Nos estamos olvidando de alguien

Debo pedir perdón a aquellos que se toman la molestia de leer estas líneas que escribo, pero pienso que hay situaciones que merecen un comentario, lejos de ser pesado y mas allá de la propia reflexión, ya que no es malo exponer nuestro parecer, cuando es de Justicia hacerlo.

Esta vez voy a referirme, a que, cuando salimos a las 20 horas a nuestras terrazas, balcones o puertas a aplaudir, es evidente que lo hacemos, sin perjuicio de las opiniones de algunos, que debemos respetar, en homenaje a aquellas personas que están cerca de los enfermos del coronavirus; de los sanitarios, desde celadores, Ats, hasta médicos, de las Policías y de la Guardia Civil, incluso hace días se hizo homenaje, muy merecido por cierto a un conductor de vehículo VTC, que se había prestado a trasladar enfermos a un hospital en un pueblo cercano a Madrid.

Pero junto a todos ellos, también hay otras personas, que se acercan a los enfermos para ayudarles en estos momento, es su misión. Me refiero a los capellanes, sacerdotes, a los popes ortodoxos, a los imanes musulmanes y a los rabinos judíos, que pasillean por los hospitales en espera de ser llamados, en definitiva a todos aquellos que profesan, según las palabras siempre certeras y ajustadas del Papa Francisco a las distintas “tradiciones religiosas”. Estas personas, cumplen un servicio en favor del enfermo, que solicita su ayuda en base a sus creencias, que son tan respetables y dignas de protección como su salud.

Estoy seguro que hay algunos que no reclaman esta ayuda, es su derecho y nuestro deber respetarlo, pero también estoy seguro de que hay otros muchos que sí piden tal ayuda, por sus respetables creencias, máxime en esos momentos en los que ves cómo tu vivir se aleja.

Por eso, quiero llamar también la atención sobre estas personas, del credo o religión, tradición religiosa, que sean y por lo menos mis aplausos también serán para ellos cuando las tardes se agotan.

Es la base de la Justicia, dar a cada uno lo suyo, y ellos por su labor en favor del enfermo,  merecen nuestro reconocimiento como  los demás. Y ello sin perjuicio de que, quien sepa y piense que sirve, eleve una oración por los enfermos, y por todos los que les atienden sin exclusión.

Pienso que nos estábamos olvidando de ellos, y aunque me consta que ellos no esperan este reconocimiento, por sus propias creencias, digo que pienso, se lo debemos aquellos que creemos que su labor y compañía sirve de algo.

Nicolás Poveda Peñas

Ex-magistrado conquense de la Audiencia Nacional