«Para mí es la mejor Semana Santa porque es la que me ha hecho como soy»

Carlos Julián Martínez Soria fue, sin dejar de ser él en ningún momento, muchos pregoneros en uno. Arte, análisis, etnografía, religiosidad y vivencias personales cohabitaron en el texto que abre la Semana Santa de 2023

Probablemente, cuando Pablo Tusset escribió ‘Lo mejor que le puede pasar a un crusán’ nunca pensó que las primeras líneas de su hilarante novela se iban a leer en un pregón de Semana Santa. Pero -tras un suspiro, un «muy bien» con voz casi queda y los pertinentes saludos- Carlos Julián Martínez Soria las eligió para empezar su discurso con sonrisas y resaltar que «al igual que lo mejor que le puede pasar a un cruasán es que lo unten con mantequilla, lo mejor que le puede pasar a un nazareno de Cuenca es pregonar su Semana Santa».

Y lo mejor que le pudo pasar al público que prácticamente abarrotó el Teatro-Auditorio José Luis Perales en esta noche de Viernes de Dolores -apenas hubo algunas butacas sin cubrir en la zona de baja visibilidad y escasas muescas en el patrio central- fue escucharle. Sin dejar de ser él en ningún momento, fue,a su vez, muchos pregoneros diferentes. Algo así como un remedo de la Santísima Trinidad, salvando las muchas distancias salvables y sin ánimo de irreverencia.

«Nuestra Semana Santa no palidece antes otras, más bien al contrario»

Así, hubo un pregonero etnógrafo y antropólogo, el experto en religiosidad popular, el viajero impenitente que conoce las Semanas Santas de otras muchas ciudades y pueblos. Según defendió, es de los que piensan que «solo el conocimiento y la experiencia directa de estas vivencias incorporan la madurez y el saber como aportes críticos para conocer y profundizar en una mayor y más objetiva comprensión de lo que llega a suponer la celebración de la Semana Santa en sus más variadas manifestaciones». Así, habló de Nazarenos de Medinaceli o Cautivos de túnica de armoniosos morados o blancos, de procesiones en Andalucía o en la Meseta castellana, del Sureste murciano o de las ancestrales tradiciones del Alto Aragón.

Y fruto de ese análisis comparativo teórico y práctico, concluyó que la Semana Santa conquense «no palidece ante otras ni en antigüedad ni en imaginería», más bien al contrario, «es una de las más auténticas, originales y con más calidad que conozco».

Hubo también un pregonero profesor y conferenciante, fiel a su profunda formación y profesión universitaria. «La Semana Santa podría ser grosso modo el relato de la Pasión de Jesús conforme a los Evangelios y a la tradición católica, llevado a la calle representaciones figurativas, en desfiles procesionales organizados por hermandades y cofradías de origen en común religioso y laico, que tradicionalmente se hicieron  que se hicieron más asiduas en el segundo Concilio de Trento en la segunda mitad del siglo XVI como respuesta evangelizadora a la reforma protestante mostrando una Iglesia católica triunfante», sintetizó en un párrafo que daban ganas de subrayar sobre las bóvedas de madera.

«Seísmos de belleza»

Emergió con fuerza asimismo en varios momentos de su intervención el pregonero historiador del Arte. «En Cuenca confluyeron las voluntades de nuestros antepasados nazarenos y el arte de nuestros más justamente valorados artistas», apuntó para glosar con didáctica admiración «los estudios anatómicos y la psicología del alma» de Luis Marco Pérez y su «afortunada labor homogenizadora» de nuestro canon estético. Habló, entre otros ejemplos,  de su Yacente que «nada tiene que envidiar a los de los maestros castellanos»; de «pliegues, luces y sombras» de El Bautista y de «ese destello de elegancia vertical que es San Juan Evangelista».

En el Ecce-Homo de Coullaut-Valera «el arte alcanza auténticos seísmos de belleza», según proclamó, destacando que es «un vendaval que va arrasando todas las miradas». Y del Cristo de la Agonía, del mismo autor, afirmó que es uno de los mejores crucificados del mapa pasionista español.

Se acordó de Martínez Bueno, «el de Pajaroncillo», con La Verónica del Jueves como paso más fiel a su estilo y de José Capuz, de cuyo Nazareno del Puente dijo que es «una de las cúspides artísticas de nuestra Semana de Pasión» y una de las obras más relevantes de la producción del valenciano. Habló también de Vicent, de Marín, de López del Espino, pero se detuvo sobre todo en Dubé de Luque, al que conoció en el proceso de elaboración de El Bautismo, «esa concha suspendida en el aire del silencio».

A su juicio, los conjuntos de la procesión En El Calvario y su monumentalidad, que se incrementa cuando desfilan juntos, demuestran «que «en Cuenca lo hacemos todo pensando en el bien común».

Pero como para él la Semana Santa «es una escena total» su repaso «del Arte con mayúscula de estos días» fue más allá de la gubia. Reivindicó a los policromadores, abjurando de su olvido. Ensalzó el bordado con referencias clásicas como Encarnación Román o contemporáneas como el Taller de La Esperanza. Hablo de la orfebrería, de las velas, de los adornos flores y de la música, recordando la figura de Aurelio Fernández Cabrera, recientemente fallecido, y de Nicolás Cabañas, cuya muerte hace 75 años también evocó. «Es la nuestra música de tanta personalidad, que una sola de ellas se ha constituido en himno de nuestra Semana Santa», en referencia a la marcha San Juan de 1927.

«Todo es Arte con Mayúsculas. Es Arte porque hemos sabido construir un patrimonio», se ufanó. 

El pregonero de 2023 fue también un pregonero teólogo o al menos teológico, espiritual, cristiano, católico. El que recurrió al cartel de José Antonio Perona para recordar que la vida terrenal «no termina, se transforma». El que vio oportuno, y oportuno fue, hablar de los cultos del Triduo Pascual. El que ve en imágenes como el Ecce-Homo de San Gil «la vocación de servicio que es la Iglesia, servicio a la voluntad del creador, al prójimo, al hermano, servicio a la Fe, aceptación de esta promesa, (…) gigante epítome de la resignación». En el conjunto de Hernández Navarro en el que Jesús es auxiliado por el Cirineo vio «el auxilio al prójimo, al necesitado». Y, en el Yacente «a Dios hecho hombre». 

Carlos Julián Martínez Soria, quien regaló un texto minucioso, exacto en significados y significantes, preciso y bien escrito, también fue un pregonero poeta. Los pasajes más líricos probablemente fueron los dedicados a la ciudad y las imágenes marianas. De Nuestra Señora de la Soledad y la Cruz afirmó, por ejemplo, que desfila «bajo ese palio sin varales que es la bóveda nocturna».

«Hay tantas Semanas Santas como personas las viven y sienten»

La noche reservó también espacio para un pregonero sociólogo y analista de la realidad nazarena. El que ve en la procesión del Duelo una muestra de compromiso y la evidencia de que la celebración «está viva, muy viva». El que constató la evolución de la tradición para adaptarse a la realidad cambiante, elogió el trabajo de las cofradías y el que proclamó que  Cuenca está abierta para recibir a todo aquel y a toda aquella que quiera disfrutar entre los conquenses de este torrente de vivencias que en unas horas invadirán la ciudad».

La pluralidad es para él otra de las características de este fenómeno: «Hay tantas Semanas Santas como personas las viven y sienten». Porque, destacó, lo que se vive estos días en la ciudad fruto «de sentimiento cristiano y habilidades personales».

Martínez Soria fue, sobre todo y todos, un pregonero nazareno, humano, persona, hijo. El que tras la sonrisa con sabor a bollería del inicio evocó pronto otros olores de los preparativos nazarenos y el trasiego de las planchas preparando las túnicas. Y el que, al final de su discurso y cada vez más emocionado, recordó a la madre que «con orgullo comprueba que se te ha quedado pequeña la túnica y te besa, para decirte qué bien te sienta el blanco con el terciopelo verde del capuz y, a la mañana siguiente, te pregunta aseverando, ‘qué guapa estaba la Virgen, ¿verdad?».

Y él mismo respondía luchando porque no se le quebrara la voz, en uno de los momentos de mayor comunión con el público, «Verdad, verdad que la Semana Santa de Cuenca es historia, es iglesia, es arte, es cultura, es tradición, y son sentimientos y emociones… pero sobre todo la Semana Santa de Cuenca es la nuestra, y, nazarenos y nazarenos de Cuenca, señoras y señores, para mí es la mejor porque es la que me ha hecho como soy». Así, con la cortesía del agradecimiento adicional, finalizaba su intervención el polipregonero mientras el Auditorio irrumpía en una ovación intensa y durarera y muchos de los espectadores elevaban el grado del homenaje poniéndose en pie.

Música, mimbres y masiva presencia institucional

Para cerrar el acto el pregonero y el cartelista, José Antonio Perona, recibían sendas esculturas elaboradas por Tomás Bux a modo de recuerdo de una Semana Santa que seguramente nunca olvidarán.

Previamente al pregón, el acto, conducido por la periodista Paula Latorre, comenzó con la actuación del Coro del Conservatorio que además del tradicional Miserere interpretó otras piezas de polifoníoa religiosa como el O Crux Ave de Dubra que cantarán el próximo Viernes Santo a la Cruz Desnuda. Jesús Mercado se estrenaba como director en este acto. 

La música también la puso la banda municipal que dirige Juan Carlos Aguilar. El suyo fue un repertorio de tres marchas repletas de significado: Cristo del Olvido para honrar la memoria de Aurelio Fernández Cabrera; Camino del Sepulcro de David Rivas, como muestra de relevo generacional; y la imprescindible San Juan de Cabañas.

En el escenario estaban colocados cuatro guiones. El de la Junta de Cofradías a un lado y en el extremo los de María Santísima de la Esperanza, el del Cristo de la Agonía, el de la Soledad de San Agustín y el del Cristo de la Agonía. El pregonero se inclinó ante ellos antes de comenzar su parlamento.

A modo de ambientación se eligió un decorado vegetal con protagonismo de los mimbres y los olivos con un pequeño Calvario con Dolorosa de Luis Marco Pérez, visible habitualmente en el Museo de la Semana Santa, ocupando el espacio que en la antigua iglesia de San Miguel solía presidir el Ecce-Homo.

Una vez más, el Pregón demostró un extraordinario poder de convocatoria de autoridades civiles, militares, religiosas y académicas. Entre ellas estaba el obispo, José María Yanguas; el presidente de la Junta de Cofradías, Jorge Sánchez Albendea; el alcalde de la ciudad, Darío Dolz; el presidente de la Diputación, Álvaro Martínez Chana; el vicepresidente de la Junta, José Luis Martínez Guijarro; el recto de la UCLM, José Julián Garde; el presidente de PP de Castilla-La Mancha, Francisco Núñez; y un largo etcétera de diputados, concejales y otros cargos. 

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