La Diputación de Cuenca ha invertido 40.000 euros en la rehabilitación y la puesta en valor del Hospital de San Andrés en el municipio de Belmonte. El objetivo es consolidar este espacio como lugar de aprovechamiento social, un proyecto que llevaba implícito un estudio arqueológico que ha permitido conocer mejor los pormenores de este edificio sacando a la luz parte del claustro.
El diputado de Patrimonio, Miguel Ángel Valero, ha visitado las obras junto con la alcaldesa del municipio, Lourdes López; la teniente alcalde, Cristina Delgado; y los responsables técnicos de la obra. La regidora ha agradecido «mucho» esta intervención provincial porque ha permitido recuperar un un espacio al que no se podía acceder debido al riesgo de derrumbe.
El responsable de la institución provincial ha explicado que este edificio está datado en 1415 y fue construido por Juan Fernández Pacheco, considerado el primer señor de la villa. Valero ha detallado la importancia de los hallazgos obtenidos, así como el discurso expositivo que se está llevando a cabo y que se va a completar con la instalación de los paneles informativos.
«La Diputación de Cuenca está llevando a cabo un importante esfuerzo inversor en todo el patrimonio conquense con más de 5 millones de euros», ha indicado Valero, quien ha destacado que el municipio de Belmonte «es un claro ejemplo del retorno social que tiene la inversión en atractivos consolidados, ya que hay una gran parte de la población que vive directamente del turismo que llega en todas las épocas del año a este pueblo manchego».
El primer ejemplo de la recuperación de este recinto para el disfrute de la sociedad belmonteña ha tenido lugar este lunes donde se ha desarrollado un concierto de música en directo dentro de la tradicional Noche de las velas.
Hospital de San Andrés
El Hospital de San Andrés es una fundación sucedida en el año 1415, siendo su promotor Juan Fernández Pacheco – considerado primer señor de la villa –. Su construcción en parte responde al deber moral de tener que suplir las obligaciones reales de dotar a la villa de una serie de infraestructuras entre las que se encuentran las asistenciales. Estas no sólo eran las meramente sanitarias, sino también practicaban caridad a los pobres y proporcionaban cobijo a viajeros que estaban en tránsito por Belmonte y no podían costearse otro alojamiento. Se consiguieron varias bulas papales y el visto bueno del Papa Benedicto XII. No obstante, este primer Hospital no estuvo en el actual solar, sino junto al viejo Alcázar de D. Juan Manuel y la Colegiata. Fue objeto de ampliación en 1457 al añadirle los terrenos que había entre el viejo edificio y la fortaleza mencionada.
No obstante, esto no debió ser suficiente y, además, tenía problemas con el abastecimiento de agua. En consecuencia, se busca un solar cercano al Monasterio de San Francisco. Esto ya sucede en tiempos del tercer Señor de Belmonte y segundo Marqués de Villena D. Juan Pacheco. En 1472, mediante una escritura pública emitida en Segovia, ante el notario Juan González de Palma, se ordenaba la construcción del actual Hospital de San Andrés. En el testamento de D. Juan de ese mismo año se liberan 340.000 maravedíes para su construcción, llamándose a ciertos maestros vecinos de Toledo, así como 100.000 para arreos e camas e menudencias. También se reafirmó la donación de los 50.000 maravedíes anuales de la Tercias Reales de Belmonte, una heredad y casas en Tresjuncos, una viña en Belmonte y otra heredad en Osa de la Vega.
A pesar de los datos documentales, pensamos que la erección del complejo no debió comenzar hasta 1474 año de la muerte del segundo Marques de Villena. Y tal vez, no se trate de una construcción de rápida ejecución, dado que la Guerra de la Beltraneja no termina hasta 1479 y afecto especialmente a las posesiones y a las arcas del tercer Marqués de Villena D. Diego López Pacheco. A esta etapa podamos a atribuir los borjes en semicírculo irregular que hay en el presbiterio de la iglesia hospitalaria o capilla que sostendrían una bóveda de crucería hoy desaparecida. Aparte del presbiterio tenía una única nave cubierta por armadura y un coro a los pies ligeramente elevado. Se disponía también de un banco corrido a ambos lados del muro con el fin de aumentar el aforo de feligreses.
Lo cierto, es que la construcción definitiva o una gran remodelación debió suceder avanzado el S. XVI. Testimonio de ello, es la gran portada monumental de la dicha capilla, en arco de dovelas cajeadas y flanqueado por pilastras de orden toscano, que a su vez sostienen un entablamento. Del mismo modo, en el interior se aprecian pilastras y columnas de gusto renacentista. Sin embargo, esto está lejos de ser una simple cosmética epidérmica, pues también se levanta el gran eje vertebrador del edificio que el claustro. El patio central se pavimentaba con losetas cerámicas que miden 24 x 24 cm y disponía de un pozo en su parte central. Se limitaba por un bordillo de piezas de cantería sobre el que se articulaban catorce columnas de orden toscano muy deterioradas, que necesitarían de un proceso de restauración para ponerse de nuevo en pie. El claustro alto o la planta superior se articula principalmente con pies de derechos y zapatas en madera. Se recuerda una gran sala de artesonados y enfermerías para hombres y mujeres, aparte de una tribuna que se abría a la capilla para que los convalecientes pudieran recibir misa.
Pero lo más destacado del claustro bajo son los pavimentos empedrados de las pandas inferiores o galerías, que tienen un diseño marcado por fragmentos de ladrillo y rellenos de cantos de río. El estado de conservación no es el mejor y se han distinguido dos tipos: uno que dibuja rosetas, producto de entrecruzar círculos y otro mediante red de rombos. Este tipo de suelos fueron frecuentes en la centuria de 1500 y son un producto directo de la cultura de la geometría renacentista. Algunos pueden llegar a la consideración de mosaicos empedrados por su elaboración. Ejemplo de ello son los que adornan el cercano claustro del convento dominico de Santa Cruz en Villaescusa de Haro, recientemente descubiertos.
En 1764, el Hospital presentaba diversas deficiencias con techumbres hundidas por las humedades. Por ello, la marquesa María Ana López Pacheco encargo su reforma. Existían quejas porque el espacio de la capilla se había desbordado como lugar de enterramiento y muchos restos óseos tenían que ser llevados a la Colegiata. Los trabajos arqueológicos han constado que las sepulturas se realizaron también en el zaguán y en llamado cuarto oscuro, contiguos a la iglesia hospitalaria. Debió ser entonces cuando se abovedó la sacristía, pues en la documentación se señala el defecto de sus vigas podridas. De esta se conserva uno de sus arranques en yeso. Por entonces se dispondría también nuevo mobiliario que se apoyaría en pequeños soportes de piedra que las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz. Esta sala también se pavimentaba con losetas cerámicas en cenefa y giradas en el centro. Además se extendió el pórtico contiguo sostenido por columnas y se suprimió la caballeriza adyacente. El empedrado que lo cubría ha sido muy reformado a lo largo de su historia con cantos irregulares y grandes losas de piedra. Pero lo más destacado de este momento es el descubrimiento de una mina de agua que se sitúa en la doble bodega excavada. Interpretamos que su construcción es producto también del S. XVIII y se situaba bajo la cocina baja que obviamente no se conserva. La documentación dice que esta mina se prolongaba hasta el pórtico, donde las excavaciones arqueológicas han localizado la apertura de un pozo. Según los testimonios escritos las obras prolongan el conducto acuífero hasta el exterior en la actual calle de San Andrés.
Con las desamortizaciones, si bien se mantiene la capilla como espacio de culto, el resto del edificio se parcela en viviendas que estuvieron ocupadas hasta los años 60 del S. XX. La presente campaña arqueológica no ha podido acometer el área los viandantes y del administrador. Es intención del Ayuntamiento promover una segunda fase en que se recuperen estos espacios y también se termine de consolidar este edificio tan representativo de nuestra Historia de la Edad Moderna como de la propia Villa de Belmonte.