El alcalde de Villar de Cañas sobre el ATC

Alejandro Pernías Ábalos, Alcalde de Villar de Cañas

Estimado lector:

No sé si a usted le pasa, pero a mí cada vez me sorprende más la facilidad con la que cambian ciertos discursos según el contexto. Y mire que uno ya ha visto casi de todo. Pero lo ocurrido estos días en Villar de Cañas, con la visita de altos cargos de la Junta de Comunidades y la Diputación Provincial a los terrenos del ATC por sorpresa y sin avisar, bien merece unas líneas para reflexionar sobre la coherencia, ese valor que a veces parece evaporarse en cuanto aparecen los focos o las declaraciones se convierten en titulares.

Como Alcalde de Villar de Cañas, decidí no hacer de esto una guerra. Soy así. Al contrario. He sido prudente, respetuoso y sensato. He propuesto públicamente —y también en conversaciones privadas con algunos de los protagonistas de este asunto— que se respete la independencia judicial y que se espere a que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre un asunto de tanta trascendencia. No parece un disparate, ¿verdad? En un Estado de Derecho, lo normal es que las decisiones políticas importantes se tomen después de que los jueces hablen, no antes. Sobre todo, cuando todo va ya muy avanzado.

Pero la respuesta de la Junta y de la Diputación ha sido otra: pisar los terrenos después de casi dos años sin hacer nada, hacerse la foto y dar por finiquitado un proyecto que, guste más o menos, sigue pendiente de resolución judicial. Lo han hecho, además, como quien coloca la bandera en un territorio conquistado, como si la Justicia fuese un adorno constitucional y no una institución a la que debemos respeto. Lo han hecho pese a que —ironías de la vida— no hace tanto parecía existir un cierto consenso en torno a la conveniencia de actuar con cautela y esperar a que la Justicia se pronunciara. ¿Temerán la sentencia del Tribunal?

Y ahí estamos. Un alcalde de pueblo, pidiendo algo tan revolucionario como prudencia. Un Ayuntamiento que ha preferido el diálogo a la confrontación. Y una Junta que, en vez de sentarse con nosotros, ha optado por el monólogo ante la prensa. Me he ofrecido reiteradamente a hablar, a escuchar sus planes, a explicar los nuestros, a encontrar puntos en común. Pero las puertas han seguido cerradas, no por falta de llamadas, sino por falta de voluntad.

No me duele que pensemos distinto. Me preocupa que se actúe con abstracción de las reglas del juego. Porque la coherencia no consiste en estar de acuerdo con uno mismo solo cuando conviene, ni en prometer en privado lo que se niega en público. La coherencia es lo que permite a los ciudadanos confiar en sus representantes, aunque no compartan sus ideas.

En Villar de Cañas no tenemos altavoces potentes ni asesores de comunicación, pero sí tenemos algo que muchos en la política han perdido: coherencia. Por eso, seguiremos defendiendo nuestra tierra con respeto, nuestra voz con firmeza y la Justicia con confianza. Porque si abandonamos eso, ya no importará qué diga el Supremo: Lo habremos perdido todo mucho antes.