Un apellido para el libro

Eran las tres en punto de la tarde.

Un hombre sacó una escueta mesa

a las tres en punto de la tarde…

Me permito evocar estos versos de Lorca para conmemorar mi particular día del libro y compartir con ustedes la anécdota que me ha movido a escribir estas líneas y que luego relato. Les recuerdo en primer lugar que esta era de la posmodernidad iconoclasta es muy dada a romper con muchos mitos del pasado en medida similar a la que erige otros nuevos relacionados con el consumismo dominante para hacer seguidismo de comportamientos que se consideran políticamente correctos, también en los consumos culturales. La celebración de El día del libro, a mi modo de ver, es buena muestra de ese consumismo aunque tenga efectos muy positivos para subir los índices de lectura con títulos que no siempre son los que ayudan a una lectura más edificante. Esta mitificación del objeto libro como valor absoluto per se hace olvidar muchas veces otros aspectos no menos importantes que rodean el hecho libresco: las condiciones materiales y personales del autor, el hecho mismo de la lectura como actividad sensorial e intelectiva- ocular, táctil, auditiva, gustativa y olfativa- del lector, los motivos de la adquisición ( para consumo propio o como muestra de amistad o afecto), la finalidad de la propia lectura, la influencia que ejercen los mediadores académicos o televisivos y los propios libreros. Pues bien, a estos últimos me quiero referir trayendo a colación la anécdota que antes les anunciaba, dado que entiendo que la mitificación de tal objeto puede impedirnos una visión más amplia del hecho lector.

Les cuento; para introducir a mis cachorritos en el consumo de la cultura impresa y con el ánimo de hacerlos lectores noveles, me he tropezado este viernes con una mesa llena de libros a eso de las tres de la tarde en lo que antaño fuera Parada de los Taxis; hasta ahí todo normal si no hubiera sido porque a su cuidado se encontraba un ciudadano propietario de la librería dando cuenta  con aparente avidez de un bocadillo digno de un trabajador manual. Tal ha sido mi sensación que me he sentido obligado a hacer pública mi admiración y loa hacia esta persona que, aparte de defender su negocio, permanecía a esas horas detrás de la mesa como si de un servicio público se tratara; no pude por menos que establecer comparación con otras dependencias que denominamos públicas como tales, que ya habían bajado la persiana hacía alguna hora si es que la habían subido para atender al público. No hará falta explicitar más que el apellido Evangelio está presente en esta evocación mía ni recordar que en Evangelio de arriba o en Evangelio de Carretería hemos compartido tertulia y lecturas quienes hemos tenido la suerte o la decisión de vivir de cerca el mundo de los libros, sin que Internet ni otras plataformas nos privaran de ese regusto por el contacto material con el libro antes de pasar a poseerlo con la lectura personal.

Como decía antes, la labor de los mediadores-donde se incluyen los libreros- desempeñan una labor primordial en el fomento activo de la lectura y no cabe duda de que en estas situaciones tan difíciles su supervivencia es importante para todos. Desconozco si es considerado sector estratégico o no, pero no estaría mal que las instituciones contemplasen esa posibilidad para que, si fuera necesario, no falten estímulos a la industria del libro más allá de este día creado para el consumo.

Con este humilde homenaje que quiero rendir a la familia Evangelio por su dedicación casi secular a la cultura en general y a la cultura del libro en particular quiero hacerlo extensivo también a todos aquellos emprendedores que más recientemente han iniciado esta aventura de hacernos más civilizados, porque creen que la lectura puede conseguirlo. Felicidades a todos por este día del libro, tan anodino en lo climatológico y tan poco vistoso por imposición pandémica; ya vendrán tiempos mejores para la celebración exterior, pues nada impide que sigamos celebrándolo e incentivemos esa lectura personal e interior que puede hacernos más libres. Entre tanto, Fernando, que aproveche ese bocadillo de obrero y que el día del libro te haya resultado también fructífero en el mantenimiento de tu negocio; eso querrá decir que la lectura sigue siendo una buena inversión, especialmente si acercamos a ella a los más jóvenes.