La meteorología no absuelve a la procesión de El Perdón y mutila su recorrido en la Plaza Mayor

Las precipitaciones obligaron a suspender el desfile cuando no se había iniciado la bajada y a refugiar a los pasos en la Catedral y el Palacio Episcopal. El Bautismo no llegó a salir de San Pedro.

La meteorología finalmente no absolvió a la procesión de El Perdón. El desfile del Martes Santo terminó abrupta y anticipadamente su recorrido en la Plaza Mayor por unas precipitaciones que obligaron a resguardar los pasos en la Catedral y el Palacio Episcopal, en una suerte de Estación de Penitencia fortuita, forzosa e incompleta. 

Los radares no se equivocaron esta vez. Las temidas previsiones con las que amenazaban se cumplieron y en torno a las 20:40 horas comenzaron a caer las primeras gotas sobre el Casco Antiguo conquense. Primero, tímidamente, pero a los pocos minutos ya con la fuerza suficiente para que el emblemático espacio se moteara de paraguas y la preocupación se empadronara los rostros de nazarenos y espectadores. Entonces ya reposaban en borriquetas Jesús de Medinaceli y San Juan Bautista, finalizaba su entrada María Magdalena y María Santísima de la Esperanza arribaba a los Arcos. En San Pedro estaba todo preparado, pero aún no había salido El Bautismo. Los plásticos comenzaron a cubrir la figura de Cautivo y algunos de sus enseres en un intento de minimizar daños en terciopelos y policromías.

Pronto se abrieron las puertas de la Catedral y, con una capacidad de reacción hipersónica, se introdujeron en el magno templo Medinaceli, Bautista y Magdalena. También, detrás o entre medias, soportes, enseres y algunos hermanos, aunque hubo quejas de algunos cofrades por no poder acceder de manera masiva.

La Virgen esperó unos minutos en los soportales del Consistorio, y aprovechando una efímera tregua en la que se redujo la intensidad de la lluvia, caminó hacia el Palacio Episcopal sin perder solemnidad y, lo que es más meritorio, sin mermar apenas cantidad y compostura en sus filas de tulipas, que quisieron acompañar a la Madre digna y cariñosamente en el que iba a ser su último tramo de este 2024.

Suspensión oficial a las 21:08 horas

El cónclave entre representantes de las diferentes hermandades, otros directivos y el presidente de la Junta de Cofradías, Jorge Sánchez Albendea, se había trasladado también al interior del recinto catedralicio. Tiempo de incertidumbres es siempre sinónimo de decisiones difíciles, el ejercicio casi alquímico de encontrar el equilibrio entre la cautela y el entusiasmo por salir. A las 21:08 se oficializó la noticia que ya se daba por hecha y que había sido una posibilidad que planeaba sobre toda la jornada: el cortejo quedaba suspendido. Ni bajada acortando el recorrido ni esperas para que escampase. 

Mariano López, presidente ejecutivo de la procesión, era el encargado de comunicar la noticia a los presentes. Voz firme y dicción didáctica, amortiguadas por la sordina del disgusto: «Dadas las perspectivas de que va a haber lluvia sin parar hasta las doce de la noche -que luego lo mismo es hasta las once o no, pero en principio los radares dan hasta esa hora, cualquiera lo podéis ver- suspendemos la procesión». 

Acto seguido explicó que este Miércoles Santo la Catedral acoge la Misa Crismal (prevista a las 11:00 horas), por lo que antes de la celebración tendrían que retirar los pasos. «Por favor, banceros del Cristo (de la Luz), banceros del Medinaceli y banceros de San Juan, mañana aquí todo el mundo con un par a las 9:00. Igual da que los de San Juan le tengan que echar una mano a los del Medinaceli y que los del Medinaceli le tengan que echar una mano al San Juan», exhortó resumiendo en un ejemplo práctico, practiquísimo, esa unión de las hermandades del Martes Santo que materializan anualmente en iniciativas como la Misa de Acción de Gracias conjunta.

Sin airear la hipérbole del fastidio

Como previo de la matinal cita de este miércoles, y mientras alguna hermana trataba de secar las andas de El Precursor, hubo que recolocar las tres imágenes en la Catedral, lo que se convirtió en otro ejemplo de generoso esfuerzo sincronizado. En los debates cuaresmales muchas veces florecen disquisiciones y debates bizantinos sobre cuál es la esencia de la identidad de la Semana Santa de Cuenca, en qué radica sus hechos diferenciales. Y, analizando como un entomólogo la reacción ante las suspensiones, quizá no tengan que ver demasiado con más o menos kilos de oro en una corona, el toque andalucizante de una marcha o el tamaño de una filigrana de las andas, sino que consistan principalmente en el tácito compromiso de arrimar el hombro, de mirar con perspectiva, de no airear la hipérbole del fastidio. Hubo algún lamento por la suspensión, pero discreto. Algunos ojos enrojecidos y abrazos, pero nadie se preocupó en teatralizar lo evidente. El histrionismo quita muchas energías para trabajar. Cuando se es, no hace falta parecer. 

La reubicación de los pasos por las naves catedralicias regaló estampas atípicas de belleza sobre belleza y permitió vivir los últimos momentos de comunión entre banceros y tallas. En San Juan incluso se animaron a bailarlo un poquito con su peculiar estilo. Mientras, en el Palacio Episcopal se iban sucediendo las oraciones a la Madre, las visitas y despedidas. En San Pedro los hermanos de El Bautismo se unían en un Miserere conjunto: ellos habían sido los únicos que no habían tenido ni siquiera el premio de consolación de vivir unas horas de procesión en las calles. En el cajón de los aplazamientos quedaron novedades como unas gualdrapas adaptadas por el taller de Macarena Sanz a partir de un frente de altar del siglo XIX. «Imploramos a Nuestro Señor Jesucristo que reconforte los corazones de todos nuestros hermanos y hermanas, y le rogamos que el agua que nos envía fecunde nuestros campos y sirva para librarnos del mal de la sequía. Amén», era la oración que compartió la corporación tras la cancelación.

Vídeo de Lucía Burgos

Lo cierto es que la suspensión no fue en vano si hablamos en términos hídricos. Las nubes descargaron sin remilgo una lluvia con trazas de nieve. «Por lo menos, que sirva de algo», se oía entre los que abandonaban la Catedral.

Salida con cielo despejado

La nieve ya se había dejado ver a lo largo del día, como también lo había hecho el granizo. En un compendio de todas las variantes meteorológicas, este 26 de marzo decidió pintar de azul y tranquilidad -ficticia, visto el resultado- el cielo conquense un par de horas antes de la salida de la procesión, prevista hasta las siete de la tarde. Ese contexto de un horizonte límpido, sin nubes grises, algo de sol y, eso sí, mucho frío fue el que pesó frente a las probabilidades para que se optara en salir en procesión con normalidad. Antes de apostar por esa alternativa habían mediado sendas reuniones de las hermandades a las 12:00 y a las 18:00 horas.

La salida fue casi simultánea en El Salvador y San Felipe Neri. Primero sonaron con La Esperanza de María las trompetas y tambores de la Junta de Cofradías: en buena forma, con gran fondo. Y después se hizo imponente Solera arriba El Bautista, que sufrió un pequeño percance en los primeros instantes por el que se le rompió una de las tulipas de su grupo de forja. La hermandad -donde llama la atención cuantos hermanos de cortísima edad ya van con su capuz puesto y bajado- estrenaba un pequeño guión de representación que se llevará a bodas y funerales. Por primera vez una mujer, Ainara Muñiz, formaba parte de su grupo de alfeñiqueros. 

Unos siete minutos después, paralelamente, se oía en San Felipe Neri el himno de España que destiló la Banda Municipal de Cuenca para Jesús de Medinaceli. La Esclavitud puso en la calle a cientos, miles, de miembros, en un devoción a prueba de bajas temperaturas o presagios de lluvia. Subió en primer lugar y a buen ritmo, mecida a su solemne llegada a la Plaza Mayor con la marcha Danos tu Paz.

La Banda de Las Mesas recibió a la Magdalena con la marcha homónima. Se perdía la cuenta de capuces amarillos de la hermandad del Cristo de la Luz en este Martes Santo. Una pujanza que no se detiene. La femenina y compungida llevaba vestido y manto diseñado por Eduardo Ladrón de Guevara y estrenaba enaguas.

También con música, la del Coro de la Catedral, y desde el corazón de San Andrés, fue recibida María Santísima de la Esperanza, que iba ataviada con un tocado realizado con mantilla en tono beige. En su exorno floral, ideado por Rafael Díaz, una composición clásica en jarras, esquinas y frisos. Rosas, orquídeas e hypericum (todo en blanco) con pinceladas de verde con hypericum y craspedia. El paso sumaba dos banceros más, de 36 a 38, y estrenaba una estructura para aligerar su peso. Estuvo acompañada por la Agrupación Musical Moteña.

El ascenso en ocasiones requirió de ajustes de filas o parones para ir componiendo la estructura de una procesión no siempre fácil de organizar por el gran volumen de nazarenos. Más allá de esos detalles casi logísticos aprovechó la ocasión, le cundió el escaso tiempo que le dejó el otro tiempo. Silencio y respeto, salvo algunas llegadas a una tumultuosa Plaza Mayor, y la horquilla interpretando la partitura de un día lleno de alegorías y ejemplos. Una partitura mojada y mutilada por esa penitencia moral que son las inclemencias atmosféricas. 

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