El informe de la dirección facultativa descarta que la maquinaria catalizara el derrumbe de Canónigos y apunta a las lluvias

Considera que el tipo de suelo y el tapón de en un pozo aceleraron el proceso. A su juicio, hace un año la situación "no era alarmante pero sí exigía una actuación rápida" si bien opina que no había evidencias de un posible colapso

«El incidente se produce por un cúmulo de circunstancias adversas». Así comienza el último párrafo, correspondiente a las conclusiones, del informe sobre el desplome de un tramo de la calle Canónigos el pasado 12 de mayo. Lo firma el ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Daniel Valverde (Grupo Trébol 5), director facultativo y coordinador de seguridad y salud de las obras que se estaban ejecutando en la zona.

En el documento, al que ha tenido acceso por Voces de Cuenca y que extracta en primicia, se desglosan esas circunstancias poniéndose especial énfasis en varias  de ellas: el deficiente funcionamiento del alcantarillado, las lluvias del pasado invierno, el paso del tiempo con el consecuente deterioro del estado de la vía y «la presencia de una material de relleno, con un alto contenido en yesos, muy vulnerable al agua, y con características muy colapsables que supuso unas sobrecargas excepcionales sobre la bóveda del Arco del Aliviadero, que no se reflejaron el exterior». Ese punto fue el centro donde comenzó a ceder la vía, según las hipótesis que manejan. Se descarta asimismo, y de manera casi absoluta, que la maquinaria pesada tuviera alguna influencia en el suceso.

El autor afirma que la situación en el momento de redacción del proyecto por Trébol 5 (fechado en junio de 2020) «no era extremadamente alarmante, aunque sí requería de una rápida intervención para evitar que se siguiese produciendo la entrada de agua procedente de lluvia por las fisuras existentes a ambos lados de la calzada».

En cualquier caso defiende que «no se habían manifestado evidencias claras e inequívocas del posible colapso del arco inferior», siendo el resto de los deterioros como «las grietas y fisuras que siempre tenían origen en el prétil en el muro en coronación» compatibles «con el hundimiento del pavimento en la parte superior del vial producido, como ya se ha constatado, por acumulación de agua por el trasdós del muro». 

Alcantarillado, manchas desde 2013 y un tapón en un pozo

Tras una primera evaluación del suceso, el informe apunta a varias razones, desde el punto de vista técnico, que explican el derrumbe. «La causa fundamental se corresponde con el inadecuado funcionamiento de la red de alcantarillado de la zona, lo que ha redundado en una aportación de agua al relleno de la calle, según se intuye desde al menos el año 2013, año en el que se detectan los primeros desprendimientos y manchas de humedad en los muros por parte del Ayuntamiento de Cuenca», señala. 

Esos problemas son los que motivaron obras acometidas en 2014-15 y posteriormente en 2017, tal como se ha recordado en los días posteriores al derrumbe de la conocida históricamente como Bajada a San Pablo.

Al inspeccionar el terreno tras el derrumbe apareció una sorpresa que, según el informe, también pudo contribuir al desenlace del hundimiento. Observaron los técnicos que un tubo de PVC de las obras de reparación previas, estaba recogido en un pozo, enrollado y desconectado de su función, ocasionando un tapón. Según sus cálculos, debió de desprenderse en algún episodio de fuertes lluvias en otoño o el invierno más recientes.  «Es probable que durante alguna tormenta, se rompiese o se desconectase en alguna junta entre la redacción de proyecto y el inicio de las obras, ocasionando una mayor entrada de agua en el relleno del trasdosado del muro, que conformaba la calle», se subraya en el texto.

Lluvias por encima de lo normal y en los días previos

Ese taponamiento de la tubería de saneamiento habría provocado que todo el agua se introdujera en los terrenos de relleno de la calle, produciendo una migración de material hacia la salida por gravedad del agua, es decir el arco del aliviadero. «Las precipitaciones extraordinarias del invierno 2020-2021 supusieron una entrada muy elevada de agua en el interior de la calle, produciendo por tanto un sobrepeso en las cargas sobre el muro y sobre el arco inferior del mismo, que debido a la naturaleza del material empleado de relleno, no tenía capacidad drenante», sostiene el informe.

Para Trébol 5 está claro que «el deterioro entre el tiempo comprendido desde la redacción del proyecto constructivo y el inicio de las obras se ha visto agravado por la extraordinaria pluviosidad del pasado invierno», y destacan cómo las precipitaciones acumuladas desde diciembre superaron con creces la mediana acumulada entre 1981 y 2010.

Se recuerda además que el fin de semana previo al incidente hubo lluvias de carácter tormentoso y que el lunes también cayeron de manera ocasional algunas gotas sobre la capital conquense. 

Terrenos de un material que no llega a categoría de ‘suelo marginal’ 

Valverde también incide en varias ocasiones a lo largo de las 30 páginas de su informe en que el material existente en el relleno del muro carece de permeabilidad, siendo por tanto propenso de retener el agua. «Esta circunstancia ha propiciado que aumente su peso específico de forma paulatina ante la falta de drenaje de los muros, con el correspondiente aumento de los esfuerzos provocados», precisa.

El viernes 14 de mayo, dos días después del derrumbe, los Bomberos Municipales extrajeron varias muestras de ese material para que fueran estudiadas en laboratorio. La inspección visual ya fue bastante elocuente porque «tras dos días expuestos al sol y la acción secante del aire, (…) seguía completamente saturado de agua y tenía un comportamiento plástico».  El análisis corroboró esas conclusiones. «Un suelo muy colapsable», sin margen para la duda. Según la clasificación establecida para las carreteras del Estado «no obtendría ni tan siquiera la mínima clasificación de ‘suelo marginal’ y debería ser retirado a vertedero’.

La composición de los terrenos del muro y los riesgos que suponían ya fueron objeto de los trabajos geotécnicos practicados en mayo de 2020, de los que se dedujo que el agua infiltrada habían producido un lavado del material de relleno soporte del pavimento. 

Entonces se observó también que el muro tenía un ligero desplome pero «a propósito». Según se contrastó con varios arqueólogos, se había ejecutado adrede de esa manera «con el fin de posibilitar el paso de carruajes de mayores dimensiones justo en el paso estrecho que supone la roca sobre la calle en el punto donde esta quiebra hacia el noroeste».

Muro en valores límites 

El documento, que fue encargado por el Ayuntamiento y por el Consorcio de la Ciudad de Cuenca en su condición de promotores de la obra, se detiene también en la evaluación de los espesores de los muros que sostenían la calle semihundida. En la base oscilan entre 1,50 y el 2,10 metros. Pero el resto «son conglomerados de piedra con aproximadamente 80 centímetros». Valores que «son muy insuficientes para el tipo de carga que soportan, por lo que desde hace varios años (…) estaba en valores límites no compatibles con el aumento sustancial del peso del relleno» que supusieron las fugas de agua.

El ingeniero de Caminos que dirigía facultativamente la obra coteja esos datos con los del proyecto arqueológico de la restauración de 2015, en el que se aprecia que las recrecidas del nivel de la calle a lo largo del tiempo no fueron acompañadas de una corrección en la cimentación en las bases. 

Maquinaria

Desde la empresa que redactó el proyecto inicial -y  que ahora ha elaborado este informe- se piensa que en la acción de la máquina miniexcavadora «no era en ningún modo» la causa del derrumbe. La tesis se sostiene en que el aparato estaba plenamente operativo y con los cristales de la cabina intactos, de lo que se colige que se cayó deslizando y en ningún caso se encontraba en el epicentro del derrumbe. En ese escenario hubiese sido sepultadas por los escombros y tierras de la calle. 

Debido a los condicionantes de espacio y cargas mecánicas, se había determinado que toda la maquinaria a emplear se especificó que fuese de tipo “mini”, de entre tres y cinco toneladas. Ese límite máximo se rebajó a tres al comienzo de las obras. Igualmente, se acordó que el desmontaje de las losas de las fajas laterales del pavimento se realizara a mano. Las decisiones se tomaron al comprobar que el pavimento estaba mucho más rebajado que al realizar el proyecto y que habían aparecido nuevas fisuras en los petriles. «Según constató la responsable del seguimiento arqueológico, estas fisuras se corresponden con las uniones de las distintas fases constructivas a lo largo del tiempo», se señala en el documento. También se apreció que las fisuras del arco del aliviadero eran similares a las identificadas con anterioridad.

¿Qué comprobaron los técnicos en primavera del año pasado?

En mayo del año pasado, mientras al elaborar el proyecto técnico de las obras que comenzaron finalmente el 26 de abril de 2021, los responsables de Trébol 5 advirtieron esa serie de problemas en la zona que en el informe tras el derrumbe se sintetiza con la ya reproducida frase de «la situación no era extremadamente alarmante, aunque sí requería de una rápida intervención». Esto es lo que señalaban

-Aparente desplome del muro de mampostería existente, donde una serie de infiltraciones de agua en el interior del trasdós había ocasionado fisuras en el paramento. Se comprueba que los mechinales de drenaje del muro no han funcionado prácticamente nunca por la naturaleza cohesiva del terreno empleado para relleno, mayoritariamente tierra vegetal procedente de la huertas del río Huécar.

Grietas en el pavimento ocasionadas por la rotura del colector, con el consiguiente aporte de agua al relleno (nada drenante) del material. situación se agravaba al no estar selladas las grietas y por la existencia de alguna calicata sin tapar, sirviendo ambas circunstancias como entrada de agua procedente de lluvias, con el consiguiente agravamiento del problema en el tiempo.

-Inadecuado funcionamiento del colector existente, por encontrarse una rotura del mismo a la atura de la acometida con la fuente, además de haberse disminuido su sección interior por la introducción de un conducto flexible de 160
mm de PVC que sirvió de encamisado provisional de la red hasta poder acometer la reparación del segundo tramo.

-Existencia de grietas en la parte superior del arco del aliviadero, en la parte inferior de la calle Canónigos.