Cuenca completa el calendario procesional del año del regreso con un desfile de Resurrección que elevó a la ciudad al Cielo

Una procesión de El Encuentro que duró algo más de lo habitual se desarrolló con un cielo nítido y un sol extenuante que remarcaron la celebración por el renacimiento del la Vida

Al alzar la vista desde la Plaza de San Andrés poco antes de las diez de la mañana de este domingo, podía verse un avión sobrevolando Cuenca, trazando a más de 750 kilómetros por hora su blanca estela de condensación sobre un azul nitidísimo y terso. Según la web de información de tráfico aéreo FlightRadar 24, la aeronave (un Boeing 737-8AS operado por la compañía Ryanair) había salido de El Altet (Alicante) 26 minutos antes y en dos horas alcanzaría su destino, el aeropuerto de la ciudad irlandesa de Cork. Sus pasajeros probablemente serían del todo ajenos a que más de 36.000 pies por debajo estaba a punto de comenzar la última de las procesiones de la Semana Santa de Cuenca de este 2022, un cortejo de El Encuentro que elevó a la ciudad hasta el Cielo -con mayúscula teológica frente a la minúscula astronómica- en asiento de business class. Abróchense los fajines.

Con la plaza y la inmediata calle de El Peso ya tapizadas de los terciopelos de los guiones y estandartes de todas las hermandades semanasanteras de Cuenca sin excepción, comenzaba puntual a las diez el desfile de la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Resucitado y la Virgen del Amparo. El primero de sus titulares salió por las puertas de San Andrés seis minutos después, en su primera aparición por las calles tras ser restaurado por Mar Brox en 2020. La actuación ha permitido recuperar el esplendor de esta obra del a veces no bien ponderado Leonardo Martínez Bueno, a lo que también contribuyó el exorno floral de este año, menos alto y sin tapar la figura entera, que era visible desde la base. Tres crespones negros estaban prendidos a sus gualdrapas en señal de luto por cofrades fallecidos. Otros tantos había en las de la Madre, que salió poco después y estrenaba en procesión un corazón plateado, confeccionado hace dos años por Pedro Joyeros. 

El desfile tardó casi veinte minutos en partirse en dos. El Jesús salió de la calle por San Juan y Palafox, precedido de la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías -que adaptó su repertorio para que la mayoría de las marchas estuvieran relacionadas con el episodio evangélico que se relataba- y de los estandartes de las corporaciones cristíferas. La Madre, por su parte, tomó la dirección contraria, aún enlutada y acompañada de la Banda de Música Municipal de Cuenca y de las enseñas de las hermandades marianas, la Santa Cena y, en lugar de honor, San Juan Evangelista. La preeminencia no es capricho: la cofradía participaba a mediados del siglo XX en este desfile precisamente con la talla de la Virgen del Amparo, que había adquirido en los talleres Royo Barrasa de Valencia. 

El don de la bilocación

Los respectivos descensos, saludados con las campanas de El Salvador, no se desarrollaron en absoluta soledad, pero no hubo demasiados testigos, quizá algunos más que en anteriores ediciones. El don de la bilocación sigue reservado a unos cuantos santos de milagrosas capacidades -aunque haya nazarenos, músicos y comunicadores que se aproximen mucho a alcanzarlo en estos días- y el público sacrifica este primer tramo para poder llegar a tiempo a hitos como el encuentro. Eso permite a la mañana ofrecer estampas íntimas, que a la altura de Los Tintes alcanzan la categoría de sobredosis de bucolismo: los gatos del cauce del Huécar atentos y petrificados contemplando la procesión, el rumor saltarín del río interpretando su marcha procesional y las mariposas planeando entre cetros de nazarenos y destellos de sol. 

La participación en las filas fue de magnitudes prepandémicas, con elevado porcentaje infantil. Bastantes de ellos, aunque no llegarían a la mitad, llevaban mascarillas, que sí portaban todos los banceros con diseño uniforme y corporativo. También pudieron verse entre los portaenseres de otras hermandades. Ahí el criterio era más colectivo que individual: mayoritariamente las delegaciones de cofradías habían decido llevarlas o no en bloque. 

Un Rubicón hacia la normalidad perdida

A tres días de que estos elementos de protección dejen de ser obligatorios en la mayor parte de los recintos interiores, la Semana Santa, que siempre se toma como medida de referencia para organizar el calendario local, ha supuesto sociológicamente pasar nuestro particular Rubicón hacia la normalidad perdida y la gripalización del coronavirus. Salidas, contactos, reencuentros y aglomeraciones han sido la tónica de las jornadas. El SARS-CoV-2 ha demostrado su capacidad para mutar y sorprender y no son descabellados volantazos epidemiológicos o normativos que desbaraten el análisis y desanden el camino, pero las procesiones y toda su actividad social paralela han significado el acceso a un nuevo estadio en la relación mental de los conquenses con la enfermedad. Un antes y un después.

Encuentro y homenajes

La confluencia entre la Virgen y El Resucitado se produjo más tarde que en otras ediciones, pasadas las 11:35 horas. Un tiempo añadido de espera para los espectadores que por cientos, por miles, aguardaban en la Plaza de la Constitución y toda la zona adyacente, en algunos casos desde más de una hora y media antes. El ansiado encuentro tuvo como hilo musical la marcha El Evangelista, como venía siendo habitual en la historia reciente hasta la interrupción de la crisis sanitaria.

Tras la primera y furtiva mirada que dio pie a algunos aplausos,  la hermana Miriam Benito Iniesta se alzó a las andas de María Santísimo del Amparo para desprenderle del manto negro y dejar a la vista el verde. Del luto a la esperanza, como una metáfora cromática tras dos años muy duros. Una ovación atronadora y la habitual suelta de palomas -otra vez mirando al cielo- dieron pie al himno nacional de España y a la alegría colectiva, más consciente que nunca. 

Vídeo de Esther Palenciano

En la operación se aprovechó para bajar uno de los dos ramos de flores que iban en el paso de la Virgen. Fue la misma hermana la que, acompañada de un niño, lo depositó a los pies del Monumento al Nazareno, donde permanecían el ramo colocado unos días antes por la hermandad de la Soledad del Puente y la Palma de San Juan. Un recuerdo a los difuntos que forma parte del rito habitual de la procesión y que este año se impregnaba de un tono especial tras dispararse la mortalidad y acumularse las audiencias. El mismo espacio acogió el rezo del Regina Coeli por parte del consiliario Gonzalo Marín. Una antífona felicitando a María por la Resurrección de Cristo.

En este punto varios m¡embros de la Comisión Ejecutiva de la Junta de Cofradías se unieron a la presidencia institucional del desfile que ejercieron la concejala Nelia Valverde y el presidente de la máxima institución nazarena, Jorge Sánchez Albendea.

Ya unidos ambos pasos comenzaron el regreso hacia San Andrés. Un regreso que venga tantas salidas de los hospitales en soledad y derrota de aquellos dolientes que vuelven sin la persona a la que habían acompañado, con la L simbólica de la orfandad o la viudedad prendida del alma. La revancha se encarnó en una demostración de bailes alternativos o simultáneos delimitados por unas aceras donde se acumulan hasta cuatro y cinco filas de espectadores. Al final de Carretería, los pasos rindieron un homenaje a una hermana.

Parones

La procesión, muy extendida a lo largo del mapa urbano, sufrió varios parones en estos últimos tramos. Detenciones que tenían que ver con frecuentes paradas en la marcha de los pasos o con algún pequeño percance en el reparto de agua. Hubo ante esas circunstancias más intentos de los habituales de cruzar por medio del cortejo, algunos de ellos completados con éxito a pesar de las advertencias de los nazarenos. La ciudad está repleta de turistas y algunos demostraban su malestar por no poder continuar su particular ruta al interponerse la procesión, aunque eran los más los que acataban las normas con respeto y paciencia. 

Y es que la ciudad se ha segregado desde el domingo anterior de la España Vacía o Vaciada. La capital conquense, al igual que muchos municipios de la provincia, se ha dilatado demográficamente en estos días, aunque esa independencia del territorio despoblado tiene fecha de caducidad. No tan inmediata como aquella efímera que proclamó Puigdemont para Cataluña, apenas unos segundos que fueron carne de meme, pero que se irá marchitando ya en la tarde dominical y las primeras horas del Lunes de Pascua. Otra vez se amortiguarán en los parques los sonidos de los niños y el eco nos responderá en el Casco Antiguo.

En la Puerta de Valencia, donde las campanas anunciaban la gran noticia del hallazgo del sepuclro vacío, comenzó un ascenso que el capataz del Resucitado, Javier Caruda, organizó nombrando, uno a uno, a cada uno de sus banceros, reforzando lazos y personalizando la experiencia de usuario.

Mucha gente también en el final de San Andrés, donde se cerraba el círculo iniciado en Ramos. Tanto los espectadores como los representantes de las hermandades tuvieron que aguantar todavía más de lo esperado bajo un inclemente sol que se agradecía y padecía a partes iguales. Más de una piel va a quedar como la de los pasajeros ingleses e irlandeses del Boeing 737-8AS que unas horas antes cruzaba el cielo conquense. After sun para empezar la Pascua.

El sol, que tanto se había deseado, también fue una penitencia añadida para los nazarenos  en este día de gloria. Al fin aparecieron los pasos, que fueron despedidos por partida doble con la Marcha de Infantes, nacida de los entregados y optimizados instrumentos de la Banda de la Junta de Cofradías. La imagen de la Virgen entró a San Andrés a las 14:08 horas, 38 minutos más tarde que en 2018 y 23 después que en 2019. 

Un tiempo añadido que el árbitro del tiempo concedió a una ciudad que había batido el récord Guinness de echar de menos y que, tras tantas lágrimas y lamentos, festejó la Vida renacida en una Semana Santa de pleno. Toman vigencia renovada y una pátina profética las mismas palabras que escribimos en la crónica del Domingo de Resurrección de 2013 tras una Pasión muy metida en aguas: «Cuenca volvió a beber este domingo de la copa de la esperanza sabiendo que, más allá de precipitaciones y suspensiones, su Semana Santa nunca será vencida y superará todos los obstáculos. No la derrotarán, al igual que no la derrotaron las dificultades de los siglos: las guerras, la indolencia, las crisis o las persecuciones. Siempre se levanta, como el Maestro se levantó del sueño de los muertos para que la pesadilla ya nunca fuera eterna».

Si el porvenir no viene con nuevos pasmos, esta vez la espera será mucho más corta. El 31 de marzo de 2023 es Viernes de Dolores.

GALERÍA FOTOGRÁFICA DE LA PROCESIÓN DE EL ENCUENTRO

GALERÍA DEL CONCURSO DE FOTOGRAFÍA DE VOCES DE CUENCA