Derrota in extremis de Incarlopsa Cuenca en el derbi regional

Los locales sufren otro nuevo traspié en El Sargal (30-31)

Isra Pérez

Un necesitado Quabit Guadalajara terminó llevándose los dos puntos en liza, justo con el atronador bocinazo final abriéndose paso. Cuando el equipo de Mariano Ortega parecía desahuciado, después de haber gobernado el marcador durante más de tres cuartas partes del envite, los visitantes protagonizaron una formidable reacción final aupada por sus dos estupendos laterales: el espigado guechotarra Pablo Paredes y el siempre eléctrico brasileño Pereira. Los conquenses, que habían volteado el marcador en la recta final del partido, no supieron gestionar los últimos segundos y acabaron frustrados por la polémica arbitral, en su última jugada ofensiva; viendo cómo se prolonga, así, una aciaga y preocupante racha en la otrora inexpugnable ribera del Júcar.

La primera mitad puede resumirse, exclusivamente casi, en un conmovedor duelo entre los inquilinos de sendas porterías: a un lado, en el arriacense, una leyenda como Jota Hombrados, el Lavrov español por casi todo. Un mito. Enfrente, un agigantado Samuel Ibáñez, el reconocido discípulo de Bruixola que, muy aligerado de peso y con la crucial y reciente experiencia santanderina rentando ahora, no merecería ser recordado, cuando todo pase, como el ocasional suplente de un portero de época como Maciel.

El errático arranque ofensivo de los de Lidio Jiménez estuvo presidido por una disposición táctica tan reconocible como efímera: Bulzamini se afanaba en el centro del ataque rojillo: vértigo y procedimientos primarios, por tanto. La inmediata salida de Inestrosa a la cancha adobó el ataque de pausa y seguridad, de criterio y maduración. Esa circunstancia, junto al buen hacer de un incisivo Vainstein, las prestaciones crecientes del citado lateral italiano en la faceta del lanzamiento (cerca ya de lo que fue en Cavigal Nice), las recepciones y certidumbres del pivote Doldán (empecinado en convertir en asistencias lo que, muchas veces, son pases) y a Thiago, que siempre está; neutralizaron la irrupción arrolladora de un Guadalajara sin complejos en los compases iniciales.

Los alcarreños comenzaron muy bien en ataque: fluidez en la circulación de balón, decisiones acertadas en el biorritmo del juego y solvencia óptima en el desenlace de la jugada. Rendía a satisfacción ese rico muestrario de apetecibles jugadores en granazón que pule el técnico de Esparraguera, curso a curso, con esa paciente sapiencia que también le adornó como jugador emblemático de nuestro mejor balonmano. Pablo Paredes se ha hecho mayor. O sea, es decisivo en los dos campos; también, en la calma y en la tormenta. Lucieron menos el interesantísimo extremo Dariel, otro portento cubano que pudiera ser nieto del gran Duranona, y el bravo pivote argentino Mouriño. Paulatinamente, entró en liza la segunda unidad de la escuadra guadalajareña, la de la categórica y plausible apuesta por la juventud y la cantera (Román, Simón, Romanillos, entre los de la casa); la que abandera, sin rubores y estrechando geografía, el balonmano madrileño de base, tan prolífico y lindante a Cuenca, y que ha encontrado, al cobijo del Gurugú, un balcón abierto, de par en par, al profesionalismo. Ahí andan los Gallardo, Tito Díaz, El Korchi, Javi Rodríguez… (algunos de ellos ya han vestido la elástica nacional en categorías inferiores). Toda una ilusionante pléyade de precoz talento y que germinará más pronto que tarde. Corren buenos tiempos para el aficionado amante del riquísimo balonmano formativo español y del histórico semillero madrileño que va desde Alcalá a Carabanchel, pasando por San Sebastián o Alcobendas. Malos tiempos, en el veraz disfrute de esta ASOBAL compleja e ignota, para los desorientados prisioneros del rimbombante balonmano mediático de Champions.

La segunda mitad del partido vino a ratificar lo ya evidenciado: los ataques seguirían imponiéndose a las defensas. Costó ver exclusiones y eso lo dice todo. La novedad fue que los porteros se humanizaron a la misma velocidad que su devaluado porcentaje de éxito. Pizarro y Sergio López (con la clase de siempre) sumaron aciertos importantes para encarrilar, o eso parecía, una victoria local fraguada en la tenaz resistencia. Y en el desmoronamiento final de un Quabit que, cosa extraña, no encontró reacción en el portentoso iraní Barkhordari. Pero sí en Pereira y Paredes. Al alocado y vibrante broche final de la contienda contribuyó, posible negligencia arbitral aparte, una lectura alicorta de lo que debiera haber sido el terminante lance ofensivo, para bien, de los serranos (que costó un punto) y, lo que es peor, por recurrente, una errática y contemplativa interpretación defensiva de la postrera jugada (que les restó otro). Por si fuera poco, ese anodino aroma a partido amistoso que desprende El Sargal, sin ambiente, tiene pinta de ser una pesada rémora, para Incarlopsa, en desenlaces apretados y comprometidos como este. En batallas donde no sobra nada ni nadie, como van a ser prácticamente todas.

Toca levantar la cabeza. Avisados estábamos, todos, que no iba a ser empresa cómoda. Ni el derbi, ni la Liga. No hay más horizonte que el próximo entrenamiento. El objetivo no puede ser distinto que competir, bien, en el siguiente partido. Lo demás, aunque llegue, serán cuentos y cuentas baldías que despistarán el camino. Toca levantarse, rápido y otra vez. Como siempre.

FICHA TÉCNICA

INCARLOPSA CUENCA (30): Samuel Ibáñez, Vainstein (2), Moscariello (1), Thiago Alves (6), Bulzamini (5), Nacho Moya y Sergio López (2). Martín Doldán (7), Ángel Pérez (3), Federico Pizarro (4) y Hugo López.

QUABIT GUADALAJARA (31): Hombrados, Savini, Pereira (8), Jaime Gallardo (2), Mouriño, Dariel García (3) y Pablo Paredes (6). Barkhordari, El Korchi (3), Román (3), Javier Rodríguez, Tito Díaz (2) y Simón (2).