Aunque Gustavo Torner ha pasado a la historia como uno de los grandes nombres del arte español, su historia también está profundamente enraizada en los bosques y paisajes de esta tierra. Antes de conquistar museos, Torner fue ingeniero de montes, título que obtuvo en 1946, año en que también realizó sus primeras láminas botánicas para la Flora forestal de España.
Esa doble mirada técnica y artística se funde ahora en el itinerario “Siguiendo las huellas de Gustavo Torner en la Serranía de Cuenca”, un recorrido diseñado por la Delegación Provincial de Desarrollo Sostenible en colaboración con el Espacio Torner, que invita a descubrir los parajes que inspiraron su sensibilidad. Fue en 1965 cuando decidió dejar definitivamente su carrera como ingeniero para volcarse por completo en el arte, pero su amor por la naturaleza quedó grabado en cada pincelada y en cada proyecto, como una memoria viva que puede recorrerse en la ruta paso a paso para conmemorar su centenario.
En esa suerte de senderos y tesoros naturales, Torner descubrió una danza de texturas y formas que contribuyeron significativamente a su sensibilidad estética. Una sensibilidad que ha quedado plasmada en algunas realizaciones técnicas propias del desempeño de su profesión. En las intervenciones del artista se observa una intención estética que trata de establecer un diálogo entre lo artificial y lo natural. Algo que se observa en los materiales utilizados, que no solo se obtienen del propio monte y se trabajan artesanalmente, sino que una vez en la naturaleza acaban por impregnarse de ella. Ejemplo de ello es el uso de toba, una piedra porosa sensible a al intemperie que tiende a cubrirse de musgo.

Tres puntos para descubrir a Torner en la naturaleza
La ruta de Torner se articula en base a tres localizaciones que condensan su faceta como ingeniero forestal y su visión artística del paisaje. La primera parada es la Fuente de la Tía Perra, un área recreativa que Torner adecuó en 1963 cerca de las casas forestales del Cerviñuelo, junto a la carretera forestal de Poyatas a Las Majadas. Aquel trabajo aprovechó la existencia de una fuente en un agradable enclave boscoso para combinar funcionalidad y paisaje, creando un espacio para el uso y disfrute de los visitantes que, seis décadas después, sigue siendo uno de los rincones más frecuentados del Parque Natural.
El segundo punto es el Monumento conmemorativo del VI Congreso Mundial Forestal (1966), más conocido como Monumento a la Madera, que se encuentra ubicado en el monte Sierra de los Barrancos, junto al río Escabas. Esta obra fue encomendada por la administración forestal al artista para conmemorar la celebración en España de dicho congreso; en aquel momento, Torner ya se dedicaba plenamente al arte al haber pedido una excedencia como funcionario.
Esta obra está compuesta por roca de toba, madera de pino, cables y acero. Todo ello ofrece una combinación magistral de materias primas e industriales combinadas entre la naturaleza y la racionalidad a través de los recursos naturales y las estructuras geométricas. Con este monumento Torner quiso evocar a la ingeniería forestal «a través de formas matemáticas, materiales geológicos o botánicos y procesos artesanos e industriales», según refería el propio autor.

La ruta concluye en el Refugio Forestal del Alto de la Vega, una construcción sobria y funcional caracterizada por su asimetría, el uso de materiales rústicos como la toba y la sabina, y una entrada oblicua sin puertas. Fue allí donde, el 7 de julio de 1966, Torner ofreció un almuerzo campestre a los artistas que acudieron a la inauguración del Museo de Arte Abstracto Español, prolongando así la celebración en plena naturaleza conquense un día más de lo previsto.
Recorrer esta ruta es adentrarse en la Serranía con la misma mirada que Gustavo Torner lo hizo hace décadas, la de quien entiende el monte no solo como un espacio natural, sino como un lienzo vivo en el que dialogan la técnica, la materia y la belleza y que puede servir de inspiración si se abren los cinco sentidos a la belleza natural. Cada parada es testimonio de cómo su formación como ingeniero y su sensibilidad artística se entrelazaron para dejar una huella perdurable en su obra y sus actuaciones técnicas, invitando al visitante a contemplar el paisaje con calma, atención y, sobre todo, admiración para atisbar por in instante cómo Cuenca cautivó la mente del maestro abstracto.