«Volver a Cuenca y a su Semana de Música Religiosa es un regalo y espero que también sea una fiesta»

Entrevista con Antonio Ruz, coreógrafo, bailarín y Premio Nacional de Danza que abrirá la Semana de Música Religiosa el 7 de abril con la Compañía Nacional de Danza e 'In Paradisum'

La Semana de Música Religiosa arrancará el próximo 7 de abril con la puesta en escena de ‘In Paradisum’ a cargo de la Compañía Nacional de Danza. El creador de la obra, el coreógrafo, bailarín y Premio Nacional de Danza, Antonio Ruz, presenta en esta entrevista su nuevo espectáculo.

¿Qué es exactamente In Paradisum?

Es una obra coreográfica que es mi primera creación para la Compañía Nacional de Danza, en la que bailé como intérprete allá por 2006, cuando la dirigía Nacho Duato. En esta nueva dirección de Joaquín de Luz, mi compañero me invitó nada más empezar a dirigir la compañía hace tres años, él tenía la intención de invitarme para que hiciese una creación original para el elenco. La idea que desarrollé junto al músico y compositor Pablo Martín Caminero, y empezamos a gestar la idea en 2016.  

La música tiene como punto de partida a Tomás Luis de Victoria, un autor de sobra conocido en la Semana de Música Religiosa de Cuenca. 

La obra plantea una reflexión, una especie de metáfora sobre la búsqueda de espiritualidad en nuestro tiempo. Es curioso porque la plantea desde un viaje temporal, usar la música de Tomás Luis de Victoria en danza se ha hecho muy poco. Nos parecía una idea original, siguiendo mi línea de mostrar al público y dar a conocer compositores del patrimonio musical español, y era la ocasión perfecta para mostrar música sacra del Renacimiento y otras músicas populares actuales que tienen que ver con el tecno, el rock, el heavy o el free jam, que son músicas donde vemos cómo las masas se acercan a la idea de ritual o de éxtasis, algo místico. Es este juego lo que plantea la pieza. 

Además, toma como referencia la pintura de El Greco. 

Sí. Es algo muy bonito, como es que todo el concepto estético de la obra, iluminación y escenografía, esté inspirado en la obra pictórica de El Greco. A su vez, es contemporáneo con Tomás Luis de Victoria, y se le ha comparado en el mundo de la pintura por esa ambivalencia que tienen sus cuadros, que por un lado son muy místicos pero también son muy extravagantes, expresivos, tienen ese lado entre lo mundano y lo sagrado, entre lo espiritual y lo terrenal. 

Esa dualidad está también muy presente en In Paradisum

Los dos, tanto el compositor como el pintor, navegan en esos polos opuestos. Y también la obra In Paradisum, porque creo que no hay paraíso sin infierno. Ese juego entre polos opuestos en la obra está muy presente. Es una obra coral, de 18 bailarines, en la que se habla mucho de la comunidad y la conectividad, de cómo el ser humano a través de la historia ha necesitado herramientas o vehículos, momentos o rituales para reunirse en torno a la música y el cuerpo. Cómo trascender y sentirse parte de un todo. Esta es la inspiración, luego el público al final hace su propia lectura, y esa es la capacidad que tiene la danza contemporánea, de con el movimiento y con la expresión hacer que el público se emocione, se conmueva y pueda viajar y a través de esas imágenes llevarse su propia interpretación de la obra, que es lo que ha ocurrido cuando se estrenó el año pasado en los Teatros de Canal. 

¿De qué forma la pandemia influenció en la puesta escena final de In Paradisum?

Cuando se confirmó mi colaboración con la Compañía Nacional de Danza fue en 2019. La pandemia llegó en marzo de 2020 y empezaron las cancelaciones, pero Joaquín de Luz, con muy buen hacer y una lucha que tuvo increíble, mantuvo los proyectos al máximo. Estoy muy agradecido a él y a la compañía por todo el esfuerzo que hicieron. 

En plena pandemia, en junio de 2020, y después del encierro que tuvimos con un elenco de bailarines encerrados en casa sin poder entrenar, tocarse, bailar y hacer su trabajo, llegué a la Compañía Nacional de Danza y propuse un laboratorio, una especie de taller creativo de una semana, en el que preguntaba a los bailarines qué era para ellos la espiritualidad. Esa pregunta en ese momento concreto tenía mucho peso, porque el hecho de haber estado encerrados y tener tanto tiempo para pensar, fue muy emocionante la respuesta que recibimos, tanto de palabra como las que expresaban con su cuerpo. Necesitaban expresar, tocarse y ser ellos mismos. 

Por supuesto y claramente la situación de encierro y de pandemia ha influenciado al elenco y a mí. La obra ha ido cogiendo durante este tiempo un tinte de canto a la libertad, a la expresión, a la espiritualidad, a la colectividad y al individuo. Al final, esta situación mundial nos ha afectado a todos, y tener a esos 18 bailarines en escena vibrando juntos con esa música tan espiritual y sagrada es muy emocionante. Me afectó para hacer una obra que hablase de lo que necesitábamos en ese momento, que era bailar juntos, ir a una discoteca o a un concierto juntos, que habíamos estado muchos meses sin poder hacerlo.

Con In Paradisum, vuelve a Cuenca a reencontrarse con la Semana de Música Religiosa. ¿Se siente algo especial actuando en este festival?

Sí, tuve la suerte en 2011 de participar en la SMR con una obra de música coral que se titulaba ‘Libérame’. Estuvimos en la iglesia de la Merced con el coro Vocalconsort Berlin y la verdad es que la experiencia fue increíble. Volver a un festival siempre para mí es un regalo. El festival ha tenido una evolución, yo por otro lado también, y volver a Cuenca también. He estado en otros ambientes y contextos, pero este festival con esta imagen renovada, con el nuevo director Daniel Broncano, y con su nueva programación tan diversa, inclusiva y de diálogo con otras disciplinas; y que la danza gracias a ese espectáculo tenga visibilidad en esta SMR, para mi es una fiesta. Y espero que In Paradisum sea también una fiesta.