Carta al delegado de Sanidad: la luz que usted no ve

Por Antonio Melero Pita

El debate sobre el nombre del nuevo hospital de Cuenca no trata de religión, sino de identidad. Es una llamada al delegado de Sanidad para recordarle que gobernar también implica escuchar a la ciudad que dice servir.

Señor Pastor:
El nuevo Hospital Universitario de Cuenca ha generado más debate por su nombre que por su equipamiento. Mientras la Hermandad de la Virgen de la Luz y buena parte de los conquenses reclaman mantener el símbolo que ha acompañado décadas de historia y devoción, usted se limita a afirmar que “todos los nuevos del país tienen otro tipo de nombre”.

Usted, enfermero de profesión y gestor público desde hace años, ha desarrollado su carrera dentro de la administración sanitaria. Pero a veces, quienes más conocen los pasillos del poder acaban olvidando el pulso de la calle. En política, escuchar también es curar: curar la distancia entre los despachos y la gente.

Su declaración suena más a consigna que a convicción. “No depende de nosotros”, repite, como si la frase le protegiera de toda responsabilidad. Pero lo cierto es que sí depende de usted y de su equipo escuchar a la gente, interpretar el pulso de una ciudad que siente que le están borrando sus raíces. “Virgen de la Luz” no es una imposición religiosa: es un nombre que huele a Cuenca, a tradición, a identidad compartida.

Cambiarlo por un título neutro y administrativo, como “Hospital Universitario de Cuenca”, es el equivalente simbólico de pintar de gris la hoz del Júcar. Moderno, sí. Pero sin alma.

Usted asegura que mantiene una “estrecha relación” con la Iglesia. No parece que sea lo bastante estrecha como para entender que la fe popular y la cultura local no son lo mismo que un dogma. Tal vez le falte ese matiz que da la experiencia de haber vivido más en la calle que en los pasillos del poder.

En fin, señor Pastor: Cuenca seguirá llamando a su hospital como siempre, Virgen de la Luz, con la terquedad serena de quien sabe que la identidad no se decreta desde un despacho.
Y usted, que no ve la luz ni con los focos del nuevo edificio, seguirá convencido de que obedecer es gestionar.