Las cenizas y la lápida que aguardan en Valencia su viaje al cementerio de Fuentelespino de Moya

Natural de Fuentelespino de Moya y vecino de Valencia, Pepe Benedicto narra el daño sentimental que está sufriendo su familia por no haber podido enterrar todavía a su madre desde su fallecimiento el 9 de enero

Los expertos han afirmado en múltiples ocasiones que los cierres de movilidad y las medidas restrictivas de los movimientos de población han demostrado ser una medida efectiva para contener los contagios de COVID-19. Estas duras medidas a menudo han tenido una ‘cara B’, un daño colateral en ocasiones económico y a veces sentimental que es complicado de cuantificar.

Uno de estos casos lo sufre Pepe Benedicto, natural de Fuentelespino de Moya y que aunque tuvo que echar raíces en Valencia lleva a su pueblo en el corazón. Tal y como ha narrado a Voces de Cuenca, su madre falleció el pasado 9 de enero y, primero por las difíciles condiciones causadas por la borrasca Filomena y más tarde por el cierre perimetral todavía no la han podido enterrar en su Fuentelespino de Moya natal.

Benedicto relata que llamó al alcalde para enterrarla en el pueblo “y me hubiera hecho un justificante para poder ir, pero me dijo que tenían 80 centímetros de nieve y no podíamos entrar a la iglesia porque la puerta se había congelado y no había forma de abrir la puerta”. Pese a que hubieran aceptado enterrarla sin hacer el funeral en la iglesia, el alcalde les informó que “había otros 80 o 90 centímetros de nieve en el camino que hay hasta el cementerio, que tiene una longitud aproximada de medio kilómetro, y aunque el primer edil ofreció la posibilidad de abrir camino con un tractor, nos dijo que no podía garantizar nuestra seguridad con el hielo que se forma. Vimos que no había forma y que aquello era correr un riesgo innecesario”, indica.

Por tanto, “en contra de la voluntad de mi madre nos tocó incinerarla, porque con la Covid-19 tampoco la aguantaban en cámaras. La lápida la tengo en mi casa porque la hemos tenido que recoger y sus cenizas las tiene mi hermana. Estamos esperando al día 9 que abran y poder ir a enterrarla”.

En este punto, Benedicto subraya que espera “que abran el día 9 de mayo, porque si no abren la cosa es ya de Juzgado de Guardia. El tema sentimental nuestro particular, que en mi caso es muy duro. Salir a la terraza y, aunque la tengo cubierta, ver la lápida de mi madre… Yo la quiero ver pero en el cementerio cuando vaya a visitarla, no tenerla aquí. Lo que quiero es que esté en el pueblo de Fuentelespino de Moya, que es donde ella quería estar”. “En el momento en el que abran llamo al alcalde y le pido que nos abran el cementerio porque lo que queremos la familia es poder cerrar ciclo”, subraya Pepe Benedicto.

Incertidumbre ante los bienes familiares en el pueblo

Y es que los cierres perimetrales han hecho que asiduos a los pueblos, como es su caso, lleven sin poder visitarlos durante una larga temporada. “Nosotros llevamos sin ir mucho tiempo al pueblo, yo ya he perdido la noción del tiempo que llevo sin poder ir al pueblo. Ahora serán dos años, porque en verano estuvimos encerrados aquí en Valencia. Desde marzo que fueron las Fallas que nos cerraron lleva sin ir nadie de mi familia al pueblo”, se lamenta.

“Ya no es ir a ver cómo está la casa o el huerto, sino que mi situación personal es que se ha muerto mi madre y no he podido llevarla a enterrar”, critica aludiendo a un daño sentimental imposible de cuantificar.

Además, y respecto a los posibles daños económicos, no sabe en qué situación estará la casa familiar que tiene Fuentelespino de Moya. “Afortunadamente el tejado está nuevo, pero como llevamos tanto sin ir no sabemos si con el invierno tan duro que ha habido habrán salido humedades”.

Un «exiliado económico»

Pepe Benedicto es cronista y estudioso de la vida y obra de Luis Marco Pérez, con quien comparte pueblo de nacimiento. Se califica como “un exiliado económico”, porque “si no hubiera sido por pasar hambre no nos hubiéramos movido de aquí”. Su padre era peluquero de profesión “y en Fuentelespino era imposible mantener la peluquería, por lo que cuando tenía unos 7 años, hacia 1957, la familia emigró a Valencia. Allí sacaron adelante a tres hijos y nosotros poco a poco nos fuimos abriendo camino en la vida”, narra.

Eso sí, resalta que “aunque echamos raíces en Valencia y tenemos aquí a los hijos y nietos, nunca hemos perdido la vinculación con el pueblo. La casa familiar en Fuentelespino es sagrada, y al faltar mi madre estamos de notarios para que la casa pase a nombre de los tres hijos porque todos hemos inculcado a nuestros hijos que se críen en el pueblo y han pasado allí todos sus veranos con mis padres. De hecho, sus grupos de amigos de Valencia son los mismos que tienen en el pueblo”.

Descarta que el cierre perimetral esté haciéndole perder la vinculación con el pueblo gracias a los grupos de redes sociales “hay un cordón umbilical que no se ha perdido e incluso al contrario, ahora con Facebook mantenemos más contacto, tenemos la misma vinculación o más. Antes nos veíamos en el pueblo y nos echábamos una cerveza o nos íbamos a comer, pero era una cosa de veranos o en Semana Santa, pero ahora con Facebook es mucho más frecuente”.

Para que su historia no se repita “y que Fuentelespino sea viable, deberían hacer mucha más promoción del conjunto de Moya y que el pueblo pueda volver a resurgir. Yo creo que mucha gente de Valencia podría ir a visitarlo, como hacen con Teruel y el Rincón de Ademuz, que reciben muchas visitas”.