Solamente 3 de los 238 municipios de Cuenca registran más nacimientos que muertes

En el 54% de los términos conquenses no recibieron ningún nuevo bebé durante el año pasado y solamente el 12% quedaron libres de fallecimientos

Durante 2020 arreció el invierno demográfico que enfría la provincia de Cuenca desde hace décadas. Durante el año pasado, según los datos de Movimiento Natural de la Población que acaba de publicar el Instituto Nacional de Estadística (INE), solamente 3 de los 238 municipios conquenses registraron más nacimientos que muertes. Las excepciones a la norma se localizaron en Tarancón (120 bebés de madres residentes en la localidad frente a 118 fallecimientos de vecinos); Casas de Guijarro (2 vs 1); y Valverdejo (1 vs 0).

En el resto de términos el crecimiento vegetativo fue nulo o negativo. En la capital las defunciones (728) duplicaron los alumbramientos (355). Un saldo negativo de 373 almas que en San Clemente se cifró en 80, en Villamayor de Santiago en 45, en Belmonte en 41 y en Las Pedroñeras en 40.

En más de la mitad de los municipios de Cuenca (130, el 54%) no pudieron celebrar ningún nuevo nacimiento el año pasado mientras que únicamente un 12% (29) quedaron libres de muertes.

En el conjunto de la provincia conquense la pérdida de habitantes por movimientos naturales alcanza los 1.984 habitantes, una cantidad que supera el padrón de municipios como Arcas, Huete o Belmonte y que se aproxima al de Minglanilla, el 15º más populoso del territorio.

El INE todavía no ha difundido la versión definitiva y completa de la estadística de migraciones intra e internacionales, una variable que, según las cifras provisionales que se avanzaron en junio, puede corregir o mitigar coyunturalmente ese retroceso poblacional gracias a fenómenos como el auge del teletrabajo o la búsqueda de espacios menos densos y viviendas más grandes tras el confinamiento. No obstante, un repaso a la serie histórica advierte de que -salvo en épocas o en núcleos muy concretos con una presencia elevada de trabajadores extranjeros- estos movimientos de unos territorios a otros no son suficientes para contrarrestar un crecimiento vegetativo negativo tan acusado y sostenido como el que padece la zona.

La magnitud de la sangría demográfica no se puede desligar de la pandemia del coronavirus. Así, el exceso de mortalidad asociado principalmente a la COVID-19 elevó el número de defunciones a 3.177, el máximo desde 1957. Los nacimientos tocaron suelo hasta los 1.193, aunque en este indicador la influencia de la excepcional situación comenzará a distinguirse en los datos de 2021, cuando se compruebe si funcionó como elemento disuasorio para los embarazos.

Y es que la crisis sanitaria explica mucho de estos números, pero no todo. Más que provocar un cambio de tendencia lo que ha hecho ha sido acelerar, agudizar un panorama preexistente que tiene mucho que ver también con el envejecimiento de la población.

También se consolidan edades más tardías para engendrar hijos. La horquilla de los 33 a los 37 años encuadró a la inmensa mayoría de las mujeres residentes en Cuenca y provincia que dieron a luz durante el año pasado. Las menores de 29 años son ya porcentualmente una minoría.