Este miércoles se cumple una semana del fallecimiento, en su Mendoza natal, del dibujante argentino Joaquín Salvador Lavado, más conocido por su apodo artístico de Quino, celebérrimo por su condición de creador de Mafalda, uno de los personajes más icónicos y universales del mundo de las viñetas. Y, como casi todas las noticias por lejanas y globales que parezcan, siempre hay una veta para enconquensizarla, un hilo del que tirar para vincularla con la geografía de Cuenca.
El también creador de Susanita, Miguelito y Guille dejó estampada su firma en la puerta de la que ahora es Biblioteca de la Fundación Antonio Pérez (FAP), en el antiguo convento de las Carmelitas Descalzas. El tan hermoso como recio edificio en el que desemboca la Ronda de Julián Romero. «QUINO 1996» rezaban las letras blancas sobre el fondo negro y metálico del portón. Una caligrafía clara y redonda, menos curvada que la reconocible en sus historietas impresas en libros y periódicos.
Apenas unos cuantos caracteres. A la vista de todos, pero sólo perceptibles para los observadores más aplicados o los ya avisados de la autoría, compitiendo por la atención de los transeúntes entre decenas de tags de graffiteros, rúbricas de otros insignes artistas o turistas empeñados en dejar su recuerdo. Un testimonio gráfico que ahora solamente persiste en las memorias y en las fotografías porque hace unos años el exceso de celo de los servicios de limpieza, según explican desde la FAP, eliminó todo aquel amalgama de dibujos y letras, limpiando y pintando sobre ellas. Desapareció (o despareció, como se dice en zonas de Argentina) lo anecdótico y lo valioso; el vandalismo y el arte; lo prescindible y lo único. Una combinación que parece una reproducción a escala de la filosofía que impregna el propio museo, donde conviven las obras de grandes pintores y escultores con objetos cotidianos, muchos rescatados de la basura, elevados a la categoría de arte.
La fecha de la restauración por error que supuso la eliminación de uno de los ‘huevos de pascua’ mas curiosos que escondía el paisaje urbano conquense baila en los recuerdos de los que conocen la historia pero, con seguridad, sucedió con posterioridad a diciembre de 2016 y antes de mayo de 2019, según el rastro que han dejado imágenes y fotografías que persisten en Internet.
Cuando Quino firmó en una de sus puertas, la institución artística que recoge la colección de Antonio Pérez todavía no había echado a andar oficialmente, aunque estaba a punto. Su primer montaje provisional data de octubre de 1998. El edificio, que fue también sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) y del Museo Internacional de Electrografía, ya albergaba por entonces algunas exposiciones de la colección de Antonio Pérez.
No hay versión inequívoca de cómo el creador de Mafalda terminó dejando su efímera herencia en Cuenca. El viaje a la capital conquense debió tener una motivación personal (Quino estuvo muy vinculado a España y tenía casa en Madrid, donde pasaba los inviernos europeos, veranos australes) y no por una exposición, seminario o cita más formal. Desde la FAP piensan que habría sido en un encuentro con Pérez -que actualmente no puede atender a los medios por cuestiones personales- cuando decoró la puerta. O que lo hizo por su cuenta y el coleccionista tuvo conocimiento fehaciente de ello. Desde luego que el coleccionista tenía acreditada que esa firma había salido de las mismas manos que los trazos de la admirada niña filósofa.