«Zóbel fue un artista muy consciente de que su trabajo iba a consistir en traducir el pasado al futuro»

Entrevista a Manuel Fontán, director de Museo y Exposiciones de la Fundación Juan March y director del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca

El próximo día 5 de marzo se clausura uno de los acontecimientos culturales del año, la exposición dedicada a Fernando Zóbel en el museo del Prado. Con tal excusa conversamos con Manuel Fontán, director de museos y exposiciones de la Fundación Juan March y del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca sobre el impacto que ha tenido la muestra. Asimismo, en esta larga charla se abordan cuestiones relacionadas con el museo conquense y, cómo no, con el horizonte temporal del año 2024, centenario del nacimiento de Fernando Zóbel.

Como uno de los de los comisarios me gustaría que nos hiciera un balance de lo que ha sido la exposición y qué supone el hecho de que Zóbel haya expuesto en el Prado, de que la figura de Zóbel se haya podido ver en el Museo más importante de España.

Como dice, soy uno de los dos comisarios. El otro, y yo diría que principal, ha sido Felipe Pereda, que es el Fernando Zóbel Professor for Spanish Art en Harvard, la universidad en la que estudió Zóbel. Y si hay que hacer un balance, aunque no ha acabado todavía, diría que el Prado está muy contento porque la exposición ha tenido muchos visitantes y también lo estamos nosotros. Hay un contento general, no sólo por el índice de visitantes y por lo exitoso que está resultando el catálogo de la exposición, que se ha tenido que reeditar, sino por una serie de efectos beneficiosos que ha tenido la exposición.

En primer lugar, cuando el Prado finalmente nos encargó que comisariáramos esta exposición, nuestra idea era doble. Por otra parte, que la exposición consiguiera una cierta reevaluación lo más brillante posible del valor de Zóbel como artista plástico, y eso es muy obvio que se ha conseguido. Incluso en comparación con los grandes maestros del pasado, la obra de Zóbel tiene una fuerza y una especificidad muy llamativa, que es un pintor muy notable de la segunda mitad del siglo XX. Digamos que eso no sólo ha sido probado por el respaldo que supone que la exposición haya sido muy visitada, sino que la crítica especializada ha sido unánime en su valoración positiva.

Como señalaba, quedan todavía un par de semanas de exposición. Para los últimos rezagados que aprovechen estos días para visitarla, ¿qué es lo que se van a encontrar en ella?

Se van a encontrar una exposición que suma a las obras más relevantes de Zóbel cerca de una cincuentena de cuadernos de trabajo que son el testimonio gráfico de una conversación con dos tradiciones, la tradición pictórica occidental, la gran pintura europea, con la tradición china y japonesa que Zóbel mantiene de manera sistemática y persistente durante toda su carrera y a partir de cuyo conocimiento y de cuyo trabajo consigue ese lenguaje abstracto que le caracteriza.

Yo diría que se animen, porque es una circunstancia histórica, no va a ocurrir más en nuestra vida, seguramente no va a ocurrir más en muchísimo tiempo y creo que es fácil darse cuenta de lo extraordinario que resulta que un museo que tiene doscientos años y que reúne piezas desde la escultura griega hasta finales del XIX recoja y consagre la obra de un artista abstracto de la segunda mitad del siglo XX.

Creo que quien no la vea se va a arrepentir, tendrá la posibilidad todavía de imaginarla con el catálogo en sus manos, pero eso no será comparable a la experiencia de ver a Zóbel en el Prado.

“Es fácil darse cuenta de lo extraordinario que resulta que un museo que tiene doscientos años y que reúne piezas desde la escultura griega hasta finales del XIX recoja y consagre la obra de un artista abstracto de la segunda mitad del siglo XX”

Manuel, ¿por qué en el Prado y no en un museo de arte contemporáneo?

Esta es la gran pregunta, por decirlo con la canción aquella famosa de Burning, la pregunta inicial es ¿qué hace una chica como tú en un sitio como este? ¿Qué hace Fernando Zóbel, un abstracto de la segunda mitad del siglo XX en un museo clásico, enciclopédico, histórico como el Prado? Pues, primero, la exposición en el lugar paradigmático del arte moderno y contemporáneo en nuestro país, que es el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, ya tuvo lugar en 2003, cuando ese museo programó una gran retrospectiva, una antológica de Zóbel.

¿Por qué en el Prado? Es muy obvio que el Prado debe y puede programar artistas en cuya obra haya una clara referencia a aquello que el Prado conserva, preserva y decide, que es la gran tradición de la cultura y creo que es muy difícil encontrar un artista cuyo conocimiento de esta tradición sea comparable a Fernando Zóbel. Por supuesto que muchos artistas han tenido relación con el pasado, muchísimos, yo diría que casi todos, salvo las vanguardias radicales que a principios de siglo decidieron que para producir lo realmente nuevo, lo radicalmente nuevo, había que eliminar el pasado, pero es muy difícil encontrar un artista en el que esa conversación con los maestros del pasado, con la tradición occidental y oriental, sea tan sistemática y haya dejado tanta huella. Hay que pensar que Zóbel nos lega casi 150 cuadernos de apuntes llenos de testimonios de esa conversación continua. Es un artista, en definitiva, que ha dejado testimonio de que veía dibujando y buena parte de ese trabajo de ver dibujando se producía en los museos, en todos los museos del mundo y muy particularmente en el Prado.

Foto: Esteban de Dios.

Me ha llamado mucho la atención el título de la exposición, «El futuro del pasado». ¿Cuál es la razón por la que han escogido este título?

El futuro del pasado se parece al título de un famoso libro de un historiador alemán y lo hemos elegido porque nos parecía que expresaba de una manera muy lúcida el sentido de la exposición. Zóbel es un artista que desde su edad más temprana, cuando está estudiando Humanidades e Historia del Arte en Harvard, es muy consciente de que lo que él haga como artista va a tener que ver con el pasado, que, en definitiva, su trabajo como artista va a consistir en traducir el pasado al futuro, algo que hizo en el tiempo que vivió y que dedicó a trabajar, más o menos entre finales de los años 50 y el año 84, en el que temprana y dolorosamente nos deja. Digamos que es un artista que considera que el futuro no pasa por hacer tabla rasa del pasado sino por ser consecuentes con esa idea de que la humanidad es un género que vive en un plebiscito a caballo entre una continuidad histórica entre el pasado, el presente y el futuro. Somos siempre el pasado de los que vendrán después y somos el futuro de los que vivieron en el pasado. Zóbel es muy consciente de eso porque está muy al día de algunos historiadores, como George Kubler y otros muchos, que se dedicaron durante los años 40, 50 y 60 a reflexionar sobre esta especie de plasticidad que tiene el tiempo, con esta idea de que el pasado se hace presente. Eso es lo que hacemos cuando tenemos experiencias; tener una experiencia o valorar una experiencia es sencillamente convertir algo que nos pasó en el pasado, mediante el recuerdo, en un arma de presente, sacar una conclusión. Y eso es a lo que este mismo autor llama el horizonte de discapacidad. Siempre que hacemos algo estamos pensando en el futuro.

Y, por último, una consideración, quizá muy personal. Este juego con los tiempos que se produce en la pintura de Fernando Zóbel me parece que donde se ve de una manera muy obvia es precisamente en los museos, y tanto más cuanto más edad tenga el propio museo. Un museo de arte contemporáneo atesora a lo mejor obras de los últimos 50, 60, 70 años, el Prado atesora casi 20 siglos de arte y eso hace que esa especie de máquina del tiempo que son todos los museos consiga unos juegos entre pasado, presente y futuro muy brillantes. Cualquiera que vaya a la exposición será consciente de ellos, porque en la propia sala de exposiciones estará viendo cuadernos de dibujo que el Zóbel artista dibujó y con los que trabajó mientras veía en el Prado las obras que le inspiraron, verá en algunos casos las obras finales de Zóbel y muchas veces, en tres casos en concreto, verá junto a esos cuadernos y a esas obras de Zóbel las obras reales que las inspiraron, es decir, «El velo de la Verónica» de Zurbarán, «El sueño de la doncella» de Lorenzo Lotto, o un bodegón de Juan van der Hamen.

Ese título me ha recordado una frase de Wyndham Lewis, que decía algo así como, y cito de memoria, que los grandes artistas vienen del futuro en dirección opuesta al pasado. ¿Zóbel es un ejemplo de esto, Manuel?

Zóbel es un ejemplo de un artista que viene del futuro, es decir, que al mismo tiempo que creo que se puede decir que no hay ningún otro artista de su generación que conociera también la historia y la tradición de Occidente y de Oriente, ocurre también que es un artista que claramente está mirando el pasado con ojos de futuro y que por tanto viene desde el futuro, tiene perfectamente claro que si le interesa Velázquez no es para intentar emular la pintura figurativa de Velázquez, sino para hacer en el siglo XX, o intentar hacer en el siglo XX, lo que Velázquez hizo en su siglo, que fue pasar de una pintura muy ligada a lo material a una pintura que sigue ligada a lo material porque es figurativa, pero en la que fenómenos como la óptica, la luz, las sombras, la delicadeza de la pintura, una cierta abstracción, entre comillas, que se ve muy claramente en uno de los cuadros que Zóbel adoraba, Las Hilanderas, aparecen por primera vez en su obra.

“Hay consenso acerca de que Fernando Zóbel es uno de los abstractos esenciales de la segunda mitad del siglo XX en España, que es un pintor notable, con una voz distinta, con un modo de hacer pintura completamente propio”.

Zóbel era mucho más que un artista plástico, bien lo sabemos en Cuenca; era un mecenas, era un coleccionista, un estudioso, un erudito, era una persona muy poliédrica, un impulsor de las Bellas Artes. ¿Qué consideración tiene Zóbel en el mundo del arte?

Creo que hay consenso acerca de que Fernando Zóbel es uno de los abstractos esenciales de la segunda mitad del siglo XX en España, que es un pintor notable, con una voz distinta, con un modo de hacer pintura completamente propio, y eso es lo que suma la exposición del Prado con respecto a la exposición del Reina Sofía y otras exposiciones.

Junto a eso, a Zóbel le dio tiempo a ser muchas otras cosas. La exposición, para quienes vayan a verla, ocupa la segunda planta de la zona de exposiciones temporales del Prado y la ocupa completamente. Ocupa la sala C y una vez que se termina el recorrido de la exposición hay todavía en la sala D una sección, una especie de coda final de la exposición, que se llama “Zóbel, el ojo cosmopolita”, donde hemos tratado con diversos materiales, fotografías, documentos, obras sobre papel, dibujos, de llamar la atención sobre esas muchas vidas que vivió Fernando Zóbel, es decir, el hombre que nace en el seno de una familia española en Manila y es completamente consciente desde su nacimiento, de la fuerza que tiene la pintura y la estética oriental, que después se forma en Estados Unidos, en Harvard, donde descubre en buena parte su vocación y donde se forma, y que después vive durante mucho tiempo, aparte de viajar por todo el mundo, en Europa y en concreto en España y muy en concreto en Cuenca. Eso está contado en esa última sala y de alguna manera complementa y refresca la memoria de que Zóbel, además de un gran pintor, fue una gran persona por muchas razones, por su coleccionismo, por la ayuda que prestó a tanta gente de manera desinteresada y por el hecho completamente heroico e inverosímil de crear un museo por su cuenta y riesgo en los márgenes de la política cultural oficial del franquismo, con total independencia de criterio, que acaba siendo el lugar en España donde se puede ver arte moderno y contemporáneo con condiciones museísticas como las que había en otros países, que de alguna manera es el primer museo predemocrático del país y el primer museo de arte contemporáneo de nuestro país hasta que, ya por fin en los años 90, empiezan a consolidarse otras instituciones como el Reina Sofía, el IVAM, el Guggenheim, etc..

Foto: Esteban de Dios.

Cómo acaba de comentar, efectivamente, además de su obra el gran legado de Fernando obviamente es el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, que ahora gestiona la Fundación Juan March y del cual usted es director. ¿En qué momento se encuentra el museo hoy en día?

Yo diría que estamos en un momento dulce. Por mencionar las cosas que están ocurriendo, y que creo que hubieran hecho muy feliz a Fernando Zóbel, el museo esta semana culmina su obra de climatización, es decir, culmina un proceso por el que hemos peleado durante mucho tiempo, que consiste en poner definitivamente en términos técnicos y tecnológicos del siglo XXI un museo que está en unos edificios del siglo XV y que contiene obras de artistas del siglo XX.

Por otro lado, parte de su colección, aprovechando esta obra de climatización, está viajando, ha estado en el centro José Guerrero de Granada, ha estado en La Pedrera en Barcelona hasta hace muy poco, la semana que viene inauguramos la exposición en el Museo Meadows, en Dallas, y después de América irá a la Colección Ludwig, en Alemania. Además, esta semana pasada parece que todos los astros se han combinado y la Fundación Azcona ha presentado, con la colaboración de la Fundación Ayala y la Fundación Juan March, el catálogo razonado de pintura de Fernando Zóbel. Digamos que todo esto suma para abordar, a punto de cumplir 60 años el museo, el siguiente medio siglo que venga, manteniendo esa excelencia que Zóbel imprimió al museo para que siga siendo, según sus palabras, un lugar en el que enseñar a ver y aprender a ver.

“El museo esta semana culmina su obra de climatización, es decir, culmina un proceso por el que hemos peleado durante mucho tiempo, que consiste en poner definitivamente en términos técnicos y tecnológicos del siglo XXI un museo que está en unos edificios del siglo XV y que contiene obras de artistas del siglo XX”

¿Qué actividades y exposiciones tienen previstas para los próximos meses, Manuel?

Pues mire, el 12 de marzo inauguramos Bruno Munari, una exposición que estuvo en Madrid y una de cuyas versiones ha viajado al Museo de Arte Contemporáneo de Alicante, al Museo Fundación Juan March en Palma, y que ahora se va a inaugurar en Cuenca.

Obviamente, mientras que 45 obras de la colección viajan, hay muchas otras obras que completarán las salas de exposiciones, y en coordinación con eso, hay una serie de proyectos que cubrirán espacios este año, entre los cuales expondremos 15 cuentos instantáneos, uno de los primeros fotolibros creados por Cristóbal Hara, que está muy ligado a Cuenca y fue el año pasado premio nacional de fotografía. Después dedicaremos a final de año una pequeña exposición a otro artista conquense que estuvo muy ligado a Zóbel y que felizmente está todavía entre nosotros, Luis Muro, y además habrá en alguna zona del museo una instalación que estará asociada a la exposición que inauguramos en octubre en Madrid, un proyecto sobre las raíces de las artes contemporáneas en las culturas precolombinas, prehispánicas, y por último, la película, el documental, que se ha producido con motivo de la exposición en El Prado, será visible en el museo con una proyección en sesión continua de una selección de cuadernos de apuntes.

El museo ha dejado una huella indeleble en Cuenca, en una ciudad, no nos engañemos, provinciana, pequeñita, en fin, que antes de que llegara Zóbel no estaba precisamente asociada con las vanguardias. ¿Realmente ustedes sienten que eso es así, sienten que el museo es algo que los conquenses han hecho propio?

Sí, totalmente. Yo creo que si hubiera una encuesta general preguntando a los ciudadanos de Cuenca si creen que la ciudad de Cuenca es una ciudad antes de la creación del Museo de Arte Abstracto y una ciudad distinta después, creo que habría una mayoría abrumadora a favor de que el museo cambió la ciudad. Y, claro, las ciudades están compuestas por ciudadanos, y cada generación va siendo sustituida por otras generaciones. Digamos que el reto es que en cada generación de conquenses ese sentimiento de propiedad se actualice, se refresque, y en eso estuvo Zóbel hasta que dejó de estar entre nosotros, y en eso está la Fundación Juan March, que intenta estar a la altura de ese legado completamente gigantesco que desde 1981 gestiona.

El museo a su vez puso a Cuenca en el mapa mundial del arte, y ahí me remito a la famosa frase de Alfred Barr cuando dijo que este era el pequeño museo más bello del mundo. ¿Hasta qué punto es conocido y apreciado el museo fuera de Cuenca?

Cuando llevo a Cuenca a artistas, a comisarios, a directores de museos, a conservadores, a gente del mundo de la cultura, como por ejemplo Christopher Rothko, el hijo de Mark Rothko, que visitó recientemente nuestro museo con su mujer, Lori, la impresión que tienen todos es tremenda, no hay duda, impacta en cualquier persona con un mínimo de sensibilidad. Es muy conocido aquel eco inmediato que tuvo la creación de un museo en una ciudad de provincias, en la España de los 60, una España que todavía no era democrática, como una acción independiente de un artista y sus amigos, pensando sólo en la educación estética y la formación crítica de los ciudadanos y en nada más. Eso que tuvo un impacto inmediato en la prensa internacional sigue teniendo recurrentemente ese impacto, sigue ocurriendo que hay un descubrimiento de Cuenca y que se asocia a Cuenca que es una ciudad en la que sucedió una experiencia mágica y sin la cual simplemente no se entiende lo que ha pasado en este país.

En 2024 se cumple el centenario del nacimiento de Fernando Zóbel. Algo habrá que hacer, ¿no, Manuel?

Lo estamos haciendo ya. De entrada, la Fundación Azcona, con autoría de Alfonso de la Torre y, hasta que nos acompañó, el conquense Rafael Pérez Madero, se ha adelantado al centenario publicando el catálogo razonado de pintura, que es lo más que la posteridad puede hacer por la memoria de un artista. Está ya en la calle, ya se puede comprar y será el referente de los estudios sobre Fernando Zóbel a partir de ahora.

Y puedo adelantar que después de la inauguración en el Prado, el pasado mes de noviembre, tuvimos una reunión los comisarios y las instituciones con la Fundación Ayala en Manila y el Museo Nacional de Singapur y hay un proyecto que se habló ahí que se va a hacer realidad y es que en 2024 y el 2025 haya una exposición dedicada a Fernando Zóbel, muy inspirada en la exposición del Prado, que pueda verse en Manila y también en el Museo Nacional de Singapur.

¿Y en el Museo de Cuenca tienen previsto algún tipo de evento conmemorativo de ese centenario?

Sí, habrá varios, el año empezará aproximadamente en febrero, recibiendo, después de una itinerancia de casi dos años, las obras que han estado viajando por el mundo y que han estado, obviamente, no sólo siendo expuestas como obras maestras del informalismo español, sino contando esta historia maravillosa de la creación de un museo en la Cuenca de los años 60. Eso servirá para presentar el museo climatizado, terminado, con las obras que todos conocemos, que hemos visto y ante las que nos hemos admirado, y este momento servirá para presentar una serie de actuaciones
e intervenciones en las que estamos trabajando, algunas de las cuales tienen que ver, obviamente, con Fernando.

Foto: Esteban de Dios.