Un documento inédito aporta luz sobre el pintor conquense Martínez del Mazo y su boda con la hija de Velázquez

El expediente matrimonial confirma su nacimiento en Cuenca y apunta su formación inicial en la ciudad y revela como Velázquez y su esposa se opusieron inicialmente al matrimonio

La figura del pintor conquense Juan Bautista Martínez del Mazo acaba de cobrar una nueva dimensión gracias al hallazgo de una documentación inédita en Archivo Diocesano de Madrid que reconstruye, con sorprendente dramatismo, los meses en que su vida dio un giro irreversible: el accidentado y conflictivo proceso que desembocó en su matrimonio con Francisca Velázquez, hija del genial Diego Velázquez.

Ese documento es la base de un estudio titulado Juan Bautista Martínez del Mazo y la familia Velázquez: el juramento secreto, la excomunión sevillana y el matrimonio (in)deseado’, publicado en la revista del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Archivo Español de Arte por los investigadores Patricia Manzano Rodríguez y Mario Zamora Pérez. El artículo no solo refuerza de forma ya prácticamente definitiva la tesis sobre el origen conquense de Mazo —bautizado en la parroquia de San Martín de la capital en 1605—, sino que revela un relato digno de novela barroca: promesas secretas, huidas precipitadas, excomuniones públicas y tensiones familiares que hasta ahora habían permanecido desconocidas o cuidadosamente silenciadas por la historiografía oficial velazqueña.

Un conquense en ascenso en la Corte

El expediente matrimonial, conservado en el Archivo Histórico Diocesano de Madrid y compuesto por unos sesenta folios, confirma que Mazo llegó a la capital en torno a 1625 y que, antes de ingresar en el obrador de Velázquez, ya era un pintor formado en su tierra. Las declaraciones del propio artista, recogidas en el pleito, indican que era “natural de la ciudad de Cuenca”, con veinte años cuando llegó a Madrid y con suficiente destreza como para entrar, en 1631, al servicio del pintor de cámara de Felipe IV.

Este dato corrige décadas de dudas y contradicciones, ya que hasta ahora coexistían hipótesis que vinculaban a Mazo con las Montañas de Buegos o Cantabria. También se la ha situado natural de Beteta. El expediente zanja el debate: el yerno de Velázquez fue un pintor nacido, bautizado y formado en Cuenca, perteneciente a la misma generación que Cristóbal García Salmerón, otro artista conquense cuya trayectoria presenta paralelismos y que es el autor del apostolado de la Sala Capitular de la capital conquense. Se refuerza así la tesis que ya defendió Manuel Amores al hallar en el Archivo Diocesano de Cuenca la partida bautismal de Martínez del Mazo.

El juramento secreto que lo cambió todo

La trama central del documento se desencadena en marzo de 1633, cuando Mazo y Francisca Velázquez sellan en secreto una promesa matrimonial por escrito tras pasar varias noches juntos en la casa familiar de los Velázquez. El gesto, inequívoco en el lenguaje de la época, equivalía casi a un matrimonio.

Al enterarse, Velázquez y su esposa Juana Pacheco reaccionaron con rotundidad: sacaron a su hija de Madrid y la enviaron a Sevilla, a casa del abuelo materno, el famoso tratadista Francisco Pacheco. La orden era clara: impedir que el conquense se uniera a la familia.

La persecución en Sevilla y la excomunión del abuelo

Martínez del Mazo no se resignó. Armado con la cédula firmada y el apoyo de varios testigos —entre ellos criados y vecinos de la familia Velázquez— acudió a la autoridad eclesiástica, que abrió un pleito formal inmediato. El 23 de abril, el pintor viajó a Sevilla para reclamar a su prometida.

Lo que siguió parece sacado de un auto sacramental: Francisca era escondida de casa en casa; se eludía su paradero; se negaba información a los alguaciles. Ante la evidencia de que Pacheco la ocultaba, el vicario general del arzobispado decretó medidas drásticas.

Primero embargó los bienes del tratadista —incluyendo pinturas, muebles y un curioso cobre italiano con Venus y Marte— y después lo excomulgó por no entregar a su nieta. La sanción llegó incluso a elevarse al grado de anatema, la más severa que contemplaba la Iglesia. El nombre de Pacheco apareció durante varios días en la tablilla de excomulgados de su parroquia, un hecho insólito en la vida del severo autor del Arte de la pintura y veedor de la Inquisición.

El giro final en Madrid: Francisca confirma la verdad

Tras semanas de tensión, Francisca apareció por fin el 5 de mayo. En Sevilla negó haber querido casarse, presionada por su familia. Pero el 15 de agosto, ya en Madrid y “en libertad”, según recoge el expediente, admitió ante el juez que la cédula era auténtica, que la había firmado por voluntad propia y que deseaba cumplir la palabra dada.

El matrimonio se celebró seis días después, el 21 de agosto de 1633, en la parroquia de Santiago. La misma, casualmente, donde se venera a San Julián cada 28 de enero en la capital de España. Así se cerraba uno de los episodios más convulsos de la vida privada de la familia Velázquez.

De este conflicto no quedó rastro en los tratadistas del Siglo de Oro. Ni Pacheco mencionó a Mazo en su celebérrimo Arte de la pintura, ni Palomino ni otros escritores dejaron constancia del escándalo.

Sin embargo, este matrimonio, tan arduamente combatido al principio, consolidó el ascenso del pintor conquense. Mazo se convirtió no solo en hombre de confianza de su suegro, sino en pintor de cámara, ujier y retratista de la familia real. Sus hijos ocuparon puestos relevantes en Palacio, y su obra —ligada íntimamente al obrador de Velázquez— forma parte esencial del patrimonio pictórico español.