La adversidad

F. Javier Moya del Pozo

Cuando cualquier incomodidad nos sirve de lamento, también nos sirve de excusa

Toni Nadal.

La muletilla con la que muchos gestores públicos comenzaban todo discurso para anunciar desde el arreglo de una acera a la creación de 3 puestos de trabajo en su ciudad era “ Como no podía ser de otra manera”. Confieso que me irritaba, pues la vida, desgraciadamente, nos demuestra día a día que las cosas pueden ser de forma muy distinta a como las imaginamos y deseamos. Y el que los hechos se hayan desenvuelto como nos describe un político no implica, ni mucho menos, que sea lo más acertado; a pesar del anuncio envuelto en su capa de conseguidor.

Pasamos ayer tarde unas horas inolvidables, con un Rafa Nadal, cuyo primer entrenador, su tío Toni Nadal, escribiera en su libro “ Todo se puede entrenar”: La adversidad forma parte de la vida y, por tanto, es natural. Yo intenté que mi sobrino entendiera esto y que lo aceptara. Es necesario relativizar lo que no depende de nosotros, no sentirnos superados ante lo que son inconvenientes naturales o normales. Nuestra trayectoria, de hecho, ha sido una continua superación de obstáculos no previstos, un rosario de inconvenientes, unos más preocupantes que otros. Efectivamente, las cosas pueden ser de muy diferente manera, pero lo importante, como destaca el gran Toni en su libro, es el esfuerzo, la actitud de superación y sacrificarse por las metas propuestas.

Hace ya un tiempo, en este mismo medio, y a propósito de otra gran victoria de Rafa Nadal, escribía que los ciudadanos no desean que los políticos les ilusionen con sus palabras y promesas antes de realizar su gestión pública; quieren que sea ésta la que les convenza de que son los adecuados para ser sus gobernantes. Puede que no se llegue a alcanzar todo lo que nuestra sociedad necesita, pero es imprescindible que el ciudadano de a pie perciba que quienes le dirigen, quienes le piden paciencia y comprensión en las crisis y malos momentos, también se sacrifican y esfuerzan por el bien común, tal y como escribió D.R. Hawkins: “ los estadistas se sacrifican por el bien colectivo, mientras que los políticos sacrifican el interés colectivo en su propio beneficio”. En la conciencia de cada uno de quienes se dedican a la actividad política radicará el juicio personal sobre la categoría a la que pertenecen; y, en verdad, es algo difícil de determinar cuando los partidos se han convertido en sistemas donde el poder y control sobre los afiliados es esencial; como lo demuestra que ninguno admita las listas abiertas, opción que daría a los electores una amplia capacidad de votar a los mejores, a los que demuestren esfuerzo y generosidad hacia el interés colectivo.

Porque existe la posibilidad de que el ciudadano, parafraseando a San Francisco de Borja ante el cuerpo sin vida de su reina, llegue a exclamar: “ Nunca más votar a quien me pueda defraudar”.