Jesús Patiño Rubio
Dice Albert Recasens, director de la Grande Chapelle, que Carlos Patiño es el “gran pintor musical de la Virgen”. Si Murillo es el pintor de Inmaculadas, Patiño es su músico. De hecho, en el único retrato que se conserva de él, en la Biblioteca Nacional, aparece sujetando con su mano izquierda la partitura de su célebre obra María Mater Dei.
El director y musicólogo catalán habla como experto, y yo lo escucho como paisano de Patiño, como natural de Santa María del Campo Rus (Cuenca), el pueblo en el que nació en 1600 y que precisamente cogió el nombre de la Virgen al pasar de manos musulmanas a cristianas, vinculándose a ella en sus tradiciones hasta nuestros días.
Y me regocijo y recreo en cómo sería su vida desde que empezó sus pasos en el Convento de los Trinitarios de Santa María hasta su llegada a la Corte de Felipe IV como Maestro de la Capilla Real.
Así me pasé casi todo el acto del pasado día 1 de junio en Madrid, de presentación del disco Carlos Patiño: música sacra para la Corte, grabado en la Iglesia de San Quintín en Sobral de Monte Agraço (Portugal), en la que además de Recasens intervinieron: Pablo L. Rodríguez, profesor de la Universidad de la Rioja y crítico de El País, Guillaume Kientz, Director de la Hispanic Society (Nueva York), y Antonio Álvarez-Ossorio, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.
La grabación sobre el compositor más importante de la primera mitad del siglo XVII en España, se ha hecho realidad gracias a la investigación de Recasens en el Instituto de Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra y al patrocinio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Comunidad de Madrid.
Sin duda es este un gran esfuerzo de recuperación y divulgación del repertorio musical de Carlos Patiño, que forma parte ya no solo del patrimonio cultural español y europeo, sino universal, pues Patiño -desde su magisterio en la Real Capilla- era observado e imitado no solo en España sino en todo el mundo.
Además me consta, y aquí viene la buena noticia, que este trabajo va a continuar, contribuyendo así a saldar una deuda histórica que nuestro país tiene con los compositores del Siglo de Oro hispánico, unos auténticos desconocidos al lado de otros genios comparables de la literatura o pintura de la época, como Calderón de la Barca o Velázquez.