Un Incarlopsa Cuenca en formación se deshace holgadamente de un bisoño Aranda (26-18)

Tras un comienzo renqueante en ataque, los de Lidio Jiménez acreditaron solidez y capacidad goleadora y dominaron el partido

Foto: Antonio Jaén
Foto: Antonio Jaén

Seis meses y dos días, como si fuera el conteo de una condena carcelaria, llevaba el Balonmano Ciudad Encantada sin jugar un partido oficial. Un largo paréntesis en el que, como si hubiese franqueado la puerta del televisivo programa ‘Lluvia de Estrellas’ (o subido en el ascensor de ‘Tu cara me suena’, para los que no estén en edad de riesgo) el que fuera Liberbank (Cuenca) se ha convertido en Incarlopsa (Cuenca). Un hábito teñido del gris al rojo para un Fray Luis que proclamó desafiante su «Decíamos ayer» con un holgado triunfo ante el Villa de Aranda por 26 a 18. 

Al equipo, por seguir con las metáforas textiles, se le vieron algunas costuras y los sietes aún por remendar por ese sastre del deporte que es Lidio Jiménez. Los propios de un equipo en formación tras una pretemporada intermitente y escueta. Nada que amenazara con verosimilitud la victoria, porque los burgaleses trajeron en sus maletas la indumentaria militar caqui de la que nunca se desprendieron por su entrega y valentía, insuficiente para ocultar su uniforme de recién ascendidos. Una bisoñez mas propia del Territorio Vaquero de El Corte Inglés que de la planta de caballeros en la que los vendedores te hablan de usted y de sedas que no sabías que existían .

La normativa sanitaria regional obliga a que en las gradas no pueda haber más de 100 personas, lo que se tradujo en un aforo insólito en Liga Asobal. 90 de los espectadores fueron seleccionados entre los primeros socios inscritos de acuerdo al sistema establecido por el club. Todos concentradas en la grada derecha, en la que está el palco de autoridades, aunque separadas por la distancia preceptiva. A pesar del entusiasmo de los aficionados que animaban con la sordina de las mascarillas y de la percusión atronadora de los bombos de la Furia Conquense, el ambiente en El Sargal recordaba al de esos conciertos sin apenas público en el que las grandes estrellas musicales cambian la parafernalia electrónica por los instrumentos acústicos. Los intimistas Unplugged de la MTV que algunos traducen literalmente al castellano como «desenchufado».

Y, así, desenchufados, empezaron los ataques de ambos equipos. Tras un rápido gol de Dutra y la respuesta de Almeida, el marcador estuvo sin moverse del 1-1 hasta el minuto 8. En el 13 las tablas eran a 3. Mucho tuvo que ver en ello el acierto del portero titular visitante, Luis de Vega, que acumuló paradas en este arranque y amargó el regreso a Moya (al que detuvo un penalti), Doldan (desde los 6 metros) o un Dutra sin remilgos en jugársela reiteradamente. El conjunto amarillo acabaría pagando su excesiva dependencia del estado de forma del guardameta.

En el minuto 13 llegó la que quizá sea la resaca más preocupante que dejó el partido, la retirada de Colo Vainstein, que se dañó en la rodilla y tuvo que marchar cojeando hasta un banquillo del que ya no saldría hasta la bocina final. Paradójicamente la adversidad sirvió de acicate para un Cuenca que ya engrasado y entonado desarrolló algunos de sus momentos más brillantes.

La defensa, que había sido el aspecto más sólido del Incarlopsa de Cuenca, elevó el nivel hasta la altura de esos Gigantes que no necesitan ni de cabezudos ni de desfile de carrozas alguno para montarse la fiesta. Su feria no iba a suspenderse. Thiago y su nuevo compañero, el italiano Davide Bulzamini, dieron un recital que desactivó a los puntales burgaleses (como Almeida), contagió al resto de la zaga y ofreció a Leo Maciel otra ocasión para ejercer de genio solvente. La seguridad que aporta el cancerbero es de las pocas certezas a las que asirse en este mundo cambiante y cambiado. Un poeta predecible que rima sus versos en papel timbrado.

Una buena labor defensiva gracias a la que no se añoró al lesionado Moscarielllo. Tampoco jugó el fichaje Fede Pizarro a pesar de que sí había calentado.

Ganándolo todo abajo, con el Aranda siempre bordeando el pasivo o sumergiéndose en él, era cuestión de tiempo y temple ganarlo también arriba. Las hilvanadas jugadas corales que se desbarataban los minutos anteriores por malas definiciones, o imprecisiones ahora tenían final feliz. Los extremos de la tierra (los dos López y Nacho Moya), el propio Dutra o Doldan se redimían de sus errores anteriores e iban abriendo la brecha hasta la del 14-7 del descanso.  

También se unió al festival de goles Simonet, con 3 en su haber individual. El argentino estuvo, en el global del partido, más voluntarioso que eficaz. Tal vez demasiado ansioso por cumplir las expectativas puestas en él. Dejó destellos de calidad -rosca de panadería gourmet incluida- pero le falta todavía ritmo para adaptarse y troquelarse con la silueta reservada para él en el puzzle del conjunto. 

El cansancio, la confianza y las rotaciones se dejaron notar tras la reanudación. La apisonadora que había sido la defensa en la primera mitad era ahora un utilitario, fiable, pero en el que de vez en cuando se dejaban las puertas abiertas. La situación no fue ni preocupante ni trágica porque Leo seguía parando cuando tocaba y en el otro área el ataque seguía en su trance feliz. El 20-11 que se alcanzó así lo acreditaba.

El Villa de Aranda siguió sin resignarse a la condición de convidado de piedra. Tuvo por ello un conato de reacción capitaneado por Almeida, que fue un Guadiana cuyo nivel aparecía y desparecía a lo largo del cronómetro. Con un parcial de cuatro goles zarandeó a los espectadores de la plácida calma en la que se habían instalado. Para ello Alberto Suárez dibujó una defensa que partía del 5-1 para derivar, o degenerar, en mixtas para todos. Se les atrangantó a los locales, pero poco, como la almendra a Fernando Simón.

No fue a más porque Thiago, siempre Thiago, disipó de un trallazo el derecho constitucional a maquillar el marcador. Fue un período entregado a las individualidades, esa pulsión casi congénita que heredan las plantillas de generación en generación como un tesoro familiar. Lo mejor, que Lidio tuvo tiempo incluso para dar más minutos a canteranos como Armando o Taravilla, que marcó. Salió también Samuel Ibáñez, que pudo lucirse atajando ocasiones diáfanas. Oportunidades para unos y descansos para otros que tejieron un 26-18 con la vista puesta ya en el partido contra el Balonmano Sinfín en El Sargal. Este sábado, a las 18:30 horas. Un suspiro después de haber esperado tanto.

INCARLOPSA CUENCA (26)

Leo Maciel (Samuel Ibáñez); Dutra (5 goles, 2 de penalti); Pablo Simonet (3), Colo, Doldan (3), Nacho Moya (1), Sergio López (2), Hugo Lopez (3, 1 de penalti), Thiago (6), Carlos Fernández (1), Davide Bulzamino (1), Armado Arce y Alejandro Taravilla (1).

BLASGÓN Y CERES VILLA DE ARANDA (18)

Luis de Vega; Nico López (2 goles), Víctor Megías, Almeida (5, 2 de penalti), Elustondo (2), Banduka, Llorens (1) Negrete (1), Sukic (1), Linares, Javi López (1), Marqués (3), Pombo (2) y Alberto Montiel.

MARCADOR CADA CINCO MINUTOS

1-1, 2-2, 4-3, 7-4, 10-7 y 14-7 (descanso) 16-9, 17-10, 19-11, 20-14, 23-15 y 26-18.

ÁRBITROS: Soria Fabián y Monjo Ortega. Excluyeron con dos minutos a Hugo López, Doldan y Carlos Fernández (Incarlopsa) y a Megías, Llorens y Sukic (Villa de Aranda)

Galería fotográfica: