“Amo profundamente a Cuenca, le debo todo lo que soy”

Entrevista del domingo con el periodista Raúl del Pozo

Raúl del Pozo, además de ser una de las firmas más reputadas del periodismo patrio, es un conquense de la diáspora que salió de nuestra ciudad para buscarse la vida en el proceloso mundo de las letras. Después de cuatro décadas de ejercicio del periodismo en sus distintas vertientes y de escribir un buen puñado de libros le llega ahora el momento de convertirse en el protagonista de uno de ellos, una biografía “semiautorizada” escrita por dos periodistas españoles separados, literalmente, por un océano: Julio Valdeón y Jesús Úbeda. El resultado es “No le des más whisky a la perrita. Vida, obra y milagros de Raúl del Pozo”, para el que no sólo se ha entrevistado a del Pozo sino también a ilustres del periodismo español como Arturo Pérez-Reverte, Jesús Quintero, José María García, Carmen Rigalt o Manuel Vicent entre otros.

El título del libro ya llama la atención de principio, «No le des más whisky a la perrita». Es sugerente.

El título lo escogieron los dos autores del libro, que son periodistas, Valdeón, que es un magnífico novelista que vive en Nueva York y lleva quince años allí, y luego Jesús Úbeda, Jesusito de mi vida que le digo yo, que escribe en Zenda y hace las mejores entrevistas que se hacen ahora y que, como ha dicho alguien, entró como novillero en el libro y salió como matador. 

El libro es una gran sorpresa para mí porque la gente me llama y me dice que es adictivo, que se empieza y no se deja de leer, no sé si se venderá mucho porque ahora sólo se vende el apocalipsis pero el boca a boca está funcionando y la gente está diciendo que es un libro que les engancha mucho. Yo no lo he leído todavía entero porque cada vez que lo leo me llevo un disgusto porque han contado cosas que yo no quería que se contaran, pero eso es lo que tiene el morbo.

Eso es lo que tienen las biografías.

Sí. Naturalmente hablo de Cuenca a la que le debo todo lo que soy. Primero el oficio, porque el castellano que se habla en Cuenca es el mejor y toda mi vida lo que he intentado hacer es no contaminar el castellano que vi entre los resineros, los maquis, la Guardia Civil, cuando la vereda de Cuenca, por donde pasaba la trashumancia, era como un western. Cuando iba a la escuela había vacas, había caballos, había ovejas, había pastores, perros, y lo recuerdo como una película del oeste. Recuerdo el idioma arcaico que utilizaban mis abuelos, que decían la trujela vide, Cuenca para mí ha sido la primera escuela.

Toda mi vida lo que he intentado hacer es no contaminar el castellano que vi entre los resineros, los maquis, la Guardia Civil, cuando la vereda de Cuenca, por donde pasaba la trashumancia, era como un western”

¿Cómo se le ocurrió en plena posguerra a un chico de Mariana ser periodista?

Quise serlo desde pequeño. Hay quien quiere ser bombero o cura, yo lo que quería era ser escritor y periodista, tenía una mitificación de la profesión, y la sigo teniendo, me parece un oficio maravilloso y gracias a él he recorrido el mundo entero, he conocido a grandes hombres y a hombres malvados y cada día que escribo un artículo le pongo tanta ilusión como al primero.

¿Qué acceso tenía a la prensa en aquellos años de la infancia? ¿Qué prensa leía usted de niño?

Mi tía compraba el ABC y yo lo leía, y naturalmente leía Ofensiva, en el que luego colaboré y hacía una sección, ahí es donde aprendí el oficio.

¿Por qué se fue a Madrid?

Ha dicho usted que soy de Mariana, en realidad ni siquiera soy de Mariana, soy de La Torre y para ir a la escuela a Mariana tenía que recorrer todos los días tres cuartos de hora de ida y vuelta, para hacer el Bachillerato me fui a Cuenca, luego estudié Magisterio, me fui de maestro a Uclés, luego a Barcelona y a París y luego volví a Madrid y empecé a hacer periodismo en Pueblo. 

¿Para alguien que era de izquierdas cómo era trabajar como periodista en un país con tanta falta de libertad?

Había que torear la censura como se podía. En Pueblo en esa época era reportero y hacía entrevistas y luego fui corresponsal. En aquella época ya sabíamos que había censura y había que esquivarla como se pudiera, así era aquello.

Entonces los periodistas eran más románticos en el sentido de que no había que ser un caballero para ser periodista, estábamos lo peor de cada casa en las redacciones, que eran como garitos, se bebía, se jugaba al póker, ahora las redacciones son como una clínica”

¿Cómo ha cambiado la profesión desde entonces a ahora?

No es verdad que cualquier tiempo pasado fue mejor, cualquier tiempo pasado fue peor en este caso. En el periodismo había censura y no había libertad, y eso es lo peor, la libertad es el oxígeno para el periodista, pero también es cierto que entonces los periodistas eran más románticos en el sentido de que no había que ser un caballero para ser periodista, estábamos lo peor de cada casa en las redacciones, que eran como garitos, se bebía, se jugaba al póker, ahora las redacciones son como una clínica.

Hay un bar en Sevilla al que llamaban antaño el bar de la cuatro pes: periodistas, poetas, policías y prostitutas, porque todos se juntaban allí al terminar el día. ¿Usted frecuentaba esos ambientes a los que muchas veces se ha asociado a los periodistas?

Sí, terminábamos a las dos de la madrugada y nos íbamos a los garitos, vivíamos una muy mala vida, mucha golfería y mucha bohemia.

Una mala vida pero que en realidad era buena porque estaban al tanto de la calle y palpando lo que pasaba.

Exactamente, y teníamos una gran pasión por el periodismo que yo sigo teniendo, los viejos amábamos el periodismo, ahora también lo pueden amar pero como nosotros lo amábamos yo no he visto algo igual, era una pasión por hacer portada, por tener una exclusiva, por adelantarte a los demás.

Los periódicos tendrán que transformarse, ser digitales, pero alguien tendrá que seguir poniendo rigor y objetividad a las noticias porque si no sería una selva”

Usted ha vivido la transformación de un periodismo rigurosamente en papel a formatos digitales que son los que se están imponiendo, sobre todo con las redes sociales.

Todo lo que no se escribe en papel está escrito en el aire. El papel es como cuando se guardaba el oro para conservar la moneda, el papel es el oro y desde siempre lo que se escribe en él escrito queda y lo que se escribe en internet se escribe en el aire. Sin embargo el papel está condenado a muerte, vive sus últimos días de vida. Las redes sociales ahora tienen más influencia que nada, enganchan. Internet ha sido un invento prodigioso, superior a la imprenta, creo, y va a transformar el mundo, de momento no lo está transformando para bien pero lo transformará porque es el acceso a la inteligencia, a la biblioteca, a las noticas, y todo de forma instantánea. Es lo que está transformando el mundo, eligiendo presidentes, y el periodismo tal como lo entendíamos creo que vive sus últimos momentos. No hay democracia sin periódicos, los periódicos tendrán que transformarse, ser digitales, pero alguien tendrá que seguir poniendo rigor y objetividad a las noticias porque si no sería una selva.

¿Y cómo ve el panorama periodístico español, usted que es un periodista nacido y criado en otro tipo de prensa?

Yo soy analógico, no digital. He leído en un estudio que los niños digitales tienen coeficientes intelectuales más bajos que los analógicos así que también lo digital tiene sus peligros, primero el caos, luego las injurias, las noticias falsas…, pero igual que la imprenta cambió el mundo esto lo va a cambiar mucho más porque es un invento magnífico, extraordinario, sorprendente.

Me ha dicho que durante todos estos años de ejercicio periodístico ha conocido a gente muy interesante. ¿Hay alguno o algunos que le han marcado más?

Sí, hay dos o tres personas, Paco Rabal, Camilo José Cela, que era muy amigo mío, Lola Flores, a la que dirigí en un programa de televisión, El Cordobés, del que escribí un libro, he conocido personajes fantásticos, llenos de imaginación y de gracia. De todos ellos el que me más me influyó y me marcó fue Camilo, con el que incluso estuve en Suecia cuando le dieron el Nobel. 

¿Y ahora cómo ve el mundo y el país en el que vivimos?

El final de la película es muy triste porque lo que está pasando es algo espantoso, terrible, no nos merecíamos esto, después de todo lo que hemos peleado para abrirnos camino, para que hubiera una democracia, ahora resulta que estamos sufriendo una pandemia espantosa que va a tener unas consecuencias terribles, que va a terminar seguramente en un caos político y con follón en la calle, como ya se está viendo. Va a haber cambios políticos trascendentales y ni Dios sabe dónde vamos.

Cuando yo era niño sólo había la industria de bajar pinos de la Sierra y las serrerías de Cuenca, ahora ni siquiera eso, la ciudad tiene que inventar algo para sobrevivir, es muy bella pero tiene que vivir de algo”

Antes de terminar la entrevista me gustaría preguntarle por Cuenca, ciudad con la que siempre ha mantenido vinculación porque la mayoría de su familia vive aquí. ¿Qué le parece la evolución de la ciudad a lo largo de estos años?

Yo amo a Cuenca profundamente, es una de las ciudades más bellas de España, es una ciudad prodigiosa, que me ha enseñado lo poco que sé, me ha enseñado el oficio, porque el lenguaje es mi oficio. Yo veo que es una ciudad un poco estática, que no ha evolucionado mucho, está como introvertida, como dormida, pero es igual, es ciudad bellísima y es un orgullo ser de Cuenca, uno de los días más emocionantes de mi vida es cuando me dieron la medalla de oro de Castilla-La Mancha.

¿Corremos el riesgo de convertirnos en una ciudad museo anquilosada criando polvo y sin avanzar?

No estaría mal ser una ciudad museo pero lo que también habría que hacer es rentabilizar todo eso, es una ciudad muy bella pero necesita algo más. Cuando yo era niño sólo había la industria de bajar pinos de la Sierra y las serrerías de Cuenca, ahora ni siquiera eso, la ciudad tiene que inventar algo para sobrevivir, es muy bella pero tiene que vivir de algo.