A principios del mes de septiembre, una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) descargó fuertes lluvias en toda la zona de La Mancha de la región. Y no solo una vez, pues pocos días después volvió a caer con intensidad. Afectó a numerosos pueblos de la provincia destrozando coches y cultivos, inundando casas y llenando de barro las calles. Dos de esos pueblos son Buenache de Alarcón y Belmonte.
Más allá de los datos y las espectaculares imágenes, esta situación la vivieron y sufrieron personas reales con historias únicas. Algunas son malas (la mayoría) y otras buenas (las menos), pero todas son igual de reales. Aunque faltan muchas, estas son algunas de esas historias con nombre y rostro:
José Alberto Herrada. Empresario multiservicios de Belmonte.
Alberto normalmente se dedica a la seguridad privada, pero desde hacía tiempo tenía pensado abrir una empresa de multiservicios centrada en la limpieza de grandes superficies, fachadas, suelos… El día 1 de septiembre dio de alta su empresa tras comprar todo el material. El día 2 de septiembre, llegó la tormenta a Buenache de Alarcón y, el día 4, a Belmonte, su pueblo.
«Yo quería irme a Buenache para ayudar a la gente de allí y para darme publicidad porque nadie me conoce ni saben a lo que me dedico. Gratis, con que me diesen de comer me valía». explicaba Alberto. Pero no le hizo falta, pues esa misma tarde tenía la riada en la puerta de casa. Literalmente.
No hizo falta nada, la alcaldesa belmonteña se puso en contacto con él con una orden muy clara: «Alberto, empieza a echar agua donde quieras y quita barro de donde puedas». Y así lo hizo durante cuatro o cinco días, siempre a las órdenes del Coordinador de Geacam destinado en la zona. «Me indicaron una calle y me puse a limpiar humildemente, porque si comparas mi equipo con un camión de bomberos… esos tienen 400 caballos y mi máquina 14», comentaba Herrada. Aún así, se hizo su hueco para ayudar a sus vecinos y para estrenar su recién formada empresa.
Situación que le supuso agradecimientos y comentarios por lo oportuno de la situación.»¿Has rezado mucho para que tu empresa salga bien? Pues mi jefe te lo ha puesto fácil», bromeaba el sacerdote. «Macho, eres un visionario. La suerte es cuando confluye la oportunidad con la preparación. La oportunidad la hemos tenido todos, pero el único preparado en este caso eres tú», le decía otro coordinador de emergencias.
Guillermo Noheda y Luis Daniel Bueno. Guardias Civiles destinados en Almodóvar del Pinar.
Sobre las 19:00 horas del 2 de septiembre empezaron a llegar avisos, hasta llegar a casi 20. Pero entre los avisos oficiales de la Central y la propia gente del pueblo que pedía ayuda, Guillermo, Luis Daniel, la patrulla de San Lorenzo de la Parrilla, el cuerpo de bomberos y sanitarios, acabaron ayudando a unas 40 o 50 personas en unas cuatro horas. Y, aún así, a las 6:00 del día siguiente volvieron a estar de servicio y a resolver los avisos que llegaron esa mañana.
«Decidimos pedirle a un vecino su tractor, accedió y él conducía y mi compañero y yo uno a cada lado de las estriberas del tractor fuimos sacando a bastantes vecinos que estaban pidiendo auxilio», comenta Luis Daniel. A uno de esos vecinos tuvieron que sacarle del su cochera forzando la puerta con la propia para del tractor cuando ya le llegaba el agua por las axilas.
Ambos agentes reconocen la labor y ayuda de Javier, el vecino que les prestó el tractor, ya que sin él no habrían podido acceder a prácticamente ninguna vivienda y su trabajo se habría hecho mucho más complicado y lento.
En muchos casos los agentes debían luchar contra la corriente y ayudar a los vecinos llevándoles «a la sillita de la reina» hasta lugares seguros, porque al haberles cogido por sorpresa había gente que ni siquiera tuvo tiempo de calzarse.
Puede que su caso más famoso, por haberse viralizado, sea el del rescate de la señora Felisa, a la que llegaron junto a los compañeros de La Parrilla. Una vez en su puerta, tuvieron que echarla abajo con una maza, pues la presión que hacía el agua tanto por dentro como por fuera les impidió abrirla de otra manera. Es más, al conseguir tirarla abajo, el nivel del agua era superior en el interior de la vivienda.
Maza en mano y apartando muebles, llegaron a Felisa. «En las imágenes se escucha mucho que le decimos: «Felisa, ¿dónde tiene la otra mano?», porque teníamos miedo de que estuviese totalmente del armario. Pues una vez sacamos esa mano de debajo, pues entonces entre los cuatro haciendo cadena la sacamos hasta el tractor y la llevamos con la ambulancia», comentan los agentes.
Con tanto ajetreo, Guillermo no fue consciente de que la pala del tractor le había roto el abrigo y le había hecho un corte en la espalda; al igual que Luis Daniel, por la cantidad de agua, no vio que la tapa de una alcantarilla había desaparecido y se le coló una pierna, provocándole roces y hematomas. Confiesan que hasta que no pararon del todo no fueron conscientes.
«En ese momento ya no sientes ni cansancio ni frío, porque al final íbamos con el uniforme de verano. En ese momento ya no sientes nada», justifica Guillermo. «Nosotros hicimos nuestro trabajo y cuando terminamos el servicio nos fuimos orgullosos», concluye Luis Daniel.
Pilar García. Panadera en Buenache de Alarcón.
Pilar y su marido llevaban 17 años regentando la panadería de Buenache de Alarcón, al menos hasta este mes. El agua tiró la puerta, ignorando los escalones de la entrada, y llenó la panadería con más de un metro y medio de agua, granizo y barro. Estropeó máquinas, inutilizó el horno y, en resumen, acabó con la panadería.
En 2014, recuerda Pilar, ya sucedió algo parecido con otra riada, pero esa no llegó a entrar hasta el horno. Esta vez sí y ha sido definitivo.
Esto ha trastocado los planes que tenían para su trabajo y su vida: «Estábamos pensando en jubilarnos, pero cuando nos tocase. Ahora ya lo hemos tenido que hacer forzosamente, no nos ha quedado alternativa», se lamenta Pilar. Y es que aún les quedaban tres años al frente de la panadería, pero ya no es viable. Todavía no saben qué harán estos tres años que, en teoría, deberían seguir trabajando.
«No vamos a hacer una inversión tan grande para tres años que nos quedan, no merece la pena. Si fuese más joven pues sí, pero ahora no voy a invertir nada», se justifica. Porque ya no es solo la reparación de las máquinas (o, lo que es más probable, la compra de unas nuevas), es que el local ha quedado inservible. Por eso, Pilar afirma que no hay planes de relevo ni nada por el estilo: «Si alguien quiere montar otra panadería tendría que ser en otro sitio», sentencia.
Pese a toda la desgracia vivida, Pilar sigue pensando en sus vecinos, que se han quedado sin las galletas, la estrella de la panadería. Y también lamenta la pérdida del horno de leña, algo que ya no suele verse tanto.
Pero también le asalta la rabia al pensar en la falta de soluciones y ayudas: «Hay que pedirle ayudas a los políticos, porque mucha gente se ha quedado sin casa igual que nosotros sin trabajo. Que se hagan cargo de los pueblos, que se preocupen de la España vaciada. Luego dicen que la gente se va de los pueblos, si ahora mismo aquí hay gente que no puede vivir en sus casas», critica Pilar antes de que se pierda la conexión de la llamada.
Raúl Fuentes. Cantante de Buenache de Alarcón.
Raúl lleva dedicándose a la música desde hace más de 20 años con éxitos como ‘Quisiera que tú me quisieras’, ‘As de corazones’ o ‘Sueño tu boca’, pero nunca ha dejado de lado sus raíces en el pueblo. Justamente, debido a su trabajo, estaba de concierto el día anterior a la tormenta y se enteró gracias a su grupo de amigos. «Intenté ponerme en contacto con mi madre, y al ver que no me cogía el teléfono dije <<pues bueno, creo que mi casa también se ha visto afectada>>», comenta.
Como muchas otras personas que viven y trabajan fuera del pueblo, dejó de lado sus otras obligaciones y se dirigió hacia allí para ayudar (dentro de las posibilidades de cada uno). «Yo tenía un compromiso el jueves y el viernes en las fiestas de La Melonera en Madrid Río, que iba a presentar un concurso de artistas noveles y les pedí que buscasen a otra persona, porque la ocasión merecía dejar el trabajo de lado para ayudar a mi gente», explica.
Pero aún así, quien fue hacia Buenache también pasó por un periplo propio: carreteras cortadas, falta de transporte público durante el fin de semana, la segunda tormenta del lunes… Con todo esto se encontró Raúl, pues el autobús que salía de Tarancón tuvo que refugiarse del granizo antes de poder continuar. La parte buena es que pudieron avisar al pueblo de lo que se avecinaba, ya que las nubes se movían en dirección a Buenache. «Que sepáis que está cayendo la mundial en Tarancón y va hacia vosotros», avisó a sus amistades.
Al final, el autobús consiguió llegar a la localidad. «Fue justo deja la maleta y empezar a caer el diluvio», explica Raúl. Llovió durante media hora y, en cuanto paró, los vecinos se prepararon para lo que vendría desde la sierra, pues se lo veían venir. Y así sucedió. Unos veinte minutos después de llover: riada.
Así que, compuertas puestas en la puerta del patio, cubo en mano y a empezar a achicar agua hacia la calle, pues los desagües no daban abasto. «En mi casa el sábado entró medio metro de barro. El segundo día no llegó a entrar porque estaba yo allí con el cubo, pero estuvo a punto», dice Raúl.
En cuanto acabó, tanto los vecinos como los venidos desde fuera, como Raúl, estuvieron limpiando el pueblo toda la semana. Y no solo gente de Buenache: «se acercó gente de diferentes lugares de la zona, de Hontecillas, de Olmedilla, de Valverde… que vinieron en cuadrillas a echar una mano en las casas más necesitadas», agradece.
De casa en casa tirando barro a paladas (pues en algunas el fango llegó hasta los dos metros de alto), sacando los muebles que habían quedado inservibles a la calle para después llevarlos a la zona del frontón y allí deshacerse de ellos.
El caso de Raúl puede ser similar al de otras personas, y seguramente sus palabras les representen en esta situación: «Te sientes impotente cuando ves que ocurre algo así y estás lejos. Me sentía en la obligación de ayudar a la gente a la que conozco desde que soy pequeño».
«El hecho de llegar allí, encontrarte todo lo que ves, que las calles habían sido arrasadas, muros caídos, vallas por todos los lados, los puentes también, coches destrozados que los veías en los campos dentro del pueblo y en la lejanía; era tremendo… El poder estar allí y echar una mano es algo que te emociona y ves momentos duros de la gente que lo está pasando mal», explica Raúl, antes de agradecer el cariño y la unidad de toda la gente del pueblo (y de fuera) que, sin dudarlo ni un momento, se ayudaban unos a otros sin importarles el frío, el trabajo, ni el barro por las rodillas.