Donde las flores

F. Javier Moya del Pozo

«Ni describo ni escribo a las flores/ya están hechas poema». Historia de Gloria. Gloria Fuertes.

Aprovecho la festividad del uno de mayo para subir a la ermita de San Julián el Tranquilo; obligándome a pasar, primeramente,  por la floristería Las Camelias, para dar un silencioso adiós a ese jardín de la puerta de Valencia donde Leonor Patiño y su hija, Mari luz Armero, crearon un espacio mágico lleno de flores y plantas que llevaron  su perfume y  color a los hogares, iglesias, sedes de cofradías, y hasta la última morada de tantos conquenses.

No es fácil encontrar a muchas personas que, como la siempre afable Mari Luz, manifiesten en su último día de trabajo su vocación y entrega, así como sincero agradecimiento  hacia  un trabajo que era pura vocación,  y que siempre ha tenido  como objetivo  dar felicidad al destinatario o consuelo en los momentos más duros. Su despedida, la de la familia Armero Patiño, ha llegado  en un mensaje entrañable hacia los clientes que durante casi cincuenta años acudían  hasta la floristería con la ilusión propia de alguien que sabe que, como todo lo importante en esta vida, en lo sencillo, como es un simple ramo de rosas, reside lo más grande,  cuando el presente se ofrece con sinceridad y amor. Transcribo un párrafo  de su mensaje a todos los clientes : Gracias por  dejarnos ser parte de vuestras vidas; nos hemos ilusionado y esforzado, poniendo el corazón en todos y cada uno de nuestros trabajos, sabiendo que era para vosotros. Y, sobre todo, gracias por todo el cariño que hemos recibido”.

Las floristerías,  al igual que las librerías, ya desde el mismo escaparate, nos vienen a anunciar que siempre hay un motivo para enriquecer nuestros días; que las flores, como los libros, ensanchan el espíritu, engrandecen los sentidos y, que, al compartirlos, estamos mostrando, tal vez la más íntima cara  de nuestra personalidad, y, desde luego, las más sincera. 

Todo eso, nada menos, han estado haciendo durante casi medio siglo la familia Armero Patiño; en una ciudad que, a pesar de que parece estar perdiendo su auténtica personalidad, sobrevive gracias a gente tan trabajadora como generosa.

Así que, en mi paso en  este uno de mayo por la cerrada floristería Las Camelias, dejo un nostálgico e imaginario ramo de margaritas blancas a Mari Luz, como aquéllos que, con todo su amor, confeccionaba para  Mar; a quien nunca olvidó.

 Porque, como dice Gloria Fuertes, cada ramo era un poema; bellísimo, lleno de afecto y sentimiento. Y eso, afortunadamente, nunca se marchita.