Intercesiones y epidemias

Cómo los conquenses del pasado quisieron alistar a la divinidad en su guerra contra el enemigo cambiante e invisible de las enfermedades infecciosas encomendándose a los santos y a la Virgen

Las contagiosas desgracias dormitaban en leyendas remotas, en archivos, hemerotecas y libros de historia. Y, de repente, se desperezaron sacudiéndose el amarillento color del que está teñido el pasado. Su movimiento nos abofeteó con titulares que hablaban de miedo, cuarentenas y muerte. Esta vez no estaba lejos ni en el tiempo ni en el espacio. La historia de la humanidad es el relato de la lucha contra la enfermedad infecciosa. Peste, cólera, SIDA, tuberculosis, gripe… un enemigo invisible y de nombre cambiante al que periódicamente la naturaleza exige doblegar -o al menos domesticar- para pervivir como especie y civilización. 

Unas guerras en las los seres humanos, en su mayoría, quisieron alistar a la divinidad. Ante las epidemias, antes y ahora, se ha mirado a lo alto ya fuera para maldecir, exigir respuestas, hallar consuelo o reclamar piedad y milagros. Los conquenses de otros siglos se encomendaron a los santos y a la Virgen para que intercedieran por ellos en su búsqueda de ayuda para detener, esquivar o soportar el sufrimiento. Hombres y mujeres asustados y enfermos -como los de ahora- que desplegaron rogativas y dejaron para la posteridad, en forma de arte y devociones, su agradecimiento por el auxilio prestado.

San Julián

San Julián es una de esas figuras a las que los cristianos de Cuenca han recurrido reiteradamente en trances de este tipo. Sus hagiógrafos, como Trifón y Muñoz y Soliva, aseguran que cuando el segundo obispo de la Diócesis entró en Cuenca (1198) la ciudad estaba invadida por la peste. El prelado se entregó a asistir a los cristianos apestados con limosnas, administrando los santos sacramentos y hasta dándoles sepultura por sí mismo. Cuentan las crónicas que cuando estaba orando en la incipiente Catedral para que parase la epidemia se oyó una voz llegada del cielo que decía «por los ruegos de vuestro Obispo tiene Dios a bien que cese esta plaga. Enmendaos vosotros de vuestros pecados».

Un milagro que quedó inmortalizado en un cuadro que ahora puede verse en la Capilla Honda de la Catedral y que ha sido atribuido tradicionalmente a Bartolmé Matarana y fechado en el siglo XVI aunque Pedro Miguel Ibáñez cree que es del estilo de Cristóbal García Salmerón y lo sitúa alrededor de 1640. La obra tiene un valor documental añadido a sus virtudes artísticas, ya que refleja o recrea cómo fue la primitiva portada gótica de la seo, la primera de las tres que ha tenido junto a la barroca y la actual neogótica.

La eficacia de San Julián como intercesor ante las epidemias se volvió a demostrar en otras ocasiones a lo largo de la historia y no se circunscribió a los límites del entonces más extenso Obispado conquense. En Málaga, Lorca, Sevilla y Burgos se encomendaron a él a lo largo del siglo XVII ante las terribles pestes que asolaron sus localidades, solicitando reliquias al Cabildo catedralicio de Cuenca. Y el recuerdo a los favores concedidos permanece en esas latitudes, al igual que el culto juliano en algunos de sus templos.

Huellas en la Catedral

La que también continúa en Cuenca es la veneración a Santa Ana. En la Catedral hay un retablo dedicado a la Madre de la Virgen -trasladado al hundirse su ermita en el siglo XVIII- en cuya predela puede leerse un texto en latín en el que se hace referencia a la peste bubónica que afectó a la ciudad en 1285. En agradecimiento a su mediación para que parase la propagación de la enfermedad cada 26 de julio la Corporación Municipal renueva su voto ante el altar.

También lo hace, en este caso cada 5 de agosto, ante el recientemente limpiado retablo de la Virgen de las Nieves, también situado en la Catedral. A esta advocación mariana recurrió la ciudad ante la peste que afectó a la ciudad de Cuenca y otras urbes castellanas en 1492, en época de los Reyes Católicos. En 1716, ante otra ola generalizada de infecciones, reaparecieron las rogativas y en en el trance actual cada día se colocan velas ante su altar para rogar por la recuperación de los afectados y el eterno descanso de los fallecidos.

Más desconocida es la intervención de San Antolín. El director de la Catedral, Miguel Ángel Albares, revelaba en marzo, tras filmarla Gustavo Villalba y gracias a herramientas informáticas de tratamiento fotográfico, habían descubierto una moldura en la capilla del mártir visigodo en el que se le pedía que librase «a la ciudad y reino» de un contagio en 1649, cuando debió de haber un episodio de contagio masivo y sus calamidades asociadas, como el hambre.

El necrologio-obituario de la Catedral conquense invocaciones religiosas contra la peste: “Amonestaras e diras a todo el pueblo christiano que faga cantar tres misas, las de mi fijo Jhesu Christo con el oficio que dize ‘Lux fulgebit hodie cum gloria in excelsis Deo’ e ‘Credo in unum Deo’ e de la Santa Anastasia, e la de Sant Fabian, e la de Sant Sebastián”.

Glorioso San Roque

La ciudad no ha olvidado tampoco la peste padecida en 1508 y 1509 cuando juró celebrar todos los años la festividad de San Roque, peregrino occitano al que la cristiandad occidental ha atribuido tradicionalmente poderes taumatúrgicos contra la enfermedad. Cada 16 de agosto los miembros de la cofradía del «glorioso» lo llevan en procesión desde San Felipe Neri a la Catedral, y vuelta, recordando su crucial intervención. Por cierto, en ese siglo, en 1588, se produjo una de las oleadas de peste más dramáticas y dañinas. A su devastador saldo se unieron sequías y plagas de langosta que diezmaron la población de la ciudad hasta los 1.500 habitantes.

San Roque es además un santo muy ligado a la historia semanasantera local. La ermita de la que era titular, situada en el cerrillo homónimo, fue sede durante años del Cabildo de la Vera Cruz, Sangre de Cristo y Misericordia y de sus hermandades filiales, origen del Jueves Santo conquense. 

San Roque, Virgen de las Nieves, Santa Ana, San Julián, San Antolín… Y la Virgen de la Luz. A la patrona de la ciudad se pidieron favores reiterados cuando la salud colectiva estaba en peligro y desde 1736 se renueva el voto en agradecimiento a su labor intercesora por la población conquense en ese y otros trances. En 1749 hay testimonio de una procesión de rogativas de Nuestra Señora del Puente, como se le denominaba, desde su templo hasta la Catedral, pasando por otra iglesias y conventos de la parte alta, para que cesasen enfermedades y otras calamidades. 

En el mismo lugar donde se venera a la virgen negra del candil se encontraba el Hospital donde se trataba a las víctimas del ‘fuego de San Antonio’, una enfermedad provocada por la intoxicación por el cornezuelo de centeno, un hongo parásito de ese cereal. 

El ergotismo, su nombre clínico, afectaba principalmente a los grupos más desfavorecidos y se demostró con el tiempo que era de difícil contagio por contacto humano. Un dato que de desconocía en época medieval por lo que los centros destinados a curar y atender a los que la padecían estaban extramuros de las ciudades.

Otro histórico edificio de uso religioso, el antiguo Convento de San Pablo, se reconvirtió en hospital durante la epidemia de cólera de 1885. El actual Parador de Turismo sirvió como refuerzo al inmueble sanitario por excelencia de la historia conquense, el Hospital de Santiago, hoy residencia de ancianos y al que tradicionalmente han girado los pasos conquenses para reconfortar y orar por aquellos privados de salud. 

La Gripe española

Más cerca, a poco más de un centenario, estuvo la mal llamada gripe española (1918-19),  de la que tampoco se libró Cuenca. En 1918 se suprimieron las vacaciones escolares de Semana Santa para reajustar el calendario académico y recuperar las clases perdidas por el cierre de centros educativos en las primeras oleadas de la pandemia. Los desfiles y cultos de ese año discurrieron con normalidad.

La pandemia se dejó notar más en el programa de 1919. La situación durante el invierno era cada vez más complicada y algunos investigadores apuntan de que los festejos de San Antón de aquel año fueron un foco de contagio por la concentración que suponía.

En marzo la situación era grave. El obispo Sangüesa organizó en la Catedral un triduo solicitando la ayuda mediadora de la Virgen del Sagrario y de San Julián. Ese mismo mes, periódicos locales como El Liberal informaban de la cancelación de los actos profanos que se iban a celebrar el Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección: pasacalles de la Banda de Música, Gigantes y cabezudos, sesión de cine, fuegos artificiales y toros, entre otros. 

Sí que se desplegaron, del 13 al 20 de abril, las ceremonias y procesiones habituales, que ni el Ayuntamiento ni la Junta Provincial de Sanidad quisieron suspender, al contrario de lo que sucedió con eventos como los Carnavales de Cádiz o ferias en la provincia. Es más, el Consistorio promovió una procesión extraordinaria a modo de rogativa contra la gripe. Partió el domingo anterior al de Ramos desde la iglesia de El Salvador con las imágenes de San Roque, Jesús Nazareno de (El Puente) y Nuestra Señora de la Luz. Cuando el cortejo llegó a Carretería comenzó un fuerte aguacero por lo que hubo que llegar a la mayor celeridad posible hasta San Antón, acompañadas de numerosos fieles a pesar de la meteorología. 

Jesús del Puente y su homónimo de El Salvador al igual que otras advocaciones históricas como la Soledad del Puente o el Cristo de la Salud, entre otras, participaron en diferentes rogativas en los siglos XVIII y XIX motivadas por la falta de lluvia, principalmente, o la enfermedad y la escasez de alimento. Males que se retroalimentaban entre sí, por otra parte.

Elaborado a partir de textos de José María Rodríguez, José Vicente Ávila, Julián Recuenco, Alberto González, Pedro Miguel Ibáñez, María de la Almudena Serrano, Israel J. Pérez Calleja, Lourdes Morales, Julián Torrecillas, Miguel Ángel Albares y jesusdelpuente.com.  

Artículo publicado originalmente en ‘Gólgota’, la revista de Voces de Cuenca sobre la Semana Santa de Cuenca. Puedes verla y descargarla al completo aquí. Si deseas la versión en PDF pincha en este enlace.