El Anaquel del 14 de marzo

Juan Clemente Gómez

INFANTIL

Seres fantásticos.-Autora: Ana Alcolea.-Ilustradora: Violeta Monreal.-Editorial Anaya

¿Quieres saber cómo eran tus seres fantásticos favoritos cuando eran pequeños? ¿Qué hacían? ¿A qué jugaban? ¿Qué cosas les gustaban?

En estas páginas vas a encontrarte con ogresas, vampiros, ninfas y dragones de tu edad. Las palabras y las ilustraciones te van a llevar de viaje a lugares y a tiempos extraordinarios. ¿Te animas a entrar en el poderoso mundo de la imaginación? He aquí una muestra:

AMAZONA:

Soy atípica. Mis hermanas son brutales, aman la guerra y la hípica, yo prefiero los frutales. Soy una guerrera, fuerte y valiente. Soy experta manejando el arco y las flechas. Formo parte de las leyendas de la antigua Grecia:

“Cuando era pequeña, no me gustaba que me prepararan para ser guerrera. Me hacían correr desde mi casa hasta la montaña, trepar por los árboles, saltar desde las ramas, nadar en las aguas frías de los ríos. ¡Hacer trescientos abdominales cada día! Y luego, tensar el arco y lanzar flechas para intentar acertar en la diana. Y todo para matar al enemigo. Lo que menos me disgustaba era estar con los potros y con las yeguas porque siempre me han gustado los animales. Por eso no me importa que a las mujeres que montan a caballo las llamen amazonas. No obstante, lo que yo quería era ser discípula del dios Asclepio, el que cura a los enfermos. Así que aprendí a poner vendas y a galopar hasta los campos de batalla para curar las heridas de mis amigas. Y aunque soy muy fuerte y muy valiente, no me gustan ni las guerras ni las gentes que ejercen la violencia sobre las demás personas”. (A partir de 6 años)

JUVENIL

El síndrome de Bergerac.-Pablo Gutiérrez.-Editorial Edebé

PREMIO EDEBÉ DE LITERATURA JUVENIL 2021

“Yo era una chica tan común como cualquier otra. Iba a clase, discutía con mis padres, amaba incondicionalmente a mis amigos y, de vez en cuando, me enamoraba de quien no debía, como le pasa a todo el mundo. No había nada novelesco en mí, nada heroico que mereciera un puñado de páginas, y por eso esta historia no tratará de mis padres ni de mis colegas ni de mis enamorados; no tratará sobre la rutina de una estudiante de Bachillerato que se aburre en el instituto… Esta historia tendrá una sola protagonista y esa protagonista será una nariz. Una nariz célebre, desproporcionada. La nariz de un héroe nacido en Bergerac y de nombre Cyrano”:

Lupe Ossorio, la nueva profesora, era morena y huesuda, con el pelo tan negro como una indígena del Amazonas y con unas facciones rectilíneas: la barbilla muy marcada, las mejillas un poco hundidas, las cejas fruncidas en un gesto de profunda concentración. Tendría poco más de treinta años y puede que en el conjunto acabara siendo una mujer guapa, o puede que solo me lo pareciera a mí. Siempre tuve el sentido de la belleza un tanto atrofiado; a veces mis amigas hablaban de chicos guapísimos que a mí no me lo parecían, y otras veces bebía los vientos por un gañán sin flequillo. Desde el principio nos dimos cuenta de que todo era raro en ella, supongo que por eso me gustaba. Yo también pertenecía a la tribu de los raros, la tribu de 21 los que leían libros y no sabían nada de fútbol, la tribu de los que odiaban los menús infantiles en los restaurantes… Con el tiempo me di cuenta de que los raros, en realidad, somos muchos, y por tanto ni siquiera es tanta la rareza, no sé si me explico, pero en aquella época yo vivía entre dos extremos. ( A partir de 13 años)

ADULTOS

Los cinco poderes.- Stephen Fulder,| Alessandro Sanna.-Editorial: Diana.-PLANETA DE LIBROS

Autoayuda | Crecimiento personal

Lo mejor de la sabiduría budista concentrada y destilada para la vida moderna. Una guía accesible e inspiradora a la llave de una transformación personal completa.

Las enseñanzas de Los cinco poderes nos ayudarán a danzar con lo inesperado, a afrontar con éxito los retos del día a día y a encontrar calma y bienestar. El camino empieza con la confianza, sumergiéndonos de lleno en el río de la vida. Pero para nadar también necesitamos energía, que nos ayuda a superar los obstáculos. El mindfulness nos permite ser conscientes de la vida en toda su riqueza de detalles. La libertad interior se expande y se amplifica gracias al poder pacificador de la calma. La sabiduría nos aporta conocimiento interior y se convierte en nuestra brújula.

Con calidez, claridad y una gran capacidad evocadora, este libro consigue destilar y sintetizar la antigua sabiduría del budismo para el mundo contemporáneo. La elegancia del texto se acompaña de las impresionantes ilustraciones de Alessandro Sanna en una combinación magnífica que nos desvela las claves para fluir con la incertidumbre aceptando el momento presente:

“La aceptación genera confianza. Es el antídoto perfecto para evitar replegarnos tras los muros de la protección, la autodefensa y las preocupaciones. El Buda usaba la parábola de un hombre herido por una flecha envenenada: supón que ese hombre no permitiese que le extrajesen la flecha hasta saber quién la había disparado, con qué tipo de arco lo había hecho, el material de la punta y demás. «Ese hombre —dijo el Buda— moriría antes de saber ninguna de estas cosas.» Por tanto, reformulemos la aceptación como la firme actitud de permitir que las cosas sean como son. Eso es la confianza. No significa rendirse, sino dar paso a las experiencias positivas y a las negativas. En lugar de resistirnos y forcejear, las incorporamos a nosotros con una actitud de simpatía y afecto. Aceptar, bajo la forma de la confianza, nos ayuda a mantenernos firmes y conectados con lo que está sucediendo y encontrar de ese modo mejores modos de reaccionar. Aceptar puede hasta ser un preludio de la alegría y la valoración. Construimos la confianza practicando la aceptación una y otra vez. Podemos hacerlo como una práctica meditativa, en la que hallamos y reconocemos alguna experiencia desagradable. Ya consista en dolor físico, dificultades emocionales, algún ruido desasosegante o algún fracaso, enfréntate a esa experiencia que te plantea un desafío como un regalo del momento presente. En lugar de etiquetarla como un problema, la vemos como una expresión de la naturaleza, como parte de nuestra vida en este instante único. Escuchamos su voz como una madre escucha la voz de su hijo.”