (sacramentos, reliquias, cargos, etc.) a cambio de dinero. 

En 1720 fue preconizado obispo de Palencia, de camino para tomar posesión de su sede, enfermó gravemente, falleciendo en el convento dominico de Santa Catalina de Jaén el 12 de noviembre de ese mismo año. Sus honras fúnebres se celebraron en la Universidad y en el convento de San Esteban de Salamanca, al que pertenecía y donde enseñó durante tantos años.

Su pensamiento, de marcado carácter tradicional y rigorista, queda atestiguado en obras como sus Disputationes theologicae, publicadas en Salamanca entre los años 1729 y 1731 por su biógrafo Diego Raspeño, antiguo compañero y confesor suyo.

Teológicamente hay que encuadrar a Fray Juan de Montalbán dentro de la más genuina escuela de Santo Tomás de Aquino y reconocerle como uno de sus más grandes intérpretes y comentaristas, siendo considerado por sus coetáneos como el más célebre filósofo y acreditado teólogo de la España del siglo XVIII.