Un 28 de enero que sí fue aunque no lo pareciera

San Julián se ha celebrado, sí, pero de una manera mucho más íntima, profiláctica, casi clandestina, sin incidencias en la Hoz del Júcar y con la devoción recogida en los cultos de aforo limitado de la Catedral y la Fuente del Oro.

El calendario decía que era 28 de enero, San Julián de Cuenca, aunque costara creerlo. Los dos dígitos, el 2 y el 8, estaban pigmentados este año del color negro que identifica a los días laborales y no del rojo que decora a los festivos. Así lo decidió el Pleno del Ayuntamiento para colocar San Mateo como día de feriado, que dirían en el español de América. Los munícipes que otrora cubrían el escueto trayecto entre la Casa Consistorial y la Catedral, este jueves permanecieron -previa disculpa de la ausencia al Obispado- en la primera, entregados a un maratoniano pleno en el que, en vez de mimbres y cestillos, se habló de Gamesa, el POM y los envases retornables. 

Pero vivimos tiempos tan excepcionales que ese cambio en el almanaque administrativo ha sido casi un anécdota, un detalle menor con el que nutrir bizantinas – o no tanto- discusiones en redes sociales a falta de ese foro ateniense que son las barras cerradas de los cerrados bares. Lo que verdaderamente ha sido determinante para apocar la y metamorfosear la festividad del patrón ha sido la situación epidemiológica. La elevada incidencia del coronavirus y medidas para jibarizarla han obligado a olvidarse de comidas campestres, besos a reliquias y panecillos pasando de mano a mano. No ha habido multitudes devotas aprovechando cada centímetro de banco con la voracidad con la que un constructor del desarrollismo sacaba partido de las hectáreas de la costa de Benidorm. San Julián se ha celebrado, sí, pero de una manera mucho más íntima, profiláctica, casi clandestina. 

En El Tranquilo, ese resort de la Hoz del Júcar para anacoretas, la agrupación de devotos había suspendido todos los actos y el dispositivo especial previsto por el Ayuntamiento y la Subdelegación del Gobierno había limitado a 50 personas (en grupos máximos de seis) el aforo. Fuentes de la institución municipal han explicado a última hora de la tarde a Voces de Cuenca que ni en ese paraje ni en otros cercanos se habían registrado incidencias reseñables. «Respuesta ejemplar de la ciudadanía», es el satisfecho balance. Con riego por goteo se han ido cercando algunos caminantes, en solitario o en pareja, para ver al santo y dejarle una oración, un ruego, un agradecimiento.

Sepulcro de San Julián. Foto: Catedral.

Los bocadillos de tortilla y chorizo no se han aireado al fresco de un invierno conquense hoy cruelmente benigno y los que querían exhibir su menú han debido recurrir a explanadas virtuales como Instagram, donde la contundencia gastronómica ha vencido por un día a quinoas, aguacates y cafés con una decoración más minuciosa que la del artesonado del Museo de Arte Abstracto.

Se han escuchado hoy espontáneos vítores al santo segundo obispo de la Diócesis de Cuenca, pero amortiguados por la sordina de las mascarillas, y como un reducto simbólico de una religiosidad popular que este año se ha quedado en responsable arresto domiciliario y ha cedido casi todo el protagonismo a la formal, oficial y litúrgica.

La Catedral ha acogido a las 17:30 horas la misa solemne de la festividad del santo burgalés según la leyenda y mozárabe toledano según la historia cuyos restos, o lo que queda de ellos, reposan precisamente en la seo. El actual obispo de la sede conquense, José María Yanguas -al que separan de Julián Ben Tauro 70 prelados en la lista del episcopologio conquense- ha sido el encargado de portar el valioso báculo de su remoto antecesor y presidir una ceremonia concelebrada junto a miembros del Cabildo.

El Nivel 3 de medidas especiales ha reducido al 40% el aforo del templo por lo que solo podían acceder 110 fieles presencialmente al amplio recinto catedralicio. Como alternativa se ha ofrecido la retransmisión por el canal oficial de la Catedral en YouTube para que todos los interesados pudieran seguir los cultos. Los pocos que estaban allí se han multiplicado por muchos tras las pantallas, evocando el milagro de los peces y los panes, ya se sabe que el cristianismo tiene una relación peculiar con las matemáticas.

Yanguas ha tenido un recuerdo especial para todos aquellos que han sufrido las consecuencias de la pandemia, especialmente los fallecidos. Y es que el obispo no ha obviado el signo de los tiempos y ha centrado su homilía en las enseñanzas que ofrece esta crisis sanitarias remarcando como la vida demuestra reiteradamente al ser humano que no tiene el control absoluto de la existencia, que no es dueño y señor. Toda circunstancia es una lección, ha sido una de las tesis de su discurso. Para evitar confusiones teológicas, ha advertido también contra esas concepciones que identifican la enfermedad como un castigo divino, descarándolas por incompatibles con el mensaje cristiano.

La eucaristía, que también ha contado con la participación de los seminaristas, se ha cerrado con la música del órgano traduciendo el pentagrama del himno al Santo, ese cuya letra insta a, «henchidos de alegría», cantar sin cesar «gloria al padre de Cuenca, loor a San Julián». Una melodía catalizadora de nostalgias. Unas notas que también activan el estallido de esas minas que, por las fechas especiales, hieren de metralla y orfandad a los que deambulan por los caminos del duelo.

El texto que escribiera el organista alcarreño Julián Ortiz a inicios del siglo XX también se ha escuchado en la Parroquia de San Julián de la Fuente del Oro, donde a las siete de la tarde se ha celebrado la Eucaristía, única superviviente de un programa que el año pasado, como los años anteriores, incluía también procesión por las calles del barrio, reparto de la caridad y juegos infantiles. 

Aforo limitado también, separación social y retransmisión vía Internet, con una conseguida realización, fruto de la experiencia adquirida por una comunidad parroquial que fue especialmente activa durante el confinamiento en evangelizar a través del streaming. Incluso con una sorpresa a modo de homilía dramatizada, rodada en el paraje de El Tranquilo, en la que se recreaban los diálogos entre el santo juliano y su fiel criado y discípulo, Lesmes tan antiguos como contemporáneos.

Ramón Page, párroco titular, ha presidido la misa, en la que además de obvias referencias a la situación actual ha glosado virtudes de San Julián, como su capacidad para no ser esclavo del dinero a pesar de su posición económica y usar sus talentos para sembrar el bien en la Cuenca de su época, «en nuestra época». Y es que el Evangelio del día es aquel en el que Cristo insta a no acumular tesoros en la tierra.

Otras parroquias de la zona nueva también han mantenido la llama de una festividad tan distinta en lo formal. En la Parroquia de San Román han estrenado una imagen que representa al santo, que ocupará la parte alta del altar mayor de la iglesia. Donada por un particular, ha sido realizada en los talleres de Artemartinez de Horche (Guadalajara).

San Julián de la iglesia de San Román. Foto: Obispado.

Testimonios de una devoción a prueba de pandemias a un santo cuya eficacia como intercesor frente a epidemias fue casi un axioma en el pasado. Sus hagiógrafos le atribuyen el milagro de conseguir frenar la peste que asolaba la ciudad cuando llegó a ella en 1198. Y en el siglo XVI apelaron a su taumatúrgica fama desde lugares como Málaga, Lorca, Sevilla y Burgos para episodios similares. Un 28 de enero de 2021 los católicos conquenses vuelven a musitar su «Ruega con nosotros» para que la muerte y la enfermedad colectiva cambie los titulares de la prensa local por los archivos y libros de historia.