Son las 7:20 horas en la estación Fernando Zóbel, el Ave procedente de Albacete-desde donde ha partido hace media hora- comienza a reducir la velocidad. Para, se abren las puertas, y un acervo de viajeros invade el andén. Bien podría parecer una imagen de cualquier estación de cercanías de una gran ciudad a primera hora de la mañana, en esa franja previa a que arranque la jornada laboral. Pero nada más lejos de la realidad, ni es una línea de cercanías ni es una capital. Es Cuenca, el lugar de trabajo elegido por decenas (se podría incluso incrementar a cientos, en base a los testimonios que aparecen a continuación) de albaceteños, tal y como puede ser Madrid capital para un residente en Valdemoro, o la ciudad del Turia para quien vive en Alzira.
Mochilas y fiambreras se hacen un hueco entre la multitud que se dirige hacia el aparcamiento sin regalar un segundo al reloj, porque el principal hándicap que se configura en Cuenca como centro de trabajo son los traslados desde la estación hasta cualquier emplazamiento de la ciudad, como se lamenta Encarni Martínez. Es administrativo en el Nuevo Hospital, y después de encadenar varios contratos de menor duración, desde la pasada primavera realiza este trayecto a diario. “El año pasado era más fácil, pero este ha venido mucha gente. El hospital está invadido por albaceteños”, comenta.
El trayecto hasta su centro laboral lo suele hacer con unas compañeras. “Vamos con una doctora que tiene el coche fijo aquí en la estación”. Recela del anuncio sobre la lanzadera directa al hospital, «está por ver», y explica que con la que tiene parada en el centro es inviable. No solo para ella, si no para la mayoría de los consultados en este reportaje, “porque nos deja muy alejados del trabajo”.

Circunstancia que se ha traducido en una proliferación de lo que denominan “coches patera”. Vehículos personales que se encuentran permanentes en el aparcamiento de la estación y que se ofrecen para compartir. “Existe una tasa protocolaria de 1,5 euros, antes era 1 euro, pero con la subida de la gasolina…”, comenta María José, otra albaceteña que trabaja de auxilio judicial en la capital conquense desde hace nueve años, y que afirma muy directa y contundentemente que “firmaba por quedarme en Cuenca”, pues se encuentra esperando destino.
Para ella es un lugar “cómodo” para trasladarse a trabajar sin renunciar a la residencia en Albacete. “Es mucho mejor que conducir para desplazarte a cualquier pueblo de la provincia albaceteña, y así piensa casi todo el mundo que se traslada a Cuenca a diario por trabajar”. Afirmación que refrenda Gloria Delgado. Es profesora de Imagen Personal en el instituto Pedro Mercedes desde hace seis años y Cuenca «es mi segundo mejor destino». Explica que previamente estuvo en Tomelloso y en Almansa, «pero prefiero venir aquí porque me quito carretera, y me sale más rentable por como está el precio de la gasolina».
María José comenta que en sus inicios “no éramos tantos como ahora”, pero es que las facilidades actuales tampoco existían. Sobre todo, en lo que se refiere a las bonificaciones del 50% en los abonos Avant (de momento vigentes hasta diciembre de este año). “Antes me dejaba 500 euros mensuales, 400 del tren y 100 en el autobús o el coche patera. Ahora el abono de 50 viajes cuesta 150 euros”. Para Gloria ha sido el impulsor del efecto llamada. «Cuando empecé a trabajar era la única albaceteña en mi centro, y este año casi todos los interinos son de allí». Sin embargo, dejan en el aire qué sucederá cuando finalice la actual ( y en teoría última prórroga de las bonificaciones en el transporte). «Si las quitan, muchos dejarán de optar por Cuenca».
Además del ahorro en el transporte, también han aumentado las frecuencias de los trenes, cuando desde hace unos tres años se incorporó la conexión con salida de Albacete a las 8:15 horas (con llegada a Cuenca a las 8:46 horas), así como uno más madrugador, que se adelantó recientemente su salida a las 5:30 horas (llegada a la estación conquense a las 6:09 horas). Aunque la frecuencia más demandada es la que efectúa su llegada a las 7:18 horas.
De hecho, para reservar plaza en ese horario los usuarios del abono deben hacerlo como mínimo con un mes de antelación, como bien corrobora María José. Tesitura que se reproduce en la salida programada desde Cuenca a las 15:31 horas. “Para el mes de diciembre ya no hay billete”, añade con desesperación Encarna.

Todos estos ingredientes han generado un atractivo en Cuenca como emplazamiento laboral para los albaceteños, que ya se cifran en muchas decenas. “Hay como 200 personas a diario”, agrega Encarna. Sin embargo, esta coyuntura se ha producido de forma progresiva. “Antes nadie sabía que podías vivir en Albacete y trabajar en Cuenca, pero se ha corrido la voz y cada vez son más los que apuestan por venir aquí”, aclara María José.
Y así fue como Melania Melgarejo apostó por Cuenca cuando le comunicaron que existía una vacante. Es abogada en los servicios jurídicos de un sindicato, y después de tres años ha visto como ha proliferado la apuesta de sus paisanos por trabajar en la ciudad del Júcar y el Huécar. “Funcionarios de Justicia conozco a bastante albaceteños que vienen todos los días a trabajar, por las mañanas ves todos los que salimos del tren y es que somos una legión”.
Desde que comenzó su andadura en Cuenca decidió traerse su vehículo, pues lo necesita para poder moverse por la ciudad en su contexto laboral. Comenta que el bono mensual del parking de la estación no es nada elevado, “son 44 euros, pero ahora hay una promoción de tres meses que sale a 37 euros”. Sin embargo, hasta el aparcamiento comienza a estar saturado. “Ya no hay hueco para más coches, y me aventuraría a decirte que la mayoría son de los que venimos a trabajar”.
Reconoce que le gustaría regresar a Albacete “pero de momento no puedo y aquí estoy bien”. Es un sentimiento compartido basado, sobre todo, en la comodidad de los traslados. “Llegas a casa un poco más tarde que si trabajases en tu ciudad, pero es cierto que si decides trabajar fuera es el lugar más confortable, no hay que conducir ni tampoco quedarte a vivir”, reconoce Encarna.
Son algunos de los testimonios de los “decenas” o “centenares” (como comentan estas albaceteñas) de sus paisanos que ponen la vista en Cuenca como un asequible y cómodo emplazamiento laboral que no les obliga a renunciar a su residencia.