La hermandad del Resucitado redondea una Semana Santa plena en el desfile del cincuentenario de su refundación

Una procesión de El Encuentro 40 minutos más rápida que la del año pasado llena Cuenca de estrenos musicales y del júbilo por el dogma central de los católicos

50 años de la REfundación de la hermandad de Jesús REsucitado y la Virgen del Amparo. La cosa iba de prefijos, exactamente de ‘re’ que, según el Diccionario de la Real Academia Española, puede significar repetición, ‘detrás de’ o ‘hacia atrás’, intensificación y también oposición, resistencia y negación. De todo ello tiene mucho la Semana Santa de Cuenca. De ciclo completado anualmente tras el equinoccio de primavera. De memoria de lo que nos precedieron y lo que nos hizo ser como somos. De exacerbación de la belleza, los sentimientos y la oración. Y, también, de defender una forma de entender la vida que parece en extinción y una ciudad siempre vulnerable cuyo instinto de supervivencia emerge más que nunca en estos días.

Este Domingo de Pascua de 2023 -año que se celebra medio siglo de la recuperación de la cofradía y del desfile de El Encuentro- ha sintetizado e integrado todos esos elementos al servicio de una causa mayor: la celebración en las calles del dogma fundamental de la doctrina católica: la Resurrección de Cristo entre los muertos tras redimir a la humanidad. La manifestación de religiosidad popular ha clamado entre horquillas, bandas, flores y terciopelos la más vertiginosa y extraordinaria frase del Credo, que ya es de por sí una oración repleta de aseveraciones extraordinarias y vertiginosas.

Estreno de Fanfarria para la Resurrección

Vientos metales de la Banda Municipal de Cuenca se colocaron estratégicamente en la zona superior de la oblicua Plaza de San Andrés, a modo de escenario invisible, para recibir a las diez de la mañana al Jesús triunfante de la muerte con la novísima ‘Fanfarria para la Resurección’ de Javier Caruda Ortiz. El joven talento musical conquense y bancero de la imagen presenciaba junto a la agrupación la épica intepretación, acogida con expectación y silencio entre un público abundante, aunque no tanto como en el anterior domingo. El clima de majestuosidad y gloria se repetía con la pieza elegida para recibir a la Virgen del Amparo, también compuesta por el mismo autor: ‘Toque y oración’.

Tras ambos regalos sonoros cada imagen siguió caminos distintos, tal como mandan la costumbre y la narración. Hacia la derecha que le llevaría por San Juan, Palafox y Calderón de la Barca, se decantó el Resucitado que tallase Leonardo Martínez Bueno. En su guión lucía este año el primer escudo que conserva la hermandad y constaban también las fechas de la primera y segunda fundación, 1954 y 1973. «Yo me acuerdo que cuando era pequeño hubo unos años en los que no salía esta procesión. Luego ya empezó otra vez con (Jesús) Torralba y unos cuantos», comentaban un nazareno relativamente veterano a otros dos de su quinta en una conversación que rápidamente pasaba a glosar las andas del Resucitado. Sobre ellas, y siguiendo la acertada línea estética del año anterior, un adorno floral multicolor y ecléctico pero más contenido, con una altura adecuada para poder vislumbrar valiosos detalles de la talla como sus pies en signo de elevación. 

En su descenso la imagen pasó ante el Jardinillo de Palafox, donde el pasado 12 de marzo miembros de la hermandad estuvieron plantando árboles en colaboración con la asociación naturalista Esparvel en un acto de defensa del medio ambiente, de la Creación. Su camino lo marcaba la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías cuyos miembros parecían con manos, labios, pulmones y rostros renovados, milagrosamente con apariencia de intactos a pesar de las muchas horas de esfuerzo y servicio acumulados. 

Pocos espectadores en los itinerarios partidos

A la izquierda -por el itinerario de Solera, El Salvador, San Vicente, Puerta de Valencia y Tintes- se desvío la imagen mariana, la Virgen del Amparo, del taller de Royo-Rabasa aún con su manto de luto. Sus banceros y banceras -hubo mucha presencia femenina- tuvieron el delicioso auxilio musical de la Banda Municipal de Cuenca, que una vez más supo traducir el sentido del día en su repertorio. Estrenó en desfile la marcha ‘Amparo Verde y Negro’ de David Guirado, compuesta para el medio siglo de la recuperación de la hermandad. Nuevas caligrafías locales para los pentagramas junto a firmas clásicas como Julían Aguirre Belmar y su Resucitado. No faltó tampoco ‘Mesopotamia’, que José Vélez compuso para esta hermadad conquense, ni piezas de ritmos más movidos como ‘Costalero’.

En uno y otro descenso apenas hubo espectadores. Por Los Tintes, por ejemplo, apenas había unos cuantos agrupados en las Escaleras de La Moneda y del Gallo mientras que el resto de la calle era territorio casi exclusivo para nazarenos y fotógrafos. Los pocos que huyeron de la abrumadora mayoría y eligieron este lugar para ver el desfile se encontraron con la recompensa de instantes de bucólica y simbólica belleza, con el sol y el río como invitados especiales con sus destellos y rumores. Tuvieron el regalo de los que huyen de las piezas celebérrimas de un museo -y de su estela de aglomeraciones y selfies– y se pierden entre las salas más solitarias para descubir y conmoverse con una joya escondida que pasa desapercibida en los folletos turísticos.

Desde prácticamente la hora de inicio de la procesión ya se había ido agolpando público en la Plaza de la Constitución (o del Nazareno, Cánovas o la Fuente de Colores, según la generación y la coloquialidad del que la denomine) para contemplar el célebre Encuento. Hubo por tanto muchísima gente en este punto y en los espacios adyacentes, aunque quizá algunos menos que en otras ocasiones. 

La intersección de los guiones, estandartes y comitivas de hermanos mayores de las todas las hermandades que iban precediendo ambas imágenes adelantó la ansiada unión, que tuvo que esperar a que se fuera configurando el nuevo orden. A eso de las 11:15 horas -veinte minutos antes que el año pasado- sonó en la banda municipal ‘El Evangelista’ y la Madre y el Hijo, al fin se encontraro. El duelo esfumado, una fumigación de esperanza. Cuantos hombres y mujeres habrán muerto pensando en ese instante, en el cuándo y el cómo del remedo de ese reencuentro. Bailaron ambas imágenes y brotaron los primeros aplausos, uno de los escasos que se comparten en una Semana Santa donde la hipérbole y la admiración van por dentro. 

Después, se aupó la camarera Miriam Benito Iniesta a las andas de la Virgen y ante la curiosidad bastante silenciosa de la masa, despojó a la imagen del manto negro y descubrió la vestimenta verde. De las tinieblas invernales a los campos primaverales, domando el paganismo en un mensaje cristiano. Del dolor solitario y abisal al renacimiento de la vida. 

300 palomas, como los espartanos de las Termópilas

Hubo entonces aún más aplausos, sonó el himno de España y surcaron el cielo castellano las palomas mensajeras. Este año fueron más que nunca: 300, como los espartanos de la Batalla de las Termópilas. El CDE ‘Alas del Huécar’ lleva 25 años participando con sus animales en esta cita y este año quiso festejar las efemérides con más cantidad de alas que nunca. El efecto fue espectacular.

A continuación se desarrolló el rezo de Regina Coeli a cargo de Gonzalo Marín, el consiliario. Es la oración mariana que sustituye al Ángelus durante el tiempo pascual: «¡Alégrate, Reina del Cielo!». Este año la megafonía fue mucho más eficaz que en otras ocasiones, lo que permitió seguir la antífona con mucha más claridad y a que hubiese más silencio. 

Después, José Luis Marco Nielfa -uno de los grandes artífices de la refundación, Reconocimiento Gólgota de Voces de Cuenca 2018- y un niño depositaron un ramo floral en el Monumento al Nazareno en memoria de los semanasanteros fallecidos. Le acompañaron la representación de San Juan Evangelista, cofradía que sufragó la erección de la doble estatuta y que está también muy vinculada a la historia de un desfile en el que participó con la Virgen del Amparo.

Ya completo y en el orden que no iba a abandonar (Cruz de Guía, Trompetas y Tambores, Estandartes de las hermandades, Resucitado, Virgen, autoridades y bandas) el cortejo discurrió por Carretería, Hispanidad y Aguirre, donde en ambas aceras se agolpan dos y tres filas de espectadores.

En este nuevo tramo desfiló al completo la Comisión Ejecutiva de la Junta de Cofradías, que ha experimentado varios recambios y renuevos en esta ocasión, junto a la concejala Nelia Valverde, que como el año pasado representaba al Ayuntamiento.

Bailando o meciéndose en paralelo, elegantes, con la alegría elegante que otorgan las causas verdaderas se fue luciedo el cortejo por el centro capitalino, flanqueado por unas filas que sumarían aproximadamente 200 hermanos. Este es el único día de la semana sin capuces ni rostros tapados: bonetes y miradas exhaustas pero felices.

Campanas

Al llegar la procesión a la Puerta de Valencia sonaron las campanas de las Concepcionistas, un timbre que encontraría su réplica en El Salvador. Desde la Semana de Música Religiosa se había programado un concierto en las torres eclesiásticas del Casco Antiguo a cargo de los Campaneros de la Catedral de Pamplona coinciendo con la celebración, pero finalmente la cita se cayó de la programación por incompatibilidad con los horarios de culto y el desarollo del propio cortejo. Se ha aplazado al ciclo de Adviento. Una pena porque prometía ser un espectáculo sonoro y porque hubiera permitido que las dos Semanas, la Santa y la de Música Religiosa, que tanto se deben mutuamente, tuviesen otra ocasión de ser esas líneas paralelas, esas equidistantes entre sí que nunca se cortan.

Entre los sonidos de las jornadas se coló recurrentemente también el de las ruedas de las maletas de los que ya adelantaban su marcha. Turistas o conquenses emigrados que reviven por unas fechas una ciudad y un Casco Antiguo rellenos cuyos muros trataban de atrapar en la memoria de sus muros la vibración contundente de los tambores resonando, como la hormiga antagonista de la cigarra guardaba el grano para poder administrarlo en los tiempos ruidos.

Con mucho mejor ritmo que el de la edición precedente, el cortejo inició el último ascenso. La Plaza de San Andrés volvió a poblarse de rostros distintos y abundantes, como los techos de las sacristías y capillas de las iglesias medievales y renacentistas que querían representar a todo el género humano. En un verdadero ejercicio de aprovechamiento de espacio que ya quisiera imitar Marie Kondo, el aire del espacio se fue alfombrando de los guiones y estandartes. La Banda de Trompetas y Tambores ocupó el territorio que se le había reservado con una respetada cinta policial. Justo al llegar los estandartes del Resucitado hubo que hacer hueco sigiloso a miembros de Cruz Roja, que tuvieron que atender una incidencia que a priori no revestía ni gravedad ni urgencia.

40 minutos más rápido que en 2022

Y, ya, sorbiendo los últimos golpes de horquilla, llegó el Resucitado. Al acceder a la escalonada plaza, el paso se terminó de contagiar del todo el plano inclinado y con los banceros abrazando los hombros de los compañeros, regresó a San Andrés entre las notas del himno nacional. La Madre, siguiendo las mismas maniobras que imponía el plano, lo hacía la Marcha de Infantes. Dejaron de sonar los instrumentos antes de cruzar el dintel por lo que el último instante fue un baile sin música ni aplausos, en silencio, acumulando las miradas de última hora. Eran las 13:29, lo que supone un adelanto de 40 minutos respecto a 2022.

Y, así, se redondeó otra Semana Santa plena. Diez de diez procesiones y porque no tenemos más. Esta vez la meteorología no fue objeto de titular, no pasó de nota a pie de página. Una anécdota como la del frescor matutino de esta jornada dominical que pasó luego a un sol intenso, del abrigo a la manga corta. Ni siquiera hubo en esta semana algún chubasco ni una colección gris de nubes amenazadoras. Desde el bienio 2014-2015 no había antecedente de dos años seguidos sin suspensión ni mutilación de desfiles y por aquel entonces no existía el Duelo.

Cuenca, revivida, comienza la cuenta regresiva, más escueta a pesar del bisiesto. El 22 de marzo de 2024 es Viernes de Dolores. 

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