«En esta hermandad he aprendido que servir es la forma más pura de querer»

Entrevista a Pedro Paños, depositario honorífico de la Real, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol.

En la Cuenca Nazarena, donde la piedra se vuelve incienso y los silencios caminan en fila de capuz, hay nombres que resuenan como los toques de un clarín antiguo. Uno de ellos es el de Pedro Paños, quien ha ostentado durante casi medio siglo diferentes cargos en la Junta de Diputación de la Real, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestra Señora de la Amargura con San Juan Apóstol. Desde que comenzara su andadura al frente de la hermandad en 1977 Pedro resalta que ha estado en la directiva «sin descanso» hasta la última Junta General en marzo de este 2025 «siempre al pie del cañón, con gusto y con cariño», destaca. Desde depositario hasta presidente o «chico de los recados», como suele bromear, ha trabajado con el celeste de su túnica prendido en el corazón.

El que tantos años ha sido alma mater, como una vela perenne en el tiempo, decidió dar «un paso al lado», como él mismo se refiere a su retirada, aunque confiesa que sigue dispuesto «a lo que haga falta». En su mirada aún brilla la Amargura, esa Virgen que, entre cirios y sombras, lo ha acompañado siempre por las calles empedradas de Cuenca. Hoy en Voces de Cuenca honramos su legado nazareno en una conversación de uno de esos rostros que, durante tantos años ha dado forma a la Pasión conquense.

¿Cuesta hacerse a un lado después de tantos años?

Después de casi cincuenta años en primera línea, se hace raro no tener esa responsabilidad diaria, no estar pendiente de cada detalle. Pero hay que saber dar paso a los que vienen detrás, a la gente joven que llega con ideas nuevas y con la misma devoción que tuvimos nosotros. Lo echo de menos, por supuesto, porque la Hermandad ha sido mi vida. He estado dedicado en cuerpo y alma, y eso no se olvida de un día para otro, pero sigo ahí, disponible para lo que me necesiten. Ya no estoy en primera fila, pero si a un lado, siempre al pie del cañón para lo que me necesiten porque en esta hermandad he aprendido que servir es la forma más pura de querer.

¿Cómo has acompañado a la nueva directiva en este relevo generacional?

He estado presente, con ellos, especialmente con el secretario actual, Carlos Mora, quien era el yerno de Pepe, mi ‘compañero de batallas’ y que tantos años me acompañó en la directiva. Cuando él enfermó, Carlos vino a sustituirlo, y hoy por hoy lo que tengo muy claro es que conoce la hermandad a fondo y que se ha quedado en muy buenas manos, tanto suyas como de todo el equipo que le rodea y que se presentó en las últimas elecciones.

Una retirada con laureles a través de ese reconocimiento que la hermandad te concedió en la Solemne Función religiosa el pasado domingo…

La verdad que uno no puede evitar ‘embotijarse’, cuando en la última junta alguien propuso con mi retirada que se me nombrara depositario honorífico y la mayoría votó a favor. El llegar a ese momento el domingo pasado y recibir el reconocimiento bajo la mirada de San Juan y la Virgen y de manos de Carlos, el yerno de Pepe, fue algo muy emotivo y familiar. En la función y el homenaje que me hicieron, cuando Carlos tomó la palabra y empezó a contar tantas cosas de mi se me vinieron muchos recuerdos a la cabeza, pero me sentía casi como si no reconociera todas esas cosas que decía de mi y que representaban lo que había hecho, era como si hablara de mi vida entera.

Allí estaba toda la gente de siempre, personas que he visto crecer en la hermandad desde hace cuarenta años y muchos jóvenes que me decían: “desde que tengo uso de razón, siempre te he visto en primera fila”. Y es verdad, porque durante casi cincuenta años no han conocido otra cosa.

«La entrada de la mujer en la Semana Santa ha supuesto un antes y un después»

Hablamos de varias generaciones de familias, padres e hijos que solo os han visto a vosotros al frente…

Exactamente, es que desde 1977 hasta 2025, son dos o tres las generaciones que han crecido viendo las mismas caras en la directiva, por diferentes puestos pero casi siempre las mismas personas conmigo llevando la voz cantante.

Siendo una de las personas con más años de trayectoria en directivas nazarenas actualmente, ¿cómo has visto cambiar la Semana Santa?

Ha cambiado por completo. Yo he vivido una Semana Santa que no se parece en nada a la de hoy y, afortunadamente ese cambio ha sido para bien. En los años setenta y ochenta todo era más caótico, menos serio, más improvisado. Éramos muchas, la mayoría, las hermandades con muy pocos hermanos, sin medios, sin apenas recursos por lo que no tocaba hacer de una peseta tres, tirar de ingenio y fe para que todo saliera adelante.

Para mi en todo ese contexto la gran diferencia la ha marcado la entrada de la mujer en la Semana Santa. Antes eran algo así como ‘proscritas’, se las miraba casi con escándalo si querían participar. Recuerdo una anécdota en nuestra subasta cuando una chica se quedó una capa para salir, y aquello fue casi un sacrilegio. La entrada de la mujer supuso la llegada de la sensatez, la responsabilidad y el compromiso. Desde entonces la Semana Santa de Cuenca ganó en dignidad y en seriedad; fíjate, como ejemplo, antes de que eso pasara, si había fútbol, y te lo dice uno que ha estado años debajo del paso, la mayoría iban con un transistor debajo del capuz. Desde entonces aquello ha sido impensable, fue un antes y un después.

Pedro Paños, depositario honorífico de la Real, Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestra Señora de la Amargura y San Juan Apóstol. FOTO: Lucía Álvaro
Describes los años 70 y 80 como los más difíciles…

Muchísimo, no había casi nada. La Hermandad tenía poco más de cien hermanos, y de esos apenas salíamos una veintena con el paso y dos o tres a los lados. Hoy, en cambio, somos más de dos mil, y eso dice mucho del trabajo de todos estos años. Para que te hagas una idea de lo apañado que había que ser, nosotros inventamos la fórmula de pagar la mitad del coste de la túnica a quien se apuntara. Aunque por un lado venía a solucionar un problema de recursos, porque llevamos una indumentaria única en la Semana Santa que solo vale para nuestra hermandad, suponía que apuntarse y desfilar no dependía de los recursos. Este sistema tan sencillo que supuso un salto enorme para la Amargura lo han replicado después otras hermandades.

A nivel personal, ¿qué te ha dado la Hermandad de la Amargura?

Me lo ha dado todo. Satisfacciones, muchas; disgustos, muy pocos. Es para mi un orgullo ver el legado porque sé cómo estaba la hermandad cuando la cogimos y sé cómo está ahora: con patrimonio, con respeto, con nombre. Hoy podemos codearnos con cualquier hermandad de Cuenca tanto seriedad como en patrimonio. Con mucho trabajo durante años hemosconseguido un patrimonio digno de la Virgen de la Amargura. Hemos dejado el local de andas, retablos, insignias y cada adquisición, cada detalle ha tenido detrás horas y horas de esfuerzo. Es para mi especialmente importante recordar cuando conseguí durante una enfermedad el título de ‘Real’ para la hermandad, algo que nos dijeron que era casi imposible. Hoy El representante de la Casa Real ya no me dice «muy señor mío», sino «estimado amigo» y al ver el título de “Real, Ilustre y Venerable Hermandad de la Virgen de la Amargura y San Juan Apóstol”, me siento profundamente orgulloso.

En cuanto a las amistades, la Semana Santa me ha reglado muchísimas, podría decir que media Cuenca nazarena me conoce, y yo conozco a casi todos. Pero si tengo que quedarme con alguien, sin duda con José Miguel Carretero. Es una persona excepcional y una mente brillante que sabe muchísimo de Semana Santa y de todo lo que se proponga. Para mí es más que un amigo, es familia.

«La Hermandad de la Amargura es parte de mi vida y lo será para siempre»

Como miembro saliente de una directiva, ¿crees que hay relevo generacional en la Semana Santa de Cuenca?

Estoy convencido. A veces se dice que los jóvenes no se implican, pero yo no lo veo así. En cualquier acto —un pregón, una presentación o una procesión— siempre hay gente joven colaborando, empujando. El ejemplo lo tienes muy claro en la Procesión Magna Mariana que organizó la Virgen de las Angustias. Nosotros sabíamos que era una procesión larga y que además de los banceros habituales íbamos a necesitar más de una veintena para ir cambiando y yo tenía mis dudas de que fuéramos a tener gente suficiente para cubrirlo todo. Al final entre cabecera, banceros y unas cosas y otras movilizamos a 100 personas y todas respondieron con una entrega ejemplar.

Ahora, como depositario honorífico, ¿cuál es tu papel?

Es más simbólico que otra cosa. No tengo funciones concretas ni responsabilidades, pero sí tengo la disposición y el compromiso de siempre. Es un reconocimiento que me llena de orgullo, porque significa que todo el trabajo ha sido valorado y mientras tenga fuerzas seguiré ayudando, aconsejando y aportando mi experiencia. La Hermandad de la Amargura es parte de mi vida y lo será para siempre.