Mercedes León Millán
La ciudad medieval fortificada de Cuenca, rodeada del paisaje natural que constituyen las hoces de los ríos Júcar y Huécar, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por una organización internacional de Naciones Unidas, la UNESCO, en el año 1996. Por eso la declaración de Patrimonio de la Humanidad de Cuenca, alcanza no sólo al casco antiguo, sino también a las hoces del río Júcar y Huécar. Las hoces de Cuenca cuentan con la máxima protección, a todos los niveles, lo que limita, de forma drástica, sus usos y posibles actuaciones.
Pese al grado de protección que la normativa establece, la realidad avanza en sentido opuesto y es evidente el cambio estético que están sufriendo.
Un paseo por las hoces de los ríos Júcar y Huécar muestra como las rocas calizas han sido perforadas. Lo que en el argort de la escalada se conoce como “equipar una vía”, se ha traducido en perforaciones en las rocas calizas con clavijas metálicas permanentes que sujetan argollas, cáncamos y ganchos. En muchas de estas argollas cuelgan mosquetones de colores varios y hasta cuerdas. Hay otros aspectos que la escalada ha modificado. Es patente la disminución de aves rapaces que antes anidaban en sus elevadas oquedades, cuyos vuelos circulares eran un rasgo más de la fisonomía de la hoz y del paisaje natural en su conjunto.
Además del daño estético y ecológico, el riesgo de fisura de las rocas calizas de nuestras hoces Patrimonio de la Humanidad se está intensificando por la multitud de perforaciones alineadas que debilitan la estructura interna de la roca. En las cunetas de los caminos pavimentados de acceso a los enclaves en los que se han instalado las “vías” para la escalada, se estacionan autocaravanas y vehículos que invaden y ocupan parte de la calzada. No sólo el patrimonio arquitectónico tiene que ser defendido. También el natural. Cuenca debe defender sus hoces.