La leyenda de la conquista de Cuenca asigna a Martín Alhaja el rol de cooperador fundamental en la gesta. Él es el pastor que muestra a las tropas cristianas el resquicio para acceder a la hasta entonces inexpugnable Kunka musulmana. Les cuenta que la puerta de Aljaraz -la actual Puerta de San Juan- es custodiada por un guardián ciego que sólo se sirve del tacto para contar y controlar el acceso de los rebaños. Así que los soldados de Alfonso VIII se cubren con las pieles de las ovejas y, camuflados, burlan al custodio que no advierte el engaño al palparles. Franquean así la muralla guiados por Alhaja. Ya dentro, se deshacen de los centinelas, avisan a los correlegionarios que aguardan en el campamento y, tras una noche de luchas, se hacen definitivamente con la plaza para Castilla y la Cristiandad el 21 de septiembre de 1177.
El relato recicla el episodio de Polifemo en la Odisea de Homero y está recogido en la Estoria de Cuenca escrita por un tal Giraldo, que se hace llamar canciller del rey. Una crónica que los historiadores rechazan como apócrifa pero que fue recogida por varios autores en el siglo XVI y que caló con fuerza en el imaginario popular, que añadió a la narración la aparición previa de la Virgen (de la Luz) al pastor profetizándole su intervención decisiva
35 años después de la conquista llegaría la otra gran victoria militar de Alfonso VIII: la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Varios cronistas contemporáneos, e incluso supuestamente participantes en el histórico hecho, cuentan que un pastor señaló un camino ignoto a través de Sierra Morena que permitió a las tropas de la coalición cristiana plantarse fácil y sorpresivamente ante el campamento de los almohades, a los que vencieron en una de las fechas más sobresalientes de la Reconquista. No faltaron los que atribuyeron la condición de emisario divino a tan misterioso como eficaz guía.
Al pastor, que algunos han bautizado como Martín Malo, se le empieza a llamar Martín Alhaja a mediados del siglo XVI. El primer texto con esa denominación lo escribe Gonzalo Fernández de Oviedo y luego vendrían muchos más.
También de esa centuria datan primeros testimonios por escrito de la historia que identifica al pastor Martín Alhaja con San Isidro. Sí, con el patrón de Madrid y de los agricultores. El labrador mozárabe había muerto en 1170 y la fama de su santidad se había asentado y extendido, aunque quedaba mucho aún para que fuera oficializada por la Iglesia Católica. Sus restos reposaban en la iglesia madrileña de San Andrés. El rey Alfonso VIII acudió al templo para admirar al ‘gigante’ -tenía una altura superlativa para le época- y quedó estupefacto cuando le mostraron el cadáver incorrupto. Era él. El pastor que le había ayudado en su lucha, el que le había mostrado caminos que no sabía que existían. El hombre que hizo inclinar la balanza para que la Cruz venciera a la Media Luna.
El relato fue recogido por autores como Lope de Vega, Alonso de Villegas y José Antonio Álvarez Baena. En contra de su veracidad pesa el hecho de que no hubiese ninguna referencia hasta que en 1593 empezaron los trámites para elevar oficialmente a San Isidro a los altares. Trámites que desembocaron en su canonización en 1622 si bien la veneración de facto acumulaba ya siglos.
Los textos también señalan que, conmovido y agradecido, el conquistador de Cuenca regaló a esta iglesia madrileña un arca destinada a contener el cuerpo incorrupto y mandó dedicar su propia capilla a Isidro.
¿Sigue existiendo el arca? Durante mucho tiempo se identificó con la que se custodia y muestra actualmente en la Catedral de La Almudena de Madrid y está decorada con escenas de la biografía del santo y de sus milagros. Una hipótesis desechada por expertos en la Historia del Arte que señalan que su estilo y antigüedad son más tardíos y corresponderían al reinado de Alfonso X El Sabio y no al de su bisabuelo.
La pieza custodiada en el recinto catedralicio madrileño ya no contiene los restos del esposo de Santa María de la Cabeza. Estos se veneran actualmente en la Real Colegiata de San Isidro de Madrid tras un ajetreado itinerario por varios templos de la capital de España.
A pesar de ello sigue siendo un objeto de especial interés no sólo por su valor sentimental y devocional sino también por sus excepcionales virtudes documentales, históricas y artísticas. Es de estilo gótico castellano y en ella aparecen pintadas las efigies primitivas de las vírgenes de Atocha y de la Almudena. En el Museo de San Isidro, también de Madrid, existe una réplica en la que se pueden observar con detalle su decoración en la que se recoge el episodio de la aparición en Las Navas.
La primera versión de este reportaje salió publicada en la edición de 2018 de Zurra y Maroma, la revista de las fiestas de San Mateo de Voces de Cuenca.