La forma es la garantía de las cosas

Por Belén Torres Torres

El otro día escuché está frase a un político de los de primera fila, no digo quién porque no quiero contaminar este texto de los colores y los bandos, y porque tampoco creo que sea original suya.

Esa frase,  la forma es la garantía de las cosas, es tan rotundamente cierta como abiertamente ignorada.

Que los actos, que nuestros actos, que los actos administrativos, los actos judiciales… todos los actos se sujeten a la forma en que deben desarrollarse es garantía de seguridad para los seres humanos.

La forma es algo cotidiano, por ejemplo, cuando vamos al cine sabemos que primero son los trailers, y luego la película, que apagan las luces, y que al terminar las encienden. Y por eso, vemos la película tranquilos, no nos asustamos porque se apaguen las luces, en todo caso, nos asustaríamos si no las encienden al terminar. Todo sigue una secuencia formal preestablecida que nos da seguridad.

En la vida jurídica esto es vital, y es tan vital que por eso está lo jurídico tan herido de muerte, porque no se respeta el procedimiento.

El tedioso, denostado y odiado procedimiento que dilata los procesos, y aburre al ciudadano…y que hace trabajar al funcionario; pero ya lo dijo Galdós: «El funcionario probo que gusta de mucho personal, mucho lío y muchísimo mete y saca de papeles».

El procedimiento garantiza la legalidad, y defiende al administrado, le da las herramientas y la guía para defenderse de los actos injustos.

Ya, ya …ya, claro que se puede llegar al mismo resultado sin seguir el procedimiento y de manera más directa y rápida…ya lo sé, no soy tan simple; pero…en esas ocasiones ¿quién nos protege de la arbitrariedad?

Nadie.

No todos los actos dictados sin procedimiento tienen qué ser injustos, pueden tener un fin honorable y legal, pero para eso sería necesario que los que los dictan fueran hombres de buena voluntad; ¿y qué seguridad tenemos de ellos? ¿Quién nos garantiza que los que nos mandan lo hacen alejados de intereses espúreos, personales o partidistas, y que los guía un interés general y genuino?

Se responde sola esta pregunta.

Por eso existe el procedimiento, para eso está la forma. Si se respeta la forma, el margen a la arbitrariedad es escaso, y fácilmente detectable y reclamable, porque el mismo procedimiento arbitra ese sistema para primero conocer y luego reclamar.

Mi marido, después de comentar esta idea con él ha añadido a mi pensamiento la enseñanza de uno de sus profesores de Historia y que aquí os dejo: La democracia es esencialmente forma, y se la critica por ello, como si fuera algo negativo, cuando es todo lo contrario.

Lo dicho, a ser formales y todos viviremos más tranquilos (menos los que viven instalados en la arbitrariedad)