Yolanda Martínez Urbina
Nos ha dejado Jane Godall, mujer referente de una parte del Patrimonio de la Humanidad, como Cuenca. La huella que deja en el mundo es tan honda y fecunda como los bosques que defendió, bosques no profanados como los de la provincia de Cuenca. Nos enseñó que la esperanza no es un ideal ingenuo, sino una disciplina diaria: la suma de miles de pequeños gestos que, multiplicados en comunidad, logran transformar el destino de los seres vivos y del planeta. Gran aprendizaje. Su vida fue un ejemplo de valentía y de convicción humilde, desafiando expectativas para demostrar que todos, incluso los más vulnerables, pueden ser artífices del cambio, si escuchan la llamada de la empatía y de la curiosidad.
En España, provincias como Cuenca, Soria y Teruel comparten un reto, el de reconstruir la vida allí donde otros ven vacío y resignación. En estos territorios, el eco de tu mensaje resuena: hay que colocar a las personas y su entorno en el centro de cualquier esperanza de sostenibilidad, y confiar en la fuerza transformadora de las comunidades locales. Jane Godall nos recordó que la conservación solo es posible si se armoniza el bienestar de la naturaleza con el de quienes la habitan. Así, los programas de desarrollo social y económico —centrados en la participación, la educación, y el empoderamiento de mujeres y jóvenes— tienen ese componente de triple sostenibilidad que incluye el medioambiente y que nos inspira a impulsar alternativas productivas, actividades sostenibles y redes de apoyo mutuo en los pueblos que luchan contra la despoblación. ¡Que gran referente para tantas luchas incansables en los sitios que no quiere nadie, en lugares a los que solo llega el silencio como una forma más de la naturaleza!
Hoy, en la España rural y especialmente en las zonas más despobladas, somos muchas las mujeres que lideramos proyectos de emprendimiento y acción social que recuerdan a aquel espíritu pionero con el que Jane Godall llegó a Gombe. No solo somos mujeres rurales sino que también nos integramos en lo urbano, para ser “raíces y brotes” que germinan esperanza, que tejen redes, que crean oportunidades y que devuelven la dignidad a la vida rural. Guardianas de la tierra y de la comunidad, ejemplos vivos de que el liderazgo femenino es indispensable para la regeneración de las zonas aisladas y despobladas, buscando recursos donde no los hay para mantener viva la lucha por un futuro justo y reconciliado con la naturaleza.
Quede en los bosques que siguen erguidos y vivos también en la Serranía de Cuenca, esta despedida a una mujer que ha sido gran referente de gratitud y compromiso para perpetuar su mensaje: cada día, cada acción cuenta. Porque, como decía, todos podemos marcar la diferencia en el mundo y, sobre todo, en la comunidad que nos acoge. El legado seguirá floreciendo mientras sigamos creyendo —y actuando— en la posibilidad de un mañana mejor para todos, también para lograr el reto demografico enmarcado en la triple sostenibilidad que une a los diferentes pueblos del mundo que acogen un Patrimonio de la Humanidad.