El miércoles, 13 de agosto, la girola de la Catedral de Cuenca acogió un nuevo concierto de la presente edición de Mirabilia titulado: Epistolae. Hildegard von Bingen y su correspondencia. Toda la música que iba a sonar del siglo XII era de la mística, científica, investigadora, consejera y abadesa Hildegarda von Bingen. Había sido elegida por contemporánea a Tomás Becket, motivo central de Mirabilia 2025, y por sus conexiones vitales tan en paralelo. Ambos santos mantuvieron estrechas relaciones además de con la Iglesia, con personajes de poder y fueron hábiles diplomáticos. Un hilo conductor buscado por el festival Mirabilia 2025 tan sólidamente coherente que nos atrapó en toda esta edición.
Comenzó el concierto con una sugerente propuesta oyéndose el canto O eterne Deus desde lo lejos de la nave central, con la poderosa y hermosa voz de Pamela Petsch y la aterciopelada viola de Susanne Ansorg. Ambas formadas con María Jonas, en el grupo Ars Choralis Coeln, que nos acompañó el año pasado en la Catedral, y que falleció el año pasado. A María, in memoriam, fue dedicado este concierto, lo que le añadió un componente sentimental muy profundo y que los asistentes detectaron desde el primer momento.
Llegadas al escenario habitual de este año, en la extraordinaria girola del siglo XV, el resto de músicos les esperaban para proseguir con la impactante voz del cantante francés Erwan Picquet y el acompañamiento brillante del órgano portativo medieval de Cristina Alís Raurich en la pieza O Orzchis ecclesia.
El concierto nos deparaba más sorpresas: se trataba del recitado de las cartas, en este primer caso, de Hildegarda a Bernardo de Claraval y la respuesta del abad a Hildegarda. Las lecturas de la correspondencia de la abadesa nos iban a acompañar a lo largo de todo el concierto trasladándonos a sus visiones místicas, reconocidas después por la iglesia hasta el punto de hacerla merecedora del título de Doctora de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI.
Prosiguió el concierto con un momento delicadísimo en que escuchamos una improvisación de campanas a cargo de Pere Olivé que acompañó desde este momento con percusión medieval todo el concierto. O frondens virga interpretado por Pamela Petsch y Erwan Picquet y las campanas cedieron el paso a un postludio instrumental al que se unieron el arpa de Manuel Vilas, la viola de Susanne Ansorg, y la viola de Enrique Pastor junto al órgano portativo de Cristina Alís Raurich.
El siguiente bloque del concierto fue iluminado con una de las cartas de von Bingen a las monjas de Rupertsberg que dio paso al canto O quam mirabilis est donde el arpa ocupó protagonismo y siguió con el consiguente Magnificat sobre un tapiz de arpa y campanas. Cerró el bloque Hodie aperuit con una interpretación extraordinaria de Pamela Petsch.
La carta de Hildegarda a Elisabeth de Schönau dio paso a un nuevo bloque que comenzó con una improvisación de gran sensibilidad en el órgano portativo como preludio a O rubor sanguinis y el salmo Deus misereatur nostri interpretado a duo por Pamela Petsch y Erwan Picquet. A continuación se unieron todos los instrumentos para un final majestuoso.
La última lectura fue la carta de Hildegarda al Abad de Kuno de Disibodenberg seguido por el duo de viola y canto de Susanne Ansorg y Pamela Petsch con O viriditas digiti Dei, escuchamos ahí a Ala Aurea a solo, recordándonos especialmente a la fallecida María Jonas y su grupo Ars Choralis Coeln de manera inconfundible, recordando su memoria.
Posteriormente el texto y música festiva del O Jerusalem aurea civitas atrapó a los asistentes y los envolvió con su ritmo. Fue el punto final del concierto donde participaron todos los músicos que tuvieron que volver a subir al escenario envueltos de aplausos para un bis con esta misma pieza invitando a los asistentes a unirse a este mismo canto festivo. Más y más aplausos llenaron la girola de la que nadie quería moverse pese a haber finalizado el concierto.