Tras el humo de la Mezquita de Córdoba: así se protege la Catedral de Cuenca contra el fuego

Formación, detección y evacuación organizada construyen un plan clave para evitar que el fuego destruya el patrimonio local

Un incendio, una chispa mínima, una batería defectuosa o una sobrecarga eléctrica. A veces, basta con un descuido para que siglos de historia y una rizqueza patrimonial incalculable se pongan en peligro. La reciente alarma vivida en la Mezquita-Catedral de Córdoba, donde ardió una de las capillas, ha vuelto a poner sobre la mesa si los grandes templos históricos están preparados para afrontar una emergencia de esta índole y, transportando la cuestión al ámbito local, si la Catedral de Cuenca cuenta con un plan específico que permita que las llamas no consuman una de las joyas de la historia conquense.

La Catedral de Santa María y San Julián cuenta desde hace años con un plan específico de salvaguarda frente a incendios diseñado dentro del Plan Director de Protección del Casco Histórico. Según Pablo Muñoz del Olmo, presidente de la Junta de la Fundación Fuego, el templo conquense se encuentra razonablemente protegido gracias a la coordinación entre el Cabildo, los servicios de emergencia y las administraciones implicadas.

Este plan no solo contempla la detección y extinción del fuego, con sistemas actualizados, sino también la evacuación organizada de obras de arte, catalogadas por niveles de prioridad. Un sistema que, según explica Muñoz del Olmo, establece qué piezas deben salir primero, cómo deben manipularse y a dónde se deben trasladar. El presidente de el organismo apunta que es «esencial» que haya formación, que cada pieza tenga su ficha y que todos, desde restauradores hasta bomberos, sepan cómo actuar.

Así es el Plan Específico de la Catedral para la lucha contra las llamas

El trabajo para actuar correctamente ante una emergencia comienza mucho antes de que esta se produzca. Especialistas en diversas áreas clasifican cada obra por niveles de relevancia atendiendo a criterios como la antigüedad, rareza, si se trata de una pieza única o quién es su autor, entre otros criterios. Las piezas marcadas con código rojo son únicas, irreemplazables o de altísimo valor artístico e histórico, y son las que se deben evacuar primero. El siguiente nivel, naranja, agrupa obras importantes pero no prioritarias, mientras que el amarillo identifica las que, sin dejar de ser valiosas, tienen menor relevancia comparativa. Este sistema se apoya en fichas técnicas que incluyen ubicación exacta dentro del edificio, materiales, condiciones de manipulación y rutas de evacuación.

Además, la Catedral cuenta con sistemas de detección de incendios instalados tras las obras de renovación del sistema eléctrico. Muñoz del Olmo señala que se trata de dispositivos «muy sensibles», tanto es así que «en su momento hubo falsas alarmas», según apunta el responsable de la asociación Fuego, provocadas por actividades de mantenimiento dentro del templo. Dichos avisos evidencian la sensibilidad con la que los sistemas actuales de la Catedral detectarían cualquier indicio de fuego.

Simulacro de incendio en la Catedral en 2022. FOTO: Esteban de Dios
Un simulacro para prevenir un mal mayor

El 18 de mayo de 2022 se realizó un simulacro de incendio en la Catedral de Cuenca, involucrando a más de 200 personas y varios escenarios, incluyendo la ribera del río y restaurantes cercanos. El simulacro fue organizado por la Dirección General de Protección Ciudadana de Castilla-La Mancha y su objetivo principal fue activar el Plan Territorial de Emergencias de Castilla-La Mancha (PLATECAM) en caso de un incendio en el templo, movilizando hasta niveles 1 y 2 de emergencia a los efectivos, así como coordinar a los servicios de emergencia y validar el plan de actuación propio de la Catedral. Durante el simulacro se establecieron protocolos para la evacuación de obras desde la Capilla del Espíritu Santo hasta un centro exterior de triaje, embalaje y evacuación, garantizando la protección del patrimonio sin interferir en la seguridad de las personas.

Aunque en Cuenca no se han registrado incendios recientes en la Catedral, experiencias como el fuego producido en el Monasterio de la Inmaculada – Concepcionistas Franciscanas evidencian la importancia de contar con planes específicos. En ese caso, la prioridad fue evacuar a las religiosas presentes y contener el fuego, sin que las obras sufrieran daños, destacando la actuación rápida y eficaz de los bomberos. Como apunta Martínez del Olmo, que reseña que «lo fundamental es salvar vidas» y que, inmediatamente después de esta prioridad se trata de proteger el patrimonio.

Riesgos, tecnología y realidad

Aunque existe una preparación previa, ningún plan elimina por completo los riesgos. En el caso de la Catedral de Cuenca, a nivel estructural, no está libre de peligros. Una buena parte del edificio, como la girola, fue reforzado con estructuras de hormigón, pero algunas zonas, como la linterna, aún conservan elementos de madera. Las instalaciones eléctricas han sido modernizadas y, a diferencia de lo ocurrido en la mezquita de Córdoba, no se utilizan barredoras con baterías de litio, identificadas como posible origen del incendio en ese monumento. Sin embargo, el riesgo nunca es cero. El responsable de la Fundación Fuego apunta que “tener sistemas no garantiza que no ocurra un siniestro, garantiza que sepamos responder cuando ocurra”.

Uno de los grandes enemigos del patrimonio no siempre es el fuego en sí, sino el humo. Según detalla Muñoz del Olmo, las partículas que genera la combustión pueden impregnar frescos, esculturas o piedra caliza, y su limpieza es costosa y, en ocasiones, imposible. De ahí la importancia de actuar rápido y con precisión y que en dicha actuación, «los bomberos tienen más del 50% del trabajo», señala Del Olmo.

Simulacro de incendio en la Catedral en 2022. FOTO: Esteban de Dios
Un impacto más allá de lo material

La pérdida de un edificio patrimonial no solo es un drama cultural. Tiene consecuencias económicas directas. En el caso de la Catedral de Notre-Dame, se estimó una pérdida de ingresos turísticos de más de 110 millones de euros anuales. En Cuenca, la Catedral es uno de los edificios más emblemáticos, de los principales reclamos turísticos y uno de los espacios museísticos más afectados, por lo que una emergencia grave afectaría a toda la ciudad no solo en ingresos, «sino en la historia y el propio saber estar e idiosincrasia de los conquenses», advierte Muñoz del Olmo.

La comparación con otros monumentos europeos y la colaboración internacional en materia de prevención refuerzan la idea de que el patrimonio debe ser protegido como si fuera un ser vivo: con protocolos, cuidado constante y formación. “Esto no va de apagar fuegos, va de estar preparados para que lo que no debería pasar y que si pasa, no arrase con todo”, concluye Muñoz del Olmo.

Córdoba, una chispa que recuerda que no existe el «riesgo cero»

El reciente incendio en la Mezquita-Catedral de Córdoba, aún bajo investigación, ha puesto de nuevo sobre la mesa la vulnerabilidad del patrimonio ante riesgos aparentemente menores. Pablo Muñoz del Olmo asegura que a pesar de que el monumento cordobés contaba con planes de salvaguarda, sistemas de detección y extinción activos, e incluso formación previa a los equipos de emergencia, las llamas alcanzaron una capilla y dañaron un retablo porque aunque todo esté preparado, «el riesgo cero no existe», advierte Muñoz del Olmo.

El caso cordobés es un recordatorio de que la preparación no elimina el riesgo, pero sí permite una respuesta más eficaz. Por eso, Muñoz del Olmo insiste en la importancia de evaluar los peligros específicos de cada edificio, evitar prácticas peligrosas y mantener actualizados los planes de actuación. Existe patrimonio con el que es extremadamente complicado actuar ante una emergencia, como es el caso de un retablo, patrimonio que pervive al tiempo y ante situaciones de emergencias como las llamas con previsión y planes que cuidan del presente y el pasado para construir el futuro.