Gina y Rachid son migrantes que llegaron a Cuenca sin techo, en busca de una vida digna y tranquila. Ellos son los rostros que ejemplifican una realidad: la de personas que migran debido a la necesidad de un lugar propio donde sentirse seguros, poder trabajar y vivir una vida tranquila. Son historias de resiliencia y esperanza, de quienes buscan reconstruir su vida y dejar atrás la incertidumbre de la calle, de quienes persiguen un futuro mejor y cuyo sueño está reconocido constitucionalmente como un derecho: al trabajo y a la vivienda digna. Sus historias tienen un hilo narrativo común que empieza con un hecho que, en muchas situaciones, se calificaría como traumático y resulta ajena a la realidad diaria de muchos conquenses.
Gina: forzada a abandonar su país por proteger a niños de la guerra
Gina tiene 28 años y llegó a España desde Colombia hace exactamente año, acompañada de su sobrina y su compañero. Ella pertenecía a la comunidad indígena de nasa en el pueblo de Toribío, un municipio ubicado en el departamento de Cauca, que asegura «llevar en la sangre». En su lugar de origen, Gina tenía un trabajo y vida estables y realizaba una labor social como voluntaria voluntaria en la que evitaba que grupos armados ilegales reclutasen forzosamente a menores de edad para sus guerras.
Debido a la labor que allí realizaba la joven comenzó a recibir amenazas, una situación que alteró por completo su vida porque, afirma «en mis planes nunca estuvo venir a España». Por su seguridad, Gina tuvo que dejar a su familia, dejar atrás todo lo que conocía y trasladarse sin hogar ni oportunidad laboral para salvaguardad su integridad física y su vida. A pesar de la incertidumbre, la mujer señala que su llegada supuso para ella «tranquilidad» porque, destaca «puedo caminar libre». Gina también señala que su complicada situación se agravó al tener una menor a su cuidado que no entendía la realidad que estaban viviendo y el tener que separarse de su madre y migrar a otro país, sin embargo, destaca «nos llena de fortaleza para perseverar».
Gina y su familia tuvieron que alojarse temporalmente con una persona que les acogió mientras pudo a la que dice sentirse «tremendamente agradecida». Cuando no fue posible continuar en dicho domicilio la mujer pidió ayuda a Cáritas, donde asegura que le ofrecieron apoyo y orientación para encomendarse al Ayuntamiento, donde una trabajadora social llamada Almudena gestionó que pudieran alojarse en una pensión hasta encontrar una situación habitacional en Cáritas sin los que reconoce «no habríamos podido salir hacia delante».
Un año después su situación se encuentra regularizada con el asilo y su permiso de trabajo en regla. Aunque actualmente se encuentra en búsqueda activa de empleo, este mismo martes se dirigía a una entrevista en el matadero, un primer paso para cumplir sus sueños entre los que se encuentran «tener un hogar para ser independientes y tener nuestras cosas, tener un buen trabajo que nos de estabilidad económica y que mi sobrina, María José, siga estudiando».
Rachid, a nado para conseguir su sueño
Rachid tiene 37 años y llegó a Cuenca desde Marruecos hace un año y medio. Para conseguir cruzar la frontera desde su pueblo, Castillejos, en Marruecos hasta la población española más cercana, Ceuta, tuvo que nadar durante seis horas. Su llegada estuvo marcada por la incertidumbre: no hablaba español y cada día representaba un desafío para comunicarse y desenvolverse en un país desconocido. Aunque cuenta con su hermana en España con una vida estable en Gandía, señala que también cuenta con un hermano en una situación similar a la suya en Madrid, lo que impide que pueda prestarles demasiada ayuda a ambos.
Su objetivo no es solo aprender el idioma. Rachid quiere encontrar un trabajo estable y, sobre todo, un lugar propio donde sentirse seguro. Así, señala que aunque ahora está mejor espera «hablar bien, aprender más y tener casa», comenta con determinación. Aunque le ha sido complicado llevar a cabo diversas gestiones por la cuestión lingüística, con la ayuda de las personas y voluntarios de Cáritas ha ido dando pequeños pasos que le acercan a la autonomía y a la estabilidad que tanto necesita con la obtención de sus papeles para trabajar y un mejor nivel de español para comunicarse.
A través de sus historias, Cáritas recuerda que las personas que llegan a Cuenca en situación de vulnerabilidad no buscan causar problemas ni aprovecharse de nadie: «vienen en busca de trabajo, de un techo y de la posibilidad de construir una vida mejor para ellos y sus familias», subrayan desde la organización.
Rachid y Gina ponen rostro a esta realidad y desmienten los prejuicios porque, tal y como apuntan desde la entidad, «detrás de cada persona migrante hay sueños, esfuerzo y el deseo de contribuir a la sociedad, demostrando que lo que necesitan es apoyo para poder integrarse y desarrollar su vida con dignidad».