¿Cómo serán nuestras viviendas y ciudades post COVID-19?

Espacios flexibles, materiales adecuados, más ventilación, mejorar la calidad del aire y conseguir un equilibrio térmico figuran entre las claves de la nueva normalidad. "Puede ser el momento para un cambio de modelo que beneficie a ciudades como Cuenca", apunta Javier Torralba, ingeniero en edificación

Javier Torralba

La COVID está teniendo un elevado impacto a nivel global, modificando los hábitos de vida de los ciudadanos en muchos aspectos. Hay sectores afectados de lleno por la pandemia del siglo XXI, como la sanidad y la economía. Y la construcción no va a quedar al margen de sus consecuencias, desde los espacios públicos en los que ya es palpable las medidas de seguridad implantadas hasta las viviendas que tendrán que adaptarse a las nuevas necesidades de las familias. Sin lugar a dudas, el entorno no será como el que conocimos y tendrá que adaptarse a la nueva normalidad.

Según los datos aportados por Eurostat, el porcentaje de la población en España que vive en pisos alcanza el 66,1% frente al 41,9% de la media europea, mientras que sólo el 9% vive en viviendas unifamiliares aisladas respecto al 33,6% de los datos medios de Europa. En función de este hecho, parece evidente que los españoles han pasado un confinamiento en espacios más reducidos y con menos zonas exteriores que el resto de los vecinos europeos.

Javier Torralba; arquitecto técnico por la UPV, ingeniero de Edificación por la UCLM y gerente de Geinbra Arquitectura SL, precisa que «de esta realidad nace la primera adaptación necesaria y demandada del mercado nacional, la apertura de espacios hacia el exterior. Nuestras viviendas tendrán más terrazas o balcones, con apertura de huecos mayores al exterior para aprovechar la luz natural. Y en esta misma línea, se aprovecharán los espacios comunes para crear zonas verdes, como por ejemplo, crear cubiertas ajardinadas, que al mismo tiempo aportan un extra de aislamiento al edificio».

Espacios flexibles

Otra de las realidades que han aflorado durante la crisis sanitaria ha sido la falta de espacio. «Pasamos más tiempo en casa y nuestras viviendas no estaban preparadas para eso. Unido a que estamos trabajando en muchos casos desde casa, los estudios indican que el teletrabajo ha venido para quedarse. Según indica el Banco de España el porcentaje de la población que teletrabajaba entes del coronavirus, que se situaba en el 8,3%, después del covid podría llegar hasta el 30%, lo que equivale a que más de 6 millones de personas en este país lo adoptarán definitivamente como su forma de trabajo».

Estas circunstancias, unidas a la falta de espacio en viviendas que mayoritariamente son pisos, transforman la flexibilidad de los espacios a una necesidad de la arquitectura del siglo XXI. El gerente de Geinbra resalta que «los usuarios tienen la posibilidad de adaptar las estancias de sus hogares a sus necesidades, con espacios multidisciplinares donde se integren zonas como la cocina, el comedor o el estudio. Esto se puede conseguir con tabiques correderos o giratorios que permitan unir o separar habitaciones en función de la actividad que realicemos. Otro elemento que nos puede ayudar a transformar espacios son los muebles, que nos facilitan sacar u ocultar aquello que no estemos usando, optimizando los espacios reducidos. Y también, y no último, la iluminación es un factor determinante para personalizar nuestros espacios en ciertos momentos».

Todo parece indicar que la ‘nueva normalidad’ nos llevará a pasar más tiempo en casa, lo que implica la necesidad de mantener unas óptimas condiciones de habitabilidad en nuestros hogares. «Para mejorar el confort de nuestras viviendas el objetivo debe centrarse en dos aspectos fundamentales: mejorar la calidad del aire y conseguir un equilibrio térmico. La apuesta en este sentido debe venir por la rehabilitación energética y la eficiencia enfocada hacia viviendas más saludables» precisa Torralba. Esto nos lo facilita el estándar Passivhaus, nacido en Alemania en 1991, cuyo propósito es el de conseguir viviendas con un elevado confort interior con un consumo de energía muy bajo o casi nulo.

¿Se están transformando los espacios públicos?

Los primeros cambios post-COVID ya se han producido y los espacios públicos son los que han tomado la iniciativa adoptando medidas de seguridad para los ciudadanos. Distanciamiento social, limpieza, separaciones físicas,…, son sólo algunas de las medidas vinculadas a la nueva realidad. Y todo parece indicar que muchas de estas medidas permanecerán en el tiempo.

«Considero que la adopción de filtros de acceso a los espacios públicos, como museos, estadios deportivos, bibliotecas, etc., es un hábito que llega para quedarse, así como la circulación interior de estos núcleos de concentración de personas. Por tanto, la arquitectura de estos centros debe planificarse desde un punto de vista de la prevención, que anteriormente al Covid-19, no teníamos», señala el responsable de Geinbra Arquitectura, quien resalta que «además, es fundamental transmitir sensación de seguridad ante contagios a los usuarios, por ejemplo, de una cafetería o un restaurante, para que se vuelva a hacer un uso frecuente y normal de estos negocios».

En este sentido, apunta que centros educativos, colegios o universidades «deben deshacerse de lo superfluo y conseguir espacios más amplios y mejor iluminados, para conseguir transmitir a los alumnos y profesores un estado de tranquilidad propio de la actividad docente. En este sentido también juegan un papel muy importante los colores. Y por supuesto, el mejor aliado lo encontraremos en el desarrollo de tecnologías que eviten contactos, como la instalación de puertas automáticas, ascensores con activación por voz, dispositivos de control de iluminación y temperatura autónomos, o pagos utilizando teléfonos móviles».

Si lo anterior se complementa con la utilización de materiales antivíricos y antibacterianos las probabilidades de contagio se reducen considerablemente. Es común la utilización de superficies metálicas en la construcción, siendo sus propias características de uniformidad, no toxicidad y de fácil limpieza, las que dificultan la propagación de bacterias y virus. Desde el conocimiento que aporta su amplia experiencia en el sector, Javier Torralba resalta que «la plata o el cobre, son los más nocivos para las bacterias y virus. También el vidrio podemos considerarlo dentro de este grupo de materiales ya que contiene ion de plata, lo que lleva a que ventanas o puertas acristaladas eliminen las bacterias cuando entran en contacto con ellas. Añadiremos también a los anteriores, el grafeno, que es un material muy utilizado en cocinas y baños, y que además de eliminar las bacterias es completamente ecológico. Y las nuevas aplicaciones a materiales tradicionales como los azulejos de dióxido de titanio, un conocido fotocatalizador, le confieren cualidades anticontaminantes, antibacterianas y repelentes de suciedad».

Oportunidad para Cuenca

La vuelta a la normalidad ha puesto en evidencia las grandes debilidades de las ciudades, en especial las grandes urbes como Madrid o Barcelona, donde la densidad de población se ha desmarcado como el principal problema para la propagación de enfermedades.

Torralba considera que las actuales circunstancias suponen una oportunidad para plantear un cambio en las dinámicas poblacionales, combatiendo la despoblación de las pequeñas y medianas ciudades, como el caso de Cuenca. «Un buen ejemplo de que una pequeña ciudad, con un entorno natural inmejorable, puede atraer a la población de ciudades grandes, principalmente de Madrid, cuya presión de población la ha situado en los primeros puestos en número de contagios. El teletrabajo y las buenas comunicaciones con la capital pueden hacer invertir la tendencia de la España vaciada y frenar el envejecimiento de su población».

Estas mismas fuentes señalan que «la pandemia nos ha enseñado que las personas y la salud de las mismas deben estar en el centro del diseño de nuestras ciudades. Es evidente que debemos planificar pensando en la calidad del espacio público, aumentando las zonas de circulación de peatones con aceras más amplias y más espacios verdes. Así como la creación de vías flexibles para regular la densidad del tráfico rodado y mejorar en ciertos momentos la calidad del aire mediante restricciones de circulación por estas vías, cediendo el uso al peatón. Favorecer la utilización de medios de movilidad sostenibles como la bicicleta, y reduciendo los grandes desplazamientos mediante la flexibilización de horarios de trabajo, permitirá reducir considerablemente la contaminación».