El eco de la fe conquense conquista Roma: «cuando un joven cree hoy, lo hace con más valentía que nunca»

Los peregrinos regresan de Roma con el testimonio de la fe, el encuentro y el amor de la mano del Papa León XIV

Cuando Roma aún dormía bajo las luces tenues de sus faroles antiguos, miles de mochilas reposaban sobre el suelo empedrado de Tor Vergata, el epicentro de la fe en esta peregrinación para ganar el jubileo en la que cientos de jóvenes conquenses han demostrado que la juventud del Papa León XIV arde de amor por Cristo. Bajo la lluvia intermitente de una noche que no quiso ceder del todo al verano, 280 jóvenes conquenses compartieron manta, barro y vigilia con otro millón de peregrinos llegados de todos los rincones del mundo. No era un festival, ni una excursión cultural. Era una demostración de amor, hermandad y, sobre todo, de fe.

“Una alegría serena, profunda”, dice Matías Romero Almendros, sacerdote y delegado de Juventud de la diócesis de Cuenca al referirise a este encuentro con la voz aún cansada por la intensidad de los días, pero encendida por algo que no se disuelve tan fácilmente. Él ha acompañado a uno de los grupos de jóvenes que partían de Cuenca desde la salida, y ha visto de cerca cómo se transforma el cansancio en canto y la devoción en rito. “Es un gozo tremendo ver a tantos jóvenes de culturas tan distintas unidos por la misma fe”, resume Romero pero con la certeza de una juventud que ha dejado más que claro que sus convicciones mueven kilómetros y montañas.

La peregrinación de los jóvenes a Roma por el Jubileo de la Esperanza, el primero de esta magnitud celebrado bajo el nuevo pontífice, ha tenido algo de reencuentro generacional con lo esencial. Frente a la narrativa que reduce a los jóvenes a una generación distraída y desencantada, estos días han sido un contrapunto poderoso: la fe sigue, aunque a veces hable más bajo. “Cuando un joven cree hoy, lo hace con más valentía que nunca”, dice Matías.

En San Pablo Extramuros, uno de los cuatro templos jubilares de la ciudad, todos los jóvenes de esta expedición que partía de Cuenca cruzaron juntos la Puerta Santa. Fue un gesto físico, pero también simbólico: entrar juntos en una nueva etapa, aunque sin solemnidades impostadas. Confesiones, oración, Eucaristía. Pero también guitarras, abrazos, idiomas cruzados y una energía que parecía no dormir nunca. Entre la multitud de 26.000 españoles reunidos en la plaza de San Pedro, un joven conquense tomó el micrófono para compartir su testimonio. Fue una pequeña pero significativa aparición: Cuenca no estuvo solo presente, estuvo representada.

El que sin duda fue el momento más especial de este viaje fue la vigilia ofrecida por el Papa, que les habló de esperanza, de paz y de amar al prójimo, sentencia el sacerdote. El pontífice no quiso dar el testimonio de la esperanza como consuelo, sino como misión. “Nos dijo que somos la luz del mundo, que tenemos que construir un futuro de paz con diálogo y con cariño”, recuerda Matías en unas palabras repletas de humildad y sentido que ya han quedado grabadas en el corazón de los jóvenes peregrinos.

Hoy la vuelta es silenciosa. Los jóvenes regresan a sus pueblos, a sus estudios, a sus vidas. No volverán con discursos grandilocuentes ni con lecciones que dar. Pero algunos llevarán aún la humedad de esa noche romana en la ropa. Otros, quizás, un gesto cambiado, una forma distinta de mirar a quien tienen cerca. Han sido peregrinos y de ahora en adelante llevarán la fe por bandera el resto de su vida porque la esperanza, por unos días, ha tenido acento conquense.