El Barça de Leo y las pérdidas de balón ahogan al Incarlopsa Cuenca en el Palau (38-20)

Perder contra el Barça, incluso perder de muchos, entra dentro de los previsible, esperable y comprensible para cualquier equipo de la Liga Asobal, hasta en esta temporada en la que el club catalán ha mostrado algunas vulnerabilidades. Así que el 38-20 que se ha llevado el Incarlopsa Cuenca en la mañana de este sábado del Palau Baulgrana no es en sí mismo ni un disgusto mayúsculo ni un marcador para la preocupación. Sí que lo son algunas de las sensaciones que el club conquense, hoy de verde y negro, ha transmitido durante buena parte del encuentro: perdidas constantes de balones, pocas ideas en ataque, falta de iniciativa ofensiva y una defensa que, sin ser lo peor del balance, no rinde como acostumbraba. Solamente los últimos minutos de la primera mitad han permitido observar a un equipo más ordenado y competitivo y disimular un tanteo que hubiese sido aún más escandaloso.

Paradójicamente, y sirva el dato para el inventario de anécdotas, el Incarlopsa comenzó con ventaja el partido: parada de Samuel Ibáñez a Makuc y gol de Leo Pranter para poner el 0-1 en el 1:23. En el 3 era Nazaré el que ponía el 1-2. Pero desde ese momento se activó la maquinaria del Barcelona, que sacó el rodillo para irse de 8-3 en el minuto 12.

Con una plantilla tan amplia, los méritos del Barcelona suelen ser como los premios de la Lotería de Navidad, muy repartidos, pero no es obviable el papel de Leo Maciel, que ha firmado un sobresaliente 47% de parada ahondando en la nostalgia por él que pervive en Cuenca. Y, entre los buenos, Parera firmó una actuación espectacular.

En Cuenca las precipitaciones y los errores dejaban en bandeja las contras, sin apenas trenzar jugadas, abonados a los balones parados y con los lanzadores desaparecidos o desacertados. Los 0 de 1 de Pizarro y Thiago resumen numéricamente la dinámica del partido.

Al falta de diez minutos para el descanso y poco después de un obligado tiempo muerto de Lidio Jiménez el marcador reflejaba un 13-5 que presagiaba un desastre de mayor magnitud que el disculpable. Hubo entonces un conato de reacción. El trabajo defensivo se intensificó, Samuel Ibáñez encadenó varias paradas y en ataque al menos se miró más y mejor a portería. Todo ello permitió maquillar hasta el 16-10 y soñar en otra dinámica para la segunda mitad.

Pero tras la reanudación apareció poco otra pájara, impulsada sobre todo por las precipitaciones ofensivas. El Barcelona no perdonó, o perdonó lo justo, y otra vez consiguió ampliar la brecha para que a los cinco minutos hubiera un 20-12.

La sangre ya había llegado al río y estaba anegando la vega. La historia del resto del partido ya no daría ningún giro que levantara de sus butacas a los espectadores del desangelado Palau. El dominio local siguió inapelable y de nada sirvieron recursos como la entrada de Grbavac en portería. Sí que algunos jugadores como Bulzamini estiraron brazo con un par de goles y se pudieron aplaudir algún destellos de los extremos o desde el pivote. Premios de consolación e insuficientes revulsivos ante los fallos en los pases, los balones extraviados y la superioridad asfixiante concretados en el 38-20.

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