Sobre la suspensión de la Semana de Música Religiosa

Artículo de Manuel Millán de las Heras

Tras la información publicada por la dirección de la Semana de Música Religiosa en la que se ratificaba el traslado de la 59 edición, me ha confundido bastante el hecho en sí de que utilicen el verbo “trasladar” en lugar del verbo “suspender”. Intentaré explicar por qué considero que no existen fechas alternativas y que este programa, con pequeños retoques debe sonar el año 2021.

Creo que este virus COVID-19 supone un antes y un después en esta sociedad del bienestar y que todavía estamos asimilando sus incalculables estragos humanos y económicos. Confío en los que saben, en la propia naturaleza y en la solidaridad de todos los ciudadanos para que no sea más que una pesadilla de corta duración. Sin embargo, y volviendo al tema de esta carta ¿Por qué no se pueden modificar las fechas dentro de este año?

Las Semanas de Música Religiosa tuvieron un periodo en el que celebraron los siete días previos a Semana Santa. Eso tuvo lugar entre los años 1988 y 1993 y tal medida tuvo defensores y detractores. Los pertenecientes al primer grupo aplaudían la mayor entrada de turistas –el público de las SMR es diferente que el de la Semana Santa – y la posibilidad para muchos conquenses de asistir a los conciertos con cierta tranquilidad, pues no siempre es sencillo sortear las procesiones para llegar a los diferentes espacios en los que se desarrollas los conciertos. Por el contrario, los pertenecientes al segundo grupo consideramos que Las SMR sólo tienen el sentido con el que nacieron en 1962: ofrecer una diferente visión de la pasión y muerte de Jesús en el periodo en que se celebra la misma, desde las grandes obras de la historia de la música, los encargos a compositores y la recuperación del patrimonio español del pasado. Los que hemos vivido el festival desde jóvenes no podemos desligarlo de la espiritualidad de las fechas y del ambiente tan especial que vive nuestra ciudad, imposible de trasladar a julio o septiembre. Es comparable al hipotético hecho de celebrar San Fermín el 2 de marzo, la Navidad el 7 de mayo o la Feria de San Julián, con atracciones y todo, la segunda semana de enero. No podemos olvidar que durante esos seis años de traslado las Semanas de Música Religiosa jugaron un papel preparatorio de la propia Semana Santa, siguieron ligadas a ella y de alguna manera, le daban la bienvenida.

En la faceta puramente musical, posponer la programación al año 2021 es perfectamente factible en un elevado porcentaje. Es cierto que el año 2020 es el año Beethoven, pero tampoco es especialmente relevante en la programación y la magnitud del compositor de Bonn es adaptable a cualquier edición. Se podría añadir algo referente al cincuentenario del fallecimiento del compositor ruso Igor Stravinsky o cualquier idea que mejore la programación ya existente, cargada de conciertos excelentes.

Espero que estas líneas sirvan para tranquilizar al Patronato y que no fuercen una programación extemporánea por mantener otros compromisos a largo plazo (muchos contratos se firman con más de un año de antelación). La gran crisis del coronavirus está afectando todos los terrenos de la sociedad y ha arruinado muchos proyectos artísticos, llevando a la precariedad a los profesionales de este campo, pero eso no es justificación para pervertir las fechas tan significativas de uno de los festivales de música clásica y contemporánea más prestigiosos del mundo.

Desde aquí quiero llevar mi mensaje de ánimo a Cristóbal Soler y a todos los que hacen posible las Semanas de Música Religiosa. Sé que están pasando por un momento muy duro y espero que su trabajo vea la luz, aunque tengamos que esperar un año más.