A la búsqueda de pastores en Cuenca, una «profesión condenada a la desaparición»

La falta de mano de obra, y el nulo relevo generacional provocan que el sector se vea en una situación de emergencia. Las previsiones en torno al pastoreo no invitan al optimismo

Mucho se está hablando en los últimos meses de macrogranjas, de modelos de ganadería y de su futuro. Sin embargo, la realidad es que en la provincia de Cuenca nadie quiere trabajar de pastor de ganadería extensiva. Ese es el mal que están sufriendo quienes se dedican a esta profesión desde toda la vida.

Estos días circulaba por las redes sociales un mensaje de ASAJA Cuenca donde se ofrecía trabajo como pastor, y con ello también casa, en la localidad de Reíllo. Una historia que ya se está volviendo rutinaria en una provincia donde los pueblos pequeños ofrecen vivienda gratuita para que los trabajadores se animen a aceptar trabajos en estas localidades despobladas.

Manuel Torrero, secretario general de ASAJA Cuenca, explica que esta oferta se trata de «una explotación ganadera que utiliza mucha mano de obra y está sufriendo lo que están muchas explotaciones en toda España, que no se encuentra mano de obra que quiera desempañar ciertas labores agrícolas».

Cada día son más las ganaderías extensivas, las que están condenadas a dejar de existir por un problema claro: «No se encuentra gente para trabajar, con todo lo bonita y maravillosa que es. Cada vez los relevos son peores, el relevo generacional no existe. Cuando se jubila un ganadero esa ganadería desaparece», explica Torrero

Entre los factores que dificultan el acceso de los trabajadores a estas labores se encuentra que la principal mano de obra que trabaja en el campo es «principalmente extranjera», y cuando la economía se reactiva, como ya pasó en 2009, este extracto poblacional «prefiere trabajar en otros sectores como la construcción principalmente, porque se trabaja más y se gana más dinero», se explica a Voces de Cuenca desde la indignación.

Ante una búsqueda de soluciones los ganaderos tradicionales bajan los brazos, «no se puede hacer nada, la triste realidad». «Obligar a la gente a trabajar», se escucha decir entre bromas mientras se critica la política de subvenciones que provoca que «muchas personas prefieran vivir bien a trabajar en algo como el pastoreo, no hay ganas de ganarse la vida en el campo». Desde Asaja también se lamentan que quienes están dispuestos a trabajar «vienen de manera ilegal, por lo que no se les puede contratar».

Las tan denostadas macrogranjas podrían ser la salvación de este sector, pero Torrero defiende que «no hay que cambiar el modelo, lo que hay que hacer es poner soluciones para que los dos modelos convivan», y pone un motivo clave para que la ganadería extensiva «se esté muriendo»: «La estructura de propiedad de la tierra falla, esto obliga a que el ganado no se pueda acercar a los cultivos. En el vacuno no repercute tanto porque es un ganado más sedentario, pero el ovino-caprino está herido de muerte», sentencia.