«La agricultura urbana no sólo es beneficiosa para el medio ambiente, también lo es socialmente»

Entrevista a Julián Briz, catedrático en la Escuela de Ingenieros Agrónomos y profesor emérito de la Universidad Politécnica de Madrid

Como tantos otros conquenses de la diáspora, Julián Briz tuvo que salir de nuestra ciudad para labrarse un más que prolífico currículum profesional. Ingeniero agrónomo de profesión, se decantó por la docencia, donde alcanzó, entre otros, el título de catedrático en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid. Autor de numerosas publicaciones y estudios sobre distintas materias relacionadas con la agronomía Briz pertenece asimismo a un buen puñado de organizaciones relacionadas con el mundo de la agricultura urbana y el medio ambiente, ámbitos en los que ha desarrollado una ingente labor investigadora desde hace tiempo. Y como otros muchos conquenses, conserva su orgullo de patria chica y nunca ha perdido su arraigo con nuestra ciudad, a la que se acerca cada vez que sus múltiples ocupaciones se lo permiten.

Sus orígenes están en Cuenca. Usted nació aquí.

Yo nací en Cuenca el día 28 de enero, con lo cual a mi padre, que iba a ponerme su nombre, le dijeron que no podía traicionar al patrón de la ciudad y me puso Julián.

Sus padres también son conquenses, no nació aquí por casualidad.

Sí, toda mi familia es de un pueblo de Cuenca, Paracuellos de la Vega, desde tres o cuatro generaciones atrás, desde la época de Carlos III creo que está documentado, así que tengo orígenes conquenses de padre y madre.

Y estudió aquí hasta finalizar el Bachillerato.

Sí, primero en la escuela Lucas Aguirre, que está en frente de la Diputación. Yo estudié allí desde párvulos, luego hice un curso en la Escuela Normal y de ahí fui al Instituto Alfonso VIII a partir de los 10 años, donde hice todo el bachillerato antiguo, hasta que me fui a estudiar a Madrid.

Usted es ingeniero agrónomo. ¿Qué es lo que le atrajo de esa especialidad de la ingeniería?

Es un caso de vocación indefinida, porque yo quería hacer Telecomunicaciones, pero vivía al lado de la Plaza de Toros, que estaba junto a lo que llamábamos la Agronómica, donde era director D. Manuel Alonso, que es una referencia en el mundo de la agronomía, incluso en Castilla-La Mancha dan el premio Manuel Alonso porque ha sido uno de los investigadores base de esta disciplina. Él fue quien trajo las semillas de girasol, creó algunas variedades de cereales y es una referencia internacional. Lo conocí y al ver en lo que trabajaba me decanté por la agronomía, eso fue lo que me decidió.

“Yo vivía al lado de la Plaza de Toros. Era una carretera llena de chopos a los dos lados, con una reguera llamada de Santa Ana, y allí los chicos chapoteábamos y nos metíamos corriendo y jugando”

¿Cómo era aquella ciudad en la que usted nació y creció? ¿Cómo la recuerda?

Yo vivía al lado de la Plaza de Toros. Era una carretera llena de chopos a los dos lados, con una reguera llamada de Santa Ana, y allí los chicos chapoteábamos y nos metíamos corriendo y jugando. No teníamos los juegos de ahora, estaba entrando la radio, pero no teníamos televisión y jugábamos al gua y a otros juegos de niños. Era la posguerra, una época con muchas necesidades y con cartillas de racionamiento. Y luego estaba el Instituto Alfonso VIII, que terminó siendo el primer instituto por notas de toda España y un emblema educativo. En ese instituto había muchos antiguos profesores de la Institución libre de Enseñanza a los que habían depurado y enviado a Cuenca como una especie de destierro. Eso propició que hubiera un grupo de docentes extraordinarios, que ahora muchos están en las calles de Cuenca: Joaquín Rojas, Luis Brull, Ramón Roca, etc…, y eso generó un instituto con mucha disciplina pero con una enorme camaradería y un nivel académico magnífico.

Si no me equivoco fue premio Lucas Aguirre de bachillerato, un galardón que premiaba al mejor alumno de bachillerato de Cuenca.

Sí, y además fui primer premio de la zona centro en bachillerato. Tuve que ir a Madrid a recoger el premio y recuerdo que fuimos a Madrid en la caja de un camión, en la parte de atrás. De aquella época recuerdo a Miguel Zapata, que ya apuntaba como pintor, y también algo más adelante recuerdo conocer a Fernando Zóbel. Recuerdo aquella época con mucha emoción.

Entrega Premios Instituto Alfonso VIII. 1956

Al terminar el bachillerato se va a Madrid a estudiar la carrera y a partir de ahí toda su carrera profesional la desarrolla fuera de Cuenca.

En Cuenca también hice algunos cursos de Magisterio, los veranos los aproveché para eso y mientras estudiaba 5º y 6º de agrónomos en verano estudiaba Magisterio. Como decía, al terminar el bachillerato me vine a Madrid con una beca de colegio mayor, que podíamos decir que era una beca estrella que cubría todos los gastos de estancia, manutención, matrícula y libros, y estuve estudiando la carrera durante siete años, que eran lo que duraban las ingenierías entonces. Cuando acabé tenía varias ofertas y me incliné por la del Ministerio de Agricultura. Más adelante salieron unas becas para formación de profesorado de escuelas técnicas y cogí la beca y me fui a Estados Unidos a continuar los estudios. Allí estuve un par de años y después volví a España y me incorporé a un organismo del Ministerio de Agricultura llamado FORPPA, que se dedicaba a la regulación de mercados, que era lo que yo había estudiado en Estados Unidos.

Usted también ha desarrollado una gran labor docente e investigadora. ¿Cómo acabó usted en la universidad?

Mientras trabajaba en el FORPPA la universidad me ofreció dar clase a tiempo parcial en la Escuela de Ingenieros Agrónomos, lo que ocurría es que trabajaba más pero me pagaban lo mismo, porque era incompatible cobrar de los dos sitios. Y llegó un momento en que me gustaba más la docencia que mi trabajo en el Ministerio y decidí optar sólo por la universidad. Estuve dos años en la Universidad de Córdoba, donde saqué la cátedra, y luego me vine a Madrid, donde obtuve también la cátedra en la Politécnica.

¿Cuál ha sido su especialidad como docente?

Yo estaba especializado en marketing y mercado, pero luego he ido evolucionando y estuve trabajando en otros temas como comercio electrónico, cadena alimentaria, control de calidad, consumo y finalmente entré en el tema de medio ambiente y ahora estoy en la junta directiva de infraestructuras verdes, que reúne a más de 35 países de todo el mundo, trabajando en temas de medio ambiente, ciudades, salud, etc…

“Yo estaba especializado en marketing y mercado, pero luego he ido evolucionando y estuve trabajando en otros temas como comercio electrónico, cadena alimentaria, control de calidad, consumo y finalmente entré en el tema de medio ambiente”

Repasando su currículum ha habido dos términos que me han llamado la atención: naturación urbana y agricultura urbana. ¿Qué son estas dos cosas?

El término naturación es un término que, modestamente, inventé yo. Naturación es sencillamente meter la naturaleza en la ciudad, puede ser agricultura, como huertos. Cuando yo vivía en Cuenca mis padres tenían un huerto en la ribera del Júcar y ahora se ha retomado esto en muchas ciudades y hay un movimiento en torno a los huertos urbanos. En realidad es un término que tiene que tiene que ver con lo verde que se pone, por ejemplo, en los tejados.

En otra entrevista le he leído que cuando se habla de agricultura urbana siempre pensamos en los parques y jardines, pero usted decía que hay muchos elementos de las ciudades que se pueden utilizar para generar infraestructuras verdes.

Sí, de hecho hay un movimiento fuerte en este sentido. Ahora estamos trabajando con Cuba y allí la mitad de las hortalizas que se consumen son de agricultura urbana. En Nueva York o Berlín hay cantidad de azoteas donde hay huertos. Pero además esto no es sólo por una cuestión alimenticia sino también como entretenimiento. Yo tengo un huerto en mi casa y a mis nietos les enseñó a sembrar, a recoger, a conocer la naturaleza de cerca. En Madrid Nuevo Norte hay un movimiento fuerte con una asociación de huertos urbanos y estoy trabajando con ellos en el bosque metropolitano de Madrid. Además, los huertos son muy sociales, te puedes reunir con gente que tiene ideas o edades distintas y muchas veces es la única forma de tener un contacto con los vecinos, una forma de comunicación en una sociedad tecnológica en la que cada vez vive la gente más aislada porque es más fácil comunicarte con una persona a tres mil kilómetros que con tu vecino, que está al lado.

¿Ese concepto es aplicable también a las ciudades pequeñas?

Igual, porque en las ciudades pequeñas está pasando lo mismo. El reto es buscar puntos comunes de comunicación. Nosotros tenemos publicados muchos libros en varios idiomas sobre estos temas. Ahora hemos hecho un estudio con el Colegio de Ingenieros Agrónomos sobre este tema. La agricultura urbana busca, además del efecto que tiene en la mejora de la calidad de las plantas y sus beneficios naturales, ese contacto social del que hablaba.

En días pasados leí un artículo de un viticultor que decía que por causa del cambio climático cada vez es más difícil trabajar el campo, que las precipitaciones están muy concentradas, grandes tormentas con granizo, épocas largas de sequía, etc… ¿Qué opina sobre las consecuencias del cambio climático en la agricultura?

El cambio climático es un hecho. Además, estamos en un periodo interglaciar. Esto ha pasado durante millones de años, no es nuevo, lo que discutimos es cuál es el impacto del hombre en la aceleración del cambio climático, porque antes de existir el hombre también hubo cambios climáticos. Lo que ocurre es que ahora hay un efecto de aceleración de ese cambio, con un sobrecalentamiento y los efectos del CO2, eso no se puede negar. Y en relación con la agronomía hay que buscar variedades que sean cada vez más resistentes y que consuman menos agua, porque el agua va a ser un problema muy serio, y buscar otro tipo de comportamiento en la alimentación. Todo esto es un proceso en el que toda la sociedad tiene que participar. Si nosotros ponemos la naturación dentro de la ciudad esto amortigua esos efectos del cambio climático. Hay estudios que estiman en tres grados la diferencia entre un barrio verde y otro no verde. Incluso hay trabajos que establecen una relación directa entre la agresividad y la criminalidad y la falta de espacios verdes, cuantas más zonas verdes menos criminalidad.

“Hay que reforzar las acciones de marketing y ser muy dinámicos a la hora de llamar la atención sobre lo que Cuenca puede ofrecer”

Me gustaría que nos hablara sobre el concepto de España vaciada, algo sobre lo que reflexionaba en un artículo publicado en nuestro diario. ¿Es reversible?

A mí no me gusta el término vaciada porque no está vacía, queda gente, y además de los humanos hay otras cosas, están la flora y la fauna, no es un desierto. Pero aceptando ese término, lo que ha ocurrido es que ha habido un proceso de emigración muy fuerte hacia las ciudades por diversos motivos sociales y económicos. Sobre si es reversible, lo primero que hay que hacer es parar el ritmo de emigración, porque sigue siendo una sangría, dando los servicios adecuados, fomentar el teletrabajo con buenas comunicaciones y facilitar que la gente no se vaya e incluso que haya personas que se quieran instalar en las zonas menos pobladas. Además, habría que canalizar la inmigración que llega y que en lugar de ir a las ciudades más pobladas vaya a entornos menos poblados y más rurales. Pero esto lleva tiempo, no es algo que se pueda solucionar de un día para otro.

¿Sigue manteniendo su vinculación con Cuenca?

Sí, de hecho mantengo la misma casa en la que viví de niño y de joven. Sigo estando arraigado, voy mucho a Cuenca y además recibo a muchos amigos de otros países que vienen a conocer la ciudad y les hace mucha ilusión. Además, mantengo mi grupo de amigos de mi época de joven, me reúno con ellos y tenemos un contacto constante. Y no sólo yo, sino que toda mi familia mantiene la relación con Cuenca. Recientemente hemos estado con nuestros nietos en Paracuellos de la Vega para que vieran nuestras raíces familiares. En una ocasión nos juntamos 35 primos hermanos, o sea que sigo siendo un conquense de pura cepa y de por vida.

Antes le preguntaba cómo era la ciudad en la que nació y creció y ahora le pregunto cómo ve Cuenca en estos momentos. ¿Qué potencialidades habría que explotar más?

Para mí, aunque sigo teniendo mucha relación con Cuenca, es difícil plantear soluciones, pero sí que hay alguna cosa que creo que deberíamos mejorar. Por ejemplo, comparando con ciudades como Teruel ellos son muy dinámicos en llamar la atención sobre su ciudad. Hay que intentar llamar mucho la atención e incidir más en el marketing. Y en cuestión laboral creo que hay que fomentar mucho el teletrabajo, tanto para que haya conquenses que se queden en Cuenca como para que gente de ciudades más grandes puedan establecerse aquí. Cuenca tiene un potencial tremendo todavía por explotar y lo atestigua el hecho de que cuando nosotros traemos a Cuenca a gente de fuera de España se quedan maravillados con la ciudad, por eso digo que hay que reforzar las acciones de marketing y ser muy dinámicos a la hora de llamar la atención sobre lo que Cuenca puede ofrecer.