Un estudio señala que el comienzo de la pandemia supuso un respiro al despoblamiento rural

Un nuevo estudio constata que los movimientos hacia los municipios rurales aumentaron un 20,5 %, mientras que las salidas disminuyeron un 12,6 % en 2020. Las localidades de menos de 10.000 habitantes cercanas a las grandes ciudades fueron los destinos donde más se observó este incremento.

Una investigación liderada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y el Centro de Estudios Demográficos (CED-CERCA) ha analizado los cambios de residencia de la Estadística de Variaciones Residenciales (EVR) entre los 8.131 municipios españoles. El estudio, publicado en la revista divulgativa Perspectivas Demográficas, revela alteraciones en los patrones de las migraciones internas durante 2020, en comparación a la media del periodo 2016-2019.

Este trabajo constata que los movimientos hacia las ciudades descendieron un 15,4 % y las salidas desde estas en dirección a otros municipios españoles aumentaron un 6 %, con un mayor incremento en las emigraciones internas desde las ciudades más pobladas: un 21 % en Madrid y un 13,1 % en Barcelona.

Los movimientos hacia las ciudades descendieron un 15,4 % y las salidas desde estas en dirección a otros municipios españoles aumentaron un 6 %

En las áreas rurales, la dinámica fue a la inversa. Las salidas disminuyeron un 12,6% y las entradas aumentaron un 20,5 %,con un saldo migratorio positivo de casi 88.347 personas en 2020, en comparación a la pérdida de 8.034 de media del periodo 2016-2019. En cambio, en los espacios periurbanos y las ciudades pequeñas sin área urbana no hubo grandes diferencias.

Crece el atractivo de las áreas rurales 

Los municipios de menos de 10.000 habitantes fueron los destinos hacia los que más se incrementaron los flujos desde las principales ciudades en 2020, especialmente a aquellos situados entre 40 y 160 kilómetros de las principales urbes. La emigración interna desde Madrid aumentó así un 21 %, y desde Barcelona, un 13,1 %.

La mayor parte de los municipios rurales registraron ganancias de población por migración interna en 2020, debido, por un lado, al descenso de la emigración y, por otro, al aumento de la inmigración desde las ciudades.

Los municipios de menos de 10.000 habitantes fueron los destinos hacia los que más se incrementaron los flujos desde las principales ciudades en 2020

Las áreas rurales vinculadas a las grandes ciudades por la presencia de segundas residencias o lazos familiares y sociales fueron los territorios con las ganancias de población más elevadas: los municipios del Sistema Central conexos con la ciudad de Madrid (el norte de la provincia de Madrid, el oeste de Guadalajara, el este de Toledo y la franja sur de Ávila, Segovia y Soria); el Pirineo Catalán, la Costa Brava y la Costa Dorada, ligados a la ciudad de Barcelona; el Pirineo Aragonés, con una fuerte vinculación con la ciudad de Zaragoza; y el noreste de la Cordillera Cantábrica, al norte de Burgos, vinculado al País Vasco. Por último, resaltan los pueblos del sureste del Sistema Ibérico y algunas localidades litorales del Comunidad Valenciana.

Lejos de ser un éxodo urbano

La irrupción de la pandemia tuvo un impacto notable en las migraciones internas durante 2020 y supuso un respiro a los procesos de despoblamiento rural. Sin embargo, las variaciones observadas están lejos de representar un cambio en el modelo migratorio español o una reversión de los procesos de despoblamiento rural.

La mayor parte de los desplazamientos se produjeron entre ciudades y dentro de ellas, igual que antes de la pandemia. Además, “es probable que los cambios observados fueran coyunturales, ya que los datos mensuales muestran que las salidas desde las áreas rurales y las llegadas a las ciudades recuperaron los valores previos a la pandemia nada más terminar el confinamiento domiciliario”, explica Miguel González-Leonardo, investigador de la UAB y del CED.

El estudio también observa una convergencia con las cifras 2016-2019 en el caso de la emigración desde las ciudades hacia las áreas rurales en el mes de diciembre de 2020.

“La mayor incidencia de la pandemia en áreas densamente pobladas, las restricciones de movilidad, la voluntad de mejorar las condiciones habitacionales y la expansión del teletrabajo podrían haber modificado los comportamientos residenciales de la población de manera temporal durante los primeros meses de la pandemia, pero probablemente no a largo plazo”, concluyen los autores del estudio.