Belén Estival. Musicóloga e intérprete.
Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas nos relatan el camino de Simón Cirene hacia el Gólgota, ayudando a Jesús a cargar con la cruz. Son textos muy breves, pero poderosos, pues han conseguido inspirar a literatos y músicos a lo largo del tiempo. En la noche de ayer, fueron los intérpretes de Concerto 1700, dirigidos por Daniel Pinteño, quienes consiguieron cautivar con esta historia de amor y compasión al público que llenó la Sala Theo Alcántara del Auditorio de Cuenca.
Siguiendo la creencia de los músicos del Barroco sobre la capacidad del sonido para generar relatos, Pinteño apostó por la teatralidad, estableciendo bellas asociaciones entre la Pasión, el Cireneo y la música de los siglos XVII y XVIII. Piezas escogidas que expresaron con acierto el afecto del duelo y la misericordia en el camino del Via Crucis.
Uno de los atractivos de este tercer concierto radicó en ver y escuchar en directo instrumentos históricos o réplicas. Estos sonaron en conjunto de cámara, pero también realizaron solos improvisados que acompañaron la narración de Ignacio García, creando momentos de gran delicadeza y contraste tímbrico, especialmente en la recitación de las poesías de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León.
La fidelidad no solo estuvo marcada por la utilización de instrumentos de la época y el uso de una ornamentación adecuada, sino también por una interpretación que mostró cómo la música de los siglos XVII y XVIII se centraba en servir a la palabra, representando cada una de las emociones del momento.

Otro acierto del programa fue el equilibrio entre voces e instrumentos que permitió disfrutar de la bella voz de Carlos Mena en constante conversación con el conjunto. El contratenor realizó una interpretación brillante, mostrando maestría y dominio del repertorio. La utilización de una variada gama de dinámicas y articulaciones, por parte de la agrupación instrumental, ayudó a Mena a subrayar la sensibilidad de las arias.
Especialmente emotiva fue el aria Sileant Zephyri (El viento ha sido silenciado) del Miserere de Vivaldi (RV368), evocando las lágrimas de las hijas de Jerusalén y el luto de la propia naturaleza. El aria de la cantata BWV 82, Schlummert ein, ihr matten Augen (Cerraos, cansados párpados, caed suaves y felices), de J. S. Bach, cautivó al público por su dulzura y expresividad melódica.
También se buscó la simetría al conjugar estos compositores canónicos, anteriormente citados, con otros no tan conocidos como el napolitano Angelo Ragazzi (1689-1750) o el alemán Johann Gottlieb Janitsch (1708-1763), entre otros. Debemos señalar la inclusión de la antigua letanía hebrea Kaddish, cantada en arameo, lengua de Jesús; una obra fuera de la época pero totalmente conectada con el hilo conductor del recital. Siempre resulta estimulante para el que escucha el descubrimiento de nuevos repertorios y estilos.
Concerto 1700 debutó con éxito en las Semanas de Música Religiosa. Consiguió con esta bella apuesta por la teatralidad una fuerte conexión con el público y demostró que el historicismo musical no es solo una vuelta al pasado, sino una experiencia del presente. Como en muchas de las obras pictóricas de la época, Daniel Pinteño pintó un cuadro jugando con la luz, la sombra y el espacio. La combinación de piezas variadas de diferentes estilos, junto con la puesta en escena, ha dado el color y la emoción que requería cada momento de la narración.