Cinco miradores imprescindibles para calibrar la belleza de Cuenca

Lugares desde los que exprimir las mejores vistas del Casco Antiguo y de la naturaleza que lo enmarca

Vistas desde el mirador del Cerro Socorro.

Cuenca no es una ciudad monumental o turístico al uso, aunque también posea un patrimonio histórico-artístico muy a tener en cuenta. Es, sobre todo, una ciudad-paisaje. Probablemente una de las ciudades-paisajes más bonitas de España. Y esa belleza, esa conjunción entre naturaleza y arquitectura originalísima, se percibe desde sus entrañas, pero especialmente desde fuera, mirándola con distancia y perspectiva. Y nada mejor para ello que la colección de miradores que ofrece la ciudad, unos más institucionalizados y hasta señalizados. Otros, casi repentinos. Aquí van cinco de los más destacados, no todos ellos especialmente conocidos.

Mirador del Cerro Socorro

Dicen que hasta que no se observa Cuenca desde el Cerro Socorro, uno no es consciente de la arrolladora belleza de la ciudad. Y es que las vistas desde este mirador permiten ‘volar con los pies en el suelo’: la peculiar arquitectura colgada del Casco Antiguo, con las casas asomándose al abismo de la Hoz del Huécar, propician ese efecto óptico. Desde aquí se puede ver una panorámica espectacular de esta Ciudad Patrimonio de la Humanidad con iglesias, callejas, rascacielos, plazoletas y palacios apiñándose en la montaña. Desde este punto también se otean las serpenteantes líneas de las alamedas, un anticipo de los montes de la Serranía conquense y el pintoresco barrio de San Antón, además de gran parte de la zona contemporánea conquense. Al mirador se puede acceder en coche por una vía forestal que sale de la carretera de Palomera, en la llamada Ruta Turística, o a pie por un sendero que nace muy próximo al Parador Nacional. El enclave en sí añade el atractivo de los pinares cercanos así como la icónica y venerada escultura del Corazón de Jesús y restos de un fuerte defensivo de la Guerra Civil.

Jardines del MUPA

En los jardines del atractivo y didáctico Museo de Paleontología de Castilla-La Mancha (MUPA) y entre réplicas a gran tamaño de dinosaurios está el que han bautizado como el «segundo banco más bonito del mundo». El primero, supuestamente, es el de Lobera, en Ortigueira (La Coruña). En realidad lo que es bonito, muy bonito, es la vista que se contempla desde aquí. Ofrece una perspectiva diferente de la Cuenca antigua y colgada, menos tópica y típica. Es uno de los mejor sitios para admirar y comprender la majestuosidad de la Catedral con sus naves y también ofrece una mirada diferente de los Rascacielos de San Martín, del Hospital de Santiago y del inmediato e histórico arrabal de Los Tiradores.

Miradores del camino de San Julián El Tranquilo

Desde el Paseo del Júcar, antes de alcanzar el Recreo Peral, nace una senda ascendente que lleva hasta la Ermita de San Julián El Tranquilo, un enclave tan bucólico de la Hoz como repleto de significado religioso para los conquenses. El camino regala varios miradores donde la retina se puede llenar de postales imprescindibles esa Cuenca que se asoma al verde río y a la espectacular hoz. La silueta de la iglesia de San Pedro y otras joyas dibujan un ‘skyline’ menos reconocible para los turistas. Bien merece la pena calzarse las zapatillas de deporte o las botas de montaña para disfrutar. En la meta aguarda más recompensa estética y otros botines sensoriales: sonido, tacto, aromas. Allí estaba el pequeño templo, el merendero y la cueva donde, según la tradición, el segundo obispo y patrón de Cuenca se retiraba a orar y tejer cestillas de mimbre que luego vendía para dar limosna a los pobres.

Puerta de San Juan y alrededores

En el ascenso hacia la Plaza Mayor que comienza en el Puente de la Trinidad y tras pasar por Palafox se encuentra la Puerta de San Juan, un espacio repleto de tipismo y aire medieval donde se mezcla la historia y la leyenda. Bajar por sus escalones permite mirar, enmarcada por un arco, la belleza elegante de la antigua iglesia de San Miguel y de su barrio homónimo, además de algunos fragmentos de otras notables y monumentales fachadas de la Parte Alta de la ciudad. El arte y la arquitectura son protagonistas pero, como sucede prácticamente en cualquier rincón de Cuenca, quedan supeditadas la naturaleza desbordante que rodea y determina las edificaciones. Es imperdonable pasar por la capital conquense sin llevarse de recuerdo una fotografía desde aquí.

Mirador de Miguel Ángel Troitiño

Miguel Ángel Troitiño fue un geógrafo, investigador y profesor universitario determinante para que Cuenca fuese reconocida por la UNESCO como Patrimonio Mundial. Da nombre a uno de los miradores más privilegiados de la ciudad: está situado en plena Hoz del Huécar, en el entorno del barrio del Castillo. Pura naturaleza desde la que se contempla la fuerza del Parador Nacional emergiendo sobre la piedra y las construcciones que se asoman a la Hoz del Huécar, como la propia Catedral o las célebres Casas Colgadas. Un paisaje original y hermoso a escasos metros del meollo turístico en el que las retinas más sensibles se exponen al Síndrome de Stendhal. Un lugar único para evadirse, para leer o incluso para una buena merienda o un almuerzo con las buenas viandas de la gastronomía conquense.