Antonio Melero Pita
Durante años, el proyecto del Almacén Temporal Centralizado (ATC) en Villar de Cañas fue una promesa de inversión, desarrollo y empleo para la provincia de Cuenca. Centenares de millones de euros y cientos de puestos de trabajo estaban proyectados en una tierra que sufre desde hace décadas despoblación, abandono industrial y aislamiento estructural.
Sin embargo, la voluntad política cambió el rumbo. El almacén fue paralizado y criminalizado por su vinculación con la energía nuclear, pese a que hoy Europa entera —con Francia, Finlandia y Alemania a la cabeza— regresa con decisión a esta fuente energética, consciente de que la transición ecológica necesita pragmatismo.
Y ahí están las instalaciones: vacías, preparadas, en manos públicas, esperando un destino. Hoy, varios representantes institucionales han visitado lo que pudo ser y no fue. Pero la cuestión clave no es mirar atrás, sino preguntarnos: ¿Qué hacemos ahora con todo esto?
Cuenca no puede permitirse dejar morir otra oportunidad. Ni Villar de Cañas, ni los pueblos vecinos. Si no va a haber residuos nucleares, que haya conocimiento, industria limpia o soberanía digital.
Desde una visión crítica y propositiva, se plantean tres alternativas estratégicas para dar vida útil a estas infraestructuras:
1. Centro Nacional de Investigación en Energías Limpias y Gestión de Residuos. Con el auge de las renovables y el debate nuclear reabierto, este podría ser un espacio de formación profesional, desarrollo tecnológico y captación de fondos europeos.
2. Centro Logístico de Economía Circular. En una provincia con uno de los mayores vertederos de Europa, ¿por qué no convertir el entorno en un referente de reciclaje, reutilización y valorización industrial?
3. Archivo Digital y Ciberseguridad del Estado. La ubicación aislada pero bien conectada permitiría instalar una base de datos estatal o un centro de protección digital crítica. Cuenca podría ser guardiana del futuro digital de España.
Todo esto es posible. Lo que no es aceptable es que estas infraestructuras, que pagamos todos los españoles, se conviertan en un símbolo del abandono rural y de la indecisión política.
Cuenca necesita políticas valientes. Y Villar de Cañas puede —y debe— ser parte de la solución.