Isra Pérez
El equipo dirigido por Lidio Jiménez rebasó sin magulladuras aparatosas el anual trámite, siempre temible, de enfrentarse a esa auténtica constelación mundial de estrellas del balonmano que es el Barça. Y lo hizo, por momentos, con un ilusionante aroma de juventud en la mítica pista del Palau Blaugrana; gozaron de preciosos minutos chavales como el guardameta Marcos Herráiz, que dejó su prometedora impronta de intuición, Alejandro Taravilla, pivote interminable con delicada muñeca de finalizador, Armando Arce, hijo de un exjugador que prometía tanto o más que él, o Carlos Fernández, el “pequeño” que sigue la estela corajuda de Juanjo. Disfrutaron de tan inolvidable experiencia, casi todos ellos, en una descafeinada segunda mitad del encuentro, cuando la inalcanzable escuadra de Xavi Pascual relajó sus prestaciones para intentar maltratar, de nuevo, al Kiel.
Los primeros treinta minutos del choque patentizaron varias realidades consabidas y dolorosas, todas ellas relacionadas con la distancia sideral que separa a los azulgranas de cualquier otro conjunto de la Liga doméstica (y de tantísimos otros europeos). Vivimos en planetas distintos, desgraciadamente. La arrolladora velocidad que imprimen a su juego es insoportable e inigualable, produciendo un desmesurado índice de ataques, del todo inasumible para la común competencia. Es lógica aplastante que los de Barrufet sean, de cara al próximo semestre, los máximos candidatos a levantar Champions a pares. Solo una apisonadora implacable puede dejar fuera de la convocatoria, sin pestañear y de una tacada, al mejor central, defensor puro y extremo derecho del mundo (Cindric, Petrus y Aleix Gómez). Los que comparten posición con ellos en el equipo, así son sus rotaciones despiadadas, también opositan para ser los mejores del planeta en su puesto. Por si fuera poco, en añadidura, es una plantilla que mira al futuro con codicia. Al mejor mañana, claro: sea en portugués o esloveno.
Poca alharaca y dicha que contar en favor de los conquenses, de inmaculado blanco hoy, en esa inaugural entrega del envite. No puede ni debe juzgarse, con rigor, el rendimiento colectivo o las actuaciones individuales en una plaza así y con una empresa tan condicionada por el desnivel. Estas tardes son terreno abonado para las sensaciones más que para conclusiones. Es natural y perdonable, sin ir más lejos, sufrir decisivos parciales de sequía goleadora como ese que lastró, tan pronto, al combinado serrano. Sí, tres solitarios goles a favor, en el famélico casillero visitante, apurando casi veinte minutos de juego (más de una decena de ellos, además, sin anotar.) Pero miren lo que hay enfrente y no es entreguismo conformista. Está Raúl Entrerríos, leyenda de nuestro deporte: si su hermano fue el mejor intérprete atacando por el lado débil del oponente, él es un maestro saltando líneas de pase en circulación estática del balón y en pos de la superioridad bien trabada. Una delicia perpetua. Como el eléctrico extremo Álex Pascual, muchísimo más que un hijo de entrenador (aprendida la lección de los Valero, ayer, y la de los Duishebayev, hoy); acunado en el prolífico filial blaugrana, como el morenito Diocou, y en las campeonísimas categorías inferiores de la selección española. Bendita categoría de plata, la “B” digo, para atisbar el balbuciente valor de lo que cada vez florece antes. Enfrente, también, Makuc: exuberante central, de cuya calidad y elegancia estaba avisado todo el continente, y que combina las propiedades tangibles y estéticas de un central moderno. Y tienen un grandísimo preparador, digan lo que quieran. Que además de no haber sucumbido a la siempre tumultuosa corriente de presión del entorno culé, está matizando (acelerando, diríamos) el juego actual del balonmano desde la élite, con la responsabilidad que ello conlleva, gestionando unas exigencias tan brutales como el carisma desbordante de un vestuario megalómano (ahí, asienten y consienten desde un tal Palmarsson hasta Sorhaindo). A decir verdad y acerca de sus pupilos, tan solo parecía fuera de cuadro, sobre tan reluciente parqué, el brasileño Langaro.
En esa primera mitad y por cambiar de bando, hubo lugar para la ilusión incipiente y subsiguiente desesperación, en ese orden, con la variante ofensiva introducida por Cuenca (todavía no es alternativa) y a lomos del talentoso Sergio López; comandando las operaciones atacantes como central, en la que siempre será su cancha fetiche, y dando una de cal y otra de arena. Merece la pena explorar el sendero, no obstante; al tiempo.
La segunda mitad del partido sirvió para maquillar el tanteador y, lo mejor de todo para Incarlopsa, finalizar con buenas sensaciones en el juego. Se estuvo bien, decentemente bien. Sin poder calibrar apenas, en un desafío tantálico, el brioso poderío defensivo recuperado frente a Anaitasuna y contando, otra vez más, con un Samuel óptimo (en lo que ya es el seguro preámbulo del regreso de Maciel); hay que notar cómo, en ataque, volvió a conectarse bien con la posición de pivote desde la primera línea, observamos a un Pizarro voluntarioso y con mejor tono, a ese Bulzamini que no ha dejado de crecer desde el arranque liguero… Todo suma.
Ahora es cuando llega el tramo verdaderamente importante y exigente de esta accidentada primera vuelta del calendario. Se está bien posicionado, piénsese. Con el equipo en franca mejoría física, algo diferencial en las próximas semanas, alejando cada vez más el pernicioso parón por la maldita pandemia y con varias reapariciones mollares en lontananza. Defendiendo se llega a muchos sitios, lo dice la ley; perdiendo pocos balones, a casi todos los lugares. La hoja de ruta está clara. Será capital competir al máximo en el próximo partido, siempre nos ha ido bien así, antes de soñar precipitadamente con la victoria en el siguiente combate. Comencemos por el próximo reto: Puerto de Sagunto; un histórico rival que posee, repleto de veteranía, mucha más amenaza de la que dicta, a priori, su perenne condición de aspirante a la permanencia. Sin Bruixola y con Corzo, por hablar en términos cotidianos. Con interesantísimos exponentes en sus filas rojiblancas; respeto. En el OVNI, anestesiado como El Sargal. El miércoles que viene.
F.C. BARCELONA (38): Gonzalo Pérez de Vargas, Raúl Entrerríos (3), Blaz Janc (2), Dika Mem (3), Álex Pascual (7), Haniel Langaro (2) y Luís Frade (2). Sorhaindo, Dolenec (6), Aitor Ariño, N’Guessan (3), Diocou (4), Palmarssonn (1), Makuc (3), Moller y Fabregas (2).
INCARLOPSA CUENCA (26): Samuel Ibáñez, Ángel Pérez (3), Moscariello (4), Carlos Fernández (1), Bulzamini (5), Nacho Moya (2) y Fede Pizarro (3). Doldán (2), Marcos Herraiz, Thiago Alves (2), Sergio López (2), Armando Arce y Alejandro Taravilla (2).