Bea Jiménez
Candidata a la Alcaldía de Cuenca por el PP
Los conquenses hemos de sentirnos orgullosos de muchas cosas y, una de ellas, es tener como patrón a San Julián. Seas, o no, creyente, una vida como la de Julián Ben Tauro, nuestro San Julián, es una enseñanza de la que aprender continuamente.
San Julián, además de ser un estudioso que llegó a las máximas distinciones académicas, fue un hombre entregado a sus semejantes, sobre todo a los que menos tenían. Y sobre todo fue un hombre bueno.
Antes de llegar a Cuenca, se recorrió toda España predicando. Su fama debió ser grande porque varios pintores se han ocupado de nuestro santo patrón. En la Iglesia Parroquial de Valdemoro, por ejemplo, hay un cuadro: «La Virgen y San Julián», que algunos han atribuido a Goya.
San Julián siempre estuvo cerca de los más pobres. Nuestra tradición nos cuenta que no dudaba en ponerse “manos a la obra», elaborando cestillos que luego vendía.
El primer año de la llegada de Julián Ben Tauro a Cuenca, 1198, por diversas causas, Cuenca fue azotada por el hambre y la peste. San Julián demostró ser un prelado que dio unas enormes muestras de «buen gobernante», siendo previsor y logrando paliar las enormes dificultades que padecían los ciudadanos de Cuenca.
San Julián era un cristiano mozárabe, un cristiano que vivía en territorio musulmán. Quizá por ello tenía una especial predisposición para buscar que cristianos, judíos y musulmanes convivieran en la medieval Cuenca.
Gobernante eficaz, que se situaba al lado de los que menos tenían, trabajador y estudioso, e impulsor de la convivencia entre los distintos credos. Como decía antes, tengas o no fe, su legado debe inspirarnos a los que somos sus hijos.
Creo que nuestro patrón, San Julián, merece que todos nos esforcemos en que la celebración de su festividad tenga la mayor relevancia posible.
¡Feliz día de San Julián a todos! ¡Viva San Julián! ¡Viva Cuenca!